Entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano se pierde o se desperdicia: 1.300 millones de toneladas. Un reciente estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura calcula que esta cantidad sería suficiente para alimentar a 2.000 millones de personas. Se trata de uno de las grandes tareas pendientes para lograr la seguridad alimentaria plena.
El informe de la FAO destaca la necesidad de medir cuidadosamente las pérdidas en cada etapa de la cadena de suministro de alimentos. Con tal fin ofrece una nueva metodología de análisis. En primer lugar, el estudio delimita los alimentos que se pierden de los que se desperdician.
La pérdida de alimentos ocurre a lo largo de la cadena de suministro alimentaria, desde la cosecha hasta el nivel minorista, pero sin incluirlo. Se refiere a la disminución de la masa disponible de alimentos para el consumo humano en las fases de producción, poscosecha, almacenamiento y transporte
El desperdicio de alimentos se produce a nivel de la venta al por menor y el consumo. El desperdicio de alimentos se refiere a las pérdidas derivadas de la decisión de desechar los alimentos que todavía tienen valor. Se asocia principalmente con el comportamiento de los vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta de comida y consumidores. Juntos, pérdida y desperdicio, suponen una reducción de la cantidad o calidad de los alimentos a lo largo de toda la cadena de suministro.
El proceso de detección aplicado por la FAO ayudará a identificar los puntos críticos de pérdida a lo largo de toda la cadena, aquellos en los que las pérdidas de alimentos alcanzan mayor magnitud, un impacto más grave en la seguridad alimentaria y mayores dimensiones económicas. También permitirá identificar las medidas apropiadas para su reducción.
Múltiples causas
El estudio de la FAO, titulado El estado de la alimentación y la agricultura de 2019 destaca que las causas de la pérdida de alimentos , en el mundo, difieren ampliamente a lo largo de la cadena de suministro de alimentos.
Las causas principales de pérdidas en la granja incluyen cosechar en el momento inadecuado, las malas condiciones climáticas, las prácticas erróneas en la cosecha y su manejo, y los desafíos que suponen la comercialización de los productos.
Un 28% del desperdicio se produce en el consumo, 28% en producción, 22% en el manejo y almacenamiento, 17% en mercado y distribución, 6% durante el procesamiento.
Las más significativas
Entre las causas importantes de las pérdidas en las explotaciones agrícolas se incluyen el momento inapropiado para la recolección, las condiciones climáticas, las prácticas utilizadas en la recolección y la manipulación, y los problemas en la comercialización de la producción.
Se producen pérdidas significativas a causa de un almacenamiento inadecuado. También debido a decisiones tomadas en etapas tempranas de la cadena de suministro. Acciones que hacen que los productos tengan una vida útil más corta.
Una buena infraestructura y una logística comercial eficaz son fundamentales para evitar que se pierda una significativa cantidad de alimentos. La elaboración y el envasado son determinantes en la conservación. Las pérdidas suelen deberse a instalaciones obsoletas, al mal funcionamiento técnico o a errores humanos.
Las causas de que se desperdicien alimentos en el comercio minorista están relacionadas con una vida útil limitada, la necesidad de que los productos alimenticios cumplan las normas estéticas en términos de color, forma y tamaño, y la variabilidad de la demanda.
El caso crítico de América Latina y el Caribe
Los resultados del estudio son particularmente críticos en regiones cuya población presenta serios problemas de alimentación. El estudio señala, por ejemplo, que América Latina y el Caribe representa el 20% de la cantidad global de alimentos que se pierden desde la fase posterior a la cosecha hasta el nivel minorista, sin incluir a este último.
Resulta aún más significativo por el que esta región solo alberga el 9% de la población mundial. Y además, 47 millones de sus habitantes aún viven día a día con hambre. Se sitúa tras la zona de Asia meridional y central, y el área de América septentrional y Europa, en el ranking del desperdicio de alimentos. La región pierde el 12% de sus alimentos desde la poscosecha hasta el nivel minorista, sin incluir este último, cifra ligeramente inferior al promedio global, que alcanza el 14%.
Cuando se considera esta misma pérdida en términos de calorías, los países de la región pierden el 14% de las calorías que producen.
El estudio destaca que tan solo los alimentos que se desperdician a nivel de la venta al detalle (retail) en América Latina y el Caribe podrían satisfacer las necesidades alimenticias de más de 30 millones de personas, es decir, el 64% de quienes sufren hambre la región.
En los países del área con niveles de subalimentación sobre el 5%, los alimentos
perdidos sólo a nivel de retail son suficientes para que 6 de ellos alimenten a
toda su población y otros 12 logren el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio
Serio impacto ambiental
El estudio de la FAO indica que las pérdidas y desperdicios de alimentos tienen tres tipos de huellas ambientales cuantificables: de carbono, de tierra y de agua.
La huella de carbono de los alimentos es la cantidad total de gases de efecto invernadero que se emiten a lo largo del ciclo de vida de los alimentos, expresado en dióxido de carbono (CO2). América Latina es responsable del 16% de la huella de carbono mundial debida a las pérdidas de alimentos.
La huella de la tierra es la superficie de tierra necesaria para producir los alimentos. La región representa el 9% de la huella de la tierra mundial en cuanto al desperdicio de alimentos.
En términos de la huella de agua –la medida de toda el agua dulce utilizada para producir y suministrar los alimentos al consumidor final– la región responde por el 5% de la huella de agua mundial.
Trabajo de todos
El informe insta a los países a redoblar sus esfuerzos para abordar las causas fundamentales de la pérdida y el desperdicio de alimentos en todas las etapas. También ofrece orientación sobre políticas e intervenciones para reducir ambos.
La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos conlleva habitualmente costes. Los agricultores, proveedores y consumidores sólo tomarán las medidas necesarias si estos se ven compensados por los beneficios. Pero no es tan sencillo. Las partes interesadas son conscientes de los beneficios de reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos. Sin embargo, pueden enfrentarse a limitaciones que les impiden intervenir.
Por ejemplo, está el alto coste inicial asociado con la implementación de determinadas medidas. Sin ayuda financiera, los actores privados de los países en desarrollo -en especial los pequeños agricultores- no podrían soportarlo.
Mejorar el acceso al crédito podría ser una opción, incluso en ausencia de información detallada sobre las pérdidas.
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