Yvetnte Sierra Praeli / Mongabay
En la abertura de una roca en lo alto de una montaña, un cóndor alimenta a su pequeña cría. El polluelo tiene sus plumas de color gris oscuro, lejos de ese plumaje negro y blanco característico de esta ave imponente de Sudamérica. Apenas se desplaza por el nido. Se le ve indefenso, dependiente de sus padres, como ocurre con esta especie que vive durante un año y medio al cuidado de sus progenitores.
Las imágenes en video que muestran la cotidianidad de esta familia de cóndores forman parte de los registros que el investigador Víctor Gamarra-Toledo realiza desde hace algunas semanas, cuando encontró el nido de cóndores en una montaña en Ayacucho, en los Andes peruanos.
“Ver un nido, así en vivo, en el corto tiempo que tenemos desde el inicio de nuestros proyectos con el cóndor ha sido realmente una maravilla. Creo que ha sido, sin lugar a dudas, el hallazgo más emocionante en todos mis años estudiando aves”, cuenta el biólogo Víctor Gamarra-Toledo, investigador del área de Ornitología del Museo de Historia Natural, de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en Perú.
Gamarra-Toledo no exagera. Es la primera vez que se registra en los Andes peruanos un nido con esas características: con un pichón dentro y con los padres dedicados al cuidado del polluelo. Solo otros dos nidos de semejantes características habían sido reportados en los últimos 40 años en Perú, ambos fueron localizados en la Reserva Nacional Illescas, en Piura, la costa norte.
El nido de los cóndores
En diciembre de 2023, Gamarra-Toledo y el equipo de investigadores del museo regresaban de una expedición que duró un mes y les permitió recorrer el corredor biológico natural que va desde la Reserva Nacional Pampa Galeras Barbara D’Achille, en Ayacucho, hasta la Reserva Nacional San Fernando, en Ica. Es un corredor que une la zona andina con la costa peruana.
La intención era encontrar cóndores para colocarles radiotransmisores, una práctica para monitorear el movimiento de las especies. Durante el trabajo en campo, los investigadores también recorren las zonas donde pueden estar los dormideros de los cóndores, por eso, al final de esta expedición, Gamarra-Toledo y el equipo llegaron a una comunidad campesina ubicada a unos 2.800 metros de altura, en Ayacucho, donde les dieron la referencia de este nido.
“El nido se encuentra a unos 30 minutos de camino desde el pueblo, en una quebrada. En el pueblo todos daban referencia de la existencia del nido. Incluso dijeron que lo conocían desde hace varios años”, cuenta Gamarra.
La referencia que tenían es que el nido se encontraba en una abertura en medio de una pared de roca. “Son estructuras de piedra bastante verticales con algunos huecos que asemejan cuevas. Nos acercamos y encontramos una cueva de forma rectangular de posición vertical, ahí había una hembra sentada en lo que sería el nido”, dijo.
Desde el otro lado de la quebrada, los investigadores observaron y registraron la escena en fotos. Luego, al revisarlas, se percataron de que además de la cóndor hembra había un polluelo. “Estaba debajo de la hembra, eso se ve en la foto. Calculamos que tenía unas tres semanas”.
Durante tres días, los investigadores observaron las actividades de la familia de cóndores. Ahora, continúan el monitoreo con apoyo de los comuneros de la zona, quienes registran la actividad de las aves cuando los investigadores no se encuentran en el lugar. “La idea es que hagamos visitas, al menos, dos veces por mes para hacer el monitoreo de todo el proceso del cuidado parental y del crecimiento del pichón, hasta que salga del nido”.
Hasta 18 meses permanece el polluelo en el nido
Según datos de nidos monitoreados en Argentina, explica Gamarra-Toledo, el tiempo en el que el polluelo permanece en el nido, incluido el periodo de incubación, varía entre 15 a 18 meses, hasta que el pichón levanta vuelo. Mientras esto sucede, el pequeño cóndor es alimentado por los padres.
“Hemos obtenido datos interesantes del cuidado del nido. Aunque tanto la madre como el padre alimentan el pichón, en los tres días de observación, vimos que en la mayoría de los casos era el padre el que salía por el alimento mientras la madre se quedaba al cuidado del nido”, comenta el investigador.
El hallazgo de este nido, explica Gamarra-Toledo, permitirá tener información sobre el proceso del cuidado parental, así como datos sobre la biología reproductiva de la pareja de cóndores.
Entre la información que han obtenido está, por ejemplo, cada cuánto tiempo los cóndores alimentan al polluelo. Según las observaciones, el padre o la madre sale entre 9 y 9:15 horas en busca de alimento y regresa entre las 14 y las 16 horas.
Gamarra-Toledo explica que estas observaciones también permiten obtener datos para la conservación, como por ejemplo, saber hacia qué dirección —costa o Andes— van los cóndores para buscar comida.
Lo más interesante ha sido observar el cuidado y atención para cuidar y alimentar al pichón. Para ello, los investigadores llegaban a la zona de observación a las 5 de la mañana y se quedaban hasta las 7 de la noche. “Eso nos permitió tomar datos prácticamente todo el día. Así vamos anotando, cuánto tiempo dura el acicalamiento del pichón, cuántas veces interacciona con sus padres, cuántas veces lo alimentan sus padres, si lo alimenta el padre o la madre”.
La búsqueda en lugares remotos
Gamarra-Toledo también comenta que este hallazgo es una oportunidad para aprender más sobre el cóndor andino que está en riesgo de extinción.
“Este hallazgo es muy relevante porque es un registro nuevo para el Perú que permite empezar a entender diferentes aspectos de la reproducción desconocidos para Perú”, señala Sergio Lambertucci, director del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma, Universidad del Comahue-Conicet).
Lambertucci menciona que para establecer estrategias de conservación se necesita conocer bien cómo funciona la nidificación en una determinada zona y cuál es el éxito reproductivo. “Con este nido se tiene la oportunidad de hacer un seguimiento detallado. Por lo que he visto en las imágenes, la pichona está en muy buenas condiciones y si todo sale bien en unos meses debería estar volando por la zona”.
En países como Argentina, Chile y Ecuador existe mayor información sobre la nidificación de los cóndores. “Hablamos de una veintena de nidos en Ecuador, y una cantidad similar en Argentina y Chile, aunque en estos últimos países hay muchos más nidos que son desconocidos. El esfuerzo de monitorearlos es muy grande porque se suelen encontrar en lugares remotos”, precisa Lambertucci.
Baja tasa de reproducción del cóndor de los Andes
El investigador explica que los cóndores suelen hacer sus nidos sobre repisas o cuevas en la roca que no son fáciles de detectar, en lugares muy remotos y poco visibles. “Cuando están incubando entran y salen rápidamente y cuando ya nació el pichón, también entran y salen para alimentarlo. No suelen quedarse mucho tiempo visibles en el nido en esas etapas, sino en una zona cercana. Eso hace difícil detectar y monitorear los nidos, por tanto, hay muy poca información sobre la reproducción en ambientes naturales”.
Los cóndores son especies longevas con una baja tasa de reproducción, un solo pichón cada dos años aproximadamente, por eso, ambos padres hacen grandes esfuerzos para que el único polluelo que nace pueda sobrevivir. Es fundamental para esta especie que la supervivencia de cada cría sea alta.
Lambertucci también destaca el conocimiento sobre esta especie que tienen las comunidades en las zonas donde habitan los cóndores. “Ellos tienen mucha más información que nosotros y muy valiosa para especies como el cóndor que sufre amenazas tan acuciantes. La información de las comunidades locales y las comunidades indígenas es clave en cualquier programa de investigación y conservación”.