Por Pablo G. Bejerano | Ilustración: Luis Moreno
19/11/2016
usca un restaurante italiano que esté cerca”, “¿qué tiempo hace hoy?”, “¿cómo se llega a Toledo?”, son frases que podría intercambiar con otra persona. Pero en este caso le habla al móvil. A estas alturas casi todos los smartphones están dotados de un sistema –Siri en el iPhone, Google Now en Android y Cortana en Windows Phone– capaz de entender ciertas peticiones y llevarlas a cabo.
Están para servir al usuario. Así definen las compañías tecnológicas el propósito de estos asistentes personales. Llevan tiempo en nuestros bolsillos, pero sólo ahora están siendo lo suficientemente inteligentes como para procesar órdenes.
Han pasado los tiempos en que se le preguntaba a Siri cuántos kilómetros quedan para llegar a Burgos o se le pedía que enviara por usted un sms –si alguien no sabe lo que son, que pregunte a los viejos del lugar– diciendo que se iba a llegar tarde. Los asistentes personales han evolucionado. Recientemente Apple ha permitido que Siri se conecte con otras aplicaciones, como WhatsApp, de forma que se puedan mandar mensajes a través de un medio que realmente se use.
Google está mejorando su software, que se empezará a llamar Assistant y afinará más a la hora de comprender los deseos del usuario. A parte de ellos está Cortana, de Microsoft, y el asistente de Amazon, Alexa. Todos ellos compiten para atender cada vez con más diligencia las necesidades de sus “señores”.
Si bien aún tienen limitaciones, como indica Nils Lenke, directivo de la empresa Nuance, especializada en reconocimiento de voz y de la que se dice que estaría detrás de algunas funciones de Siri (la compañía nunca ha aclarado su relación con Apple). “Ahora puedes utilizar lenguaje natural, pero normalmente das instrucciones una a una”, explica.
Más naturalidad y menos privacidad
Los asistentes hoy realizan acciones aisladas, como responder una pregunta o buscar un sitio. Pero van a evolucionar. “En el futuro podrás combinar cosas y el asistente hará los planes para ti. Tendrá conocimiento de cómo funcionan las cosas y sabrá qué pasos tiene que dar para hacer una reserva, por ejemplo”, indica Lenke.
Podremos pedir las cosas de una forma más natural, como se lo pediríamos a otra persona. El directivo de Nuance lo ilustra imaginando una situación en la que se entra al coche y se le dice al software que se quiere ir a tal sitio, pero que antes hay que pasar a comprar un ramo de flores y, cuando se llegue, se necesita encontrar un buen restaurante. El asistente planeará todo el viaje.
La utilidad para los usuarios parece clara, aunque las tecnológicas tienen su propio interés en la expansión de estos asistentes personales. Y es que a través de ellos se recoge una gran cantidad de datos valiosos sobre el usuario.
“El dispositivo en realidad no realiza el grueso del trabajo sino que éste se hace en servidores externos, que finalmente procesan la información”, alerta Sergio Carrasco, abogado especializado en privacidad y telecomunicaciones. Además de llevar a cabo su cometido, los asistentes utilizan los datos para servir mejor, pero esto tiene sus riesgos, sobre todo cuando la tecnología está saltando a otros dispositivos.
Forma parte de la evolución de los asistentes personales, que pronto serán importantes también en dispositivos instalados dentro del hogar. “Aquí existe el riesgo de que la información que se envía sea muy superior a la que realmente se necesita”, comenta Carrasco. “Se pueden crear perfiles muy concretos, parecidos a lo que nos crean cuando navegamos por internet, pero sabiendo cuántas horas escuchas música o cuánto tiempo ves la tele”.