Texto: Irene G. Dugo y Guillermo Algar* | Fotos: Bruno Fert
25/12/2016
*Servicio de Medios de Médicos Sin Fronteras
Más de 65 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus casas debido a conflictos, violencia y persecución, empujados a un viaje plagado de peligros. Las rutas son arriesgadas, pero atrás solo quedan escombros, trozos de vida que se han deshecho, bombardeado o destruido. Europa asiste a una pequeña parte de éxodo: en 2016, las costas y puertos de Italia y Grecia han sido testigos de la llegada de más de 344.000 personas a través del Mediterráneo, una travesía que muchos (tantos como 4.655 cuando escribimos estas líneas) no han conseguido superar.
Quienes sí lo han hecho encuentran en los campos de refugiados un cobijo temporal, un lugar donde intentar mejorar su vida cotidiana y mantener su sufrimiento a raya. Para muchos se trata de un paréntesis antes de proseguir su odisea; para demasiados, un limbo, un bloqueo que se ven impotentes de superar para llegar a su objetivo.
En las tiendas de campos como los de Calais y La Linière en Francia y de Katsikas en Grecia, hay angustia e incertidumbre pero también esperanza, el sueño de una vida mejor.
Mientras la Unión Europea debatía sobre la voluntariedad u obligatoriedad de ridículas cuotas de acogida, la jungla de Calais alcanzaba, antes de su desmantelamiento, cifras de hasta 10.000 personas, La Linière acogía a 1.500 y la población de Katsikas rondaba las 1.200.
En ellos, Médicos Sin Fronteras ofrece atención médica básica y de salud mental en un contexto que no deja de parecer un escenario donde se ahogan las ilusiones de miles de personas mientras los líderes europeos miran hacia otro lado. Estos campos, que esperaban constituirse únicamente como una parada temporal, se han convertido en hogares ‘estables’ para muchas personas. Estos rincones de vida muestran lo que cada uno es, su identidad y sus aspiraciones, mientras persiste la incertidumbre sobre su futuro.
1.- Awesome tiene 43 años y es de Pakistán | Campo de Calais (Francia)
Gestionaba el restaurante más bonito de ‘la jungla de Calais’, ‘Les Trois Idiots’ (Los tres idiotas, en francés), donde los voluntarios extranjeros compartían comida con los habitantes del campo. A Awesome le gustaba recibir a los europeos en su local: siempre tenía algo que decirles. Después, se hacía un ‘selfie’ de recuerdo para colgar en la pared. Antes, Awesome era guía turístico en Peshawar. Pero los turistas comenzaron a escasear y las amenazas contra los que pasaban tiempo con ellos se intensificaron. Por eso, Awesome decidió marcharse. Después de un viaje de año y medio, ya no quiere cruzar la frontera hacia Reino Unido y sueña con abrir un nuevo restaurante en París. ¿Por qué ‘Les Trois Idiots’? Porque Awesome inició el proyecto con dos amigos que, como él, adoraban el clásico de Bollywood 3 idiots.
2.- Naef, de 28 años, Katrin, de 1,5, Maran, de 9, Zina, de 26, y Manal, de 7, son yazidis procedentes del norte de Irak | Campo de Katsikas, Ioannina (Grecia)
Naef y su familia son yazidis. Vivían en Sindjar, una provincia en el norte de Irak, cuando el Estado Islámico tomó el control de la región en agosto de 2014 y aniquiló a parte de la población. La familia encontró primero refugio en el campo de Dohuk, al norte de Mosul, antes de viajar a Europa. Karam, su hijo de 5 años, pudo llegar a Alemania con su abuela. Sin embargo, con el cierre de las fronteras internas de Europa, Naef, Zina y sus tres hijas están atrapados en el campo de Katsikas, en Grecia. Maran extraña a su hermano pequeño y a su abuela, a quienes no ve desde hace más de un año. Lo echa todo de menos: sus amigos, la escuela. Dice que en el campo la comida es muy mala.
3.- Leal, de 7 años, Yasmin, de 26, Rais, de 18 meses, Maya, de 9 años, y Hamza, de 5, son de Siria | Campo de Katsikas, Ioannina (Grecia)
Maya se queja. Dice que aquí no es feliz, que le gustaría ver de nuevo a su padre. Le gustaba más Homs porque, por lo menos, allí tenía una casa y no tenía que dormir en una tienda de campaña. Yasmin tiene 26 años y cuatro hijos. Su marido se fue cuando los combates se acercaron a su barrio en Homs, Siria, y ha vivido en Alemania durante ocho meses. Yasmin vendió su casa y se fue a Europa con sus cuatro hijos. Parece estar contenta por haber llegado a Grecia, a pesar de que todavía no sabe ni cómo ni cuándo sus hijos volverán a ver a su padre.
4.- Barham, de 31 años, es un barbero kurdo de Irak | Campo La Linière, Grande-Synthe (Francia)
El único asiento que hay en la peluquería de Barham nunca está vacío. De media, corta el pelo a 25 personas al día pero solo cinco o seis pueden permitirse el lujo de pagar los 5 euros que cuesta el corte. También hace la depilación tradicional con hilo, para la que algunos franceses acuden a él específicamente, dice con orgullo. En la ciudad, las peluquerías son bonitas pero, en su opinión, no saben cortar el pelo correctamente. Barham llegó hace cuatro meses. Montó su peluquería en la entrada del campo de Linière, aunque a él le gustaría cortar el pelo en Gran Bretaña.
5.- Abas, de 32 años, Melina, un mes, and Soad, 28, son del Kurdistán iraquí | Campo La Linière, Grande-Synthe (Francia)
Abas y Soad son kurdos. Huyeron de la guerra en Irak con la esperanza de llegar a Gran Bretaña antes de que Melina naciera. Pero la pareja se encontró con traficantes que les quitaron todos sus ahorros, sin ayudarles a cruzar. Durante más de un año, Abas y Soad han estado atrapados en Grande-Synthe sin dinero, pero todavía intentan cruzar. Soad dio a luz en Dunkerque y los voluntarios le dieron una cuna.
6.- El Hatib, 68 años, pastor de ovejas en un pueblo cerca de Mosul, en Irak | Campo La Linière, Grande-Synthe (Francia)
El Estado islámico controla ahora la región donde vivía El Hatib. En 1974 en Irak, participó en un concurso internacional de pastores. Consiguió el segundo lugar. El ganador fue un pastor inglés, así que pensó que Gran Bretaña debía ser un buen lugar para el pastoreo. El Hatib ya logró enviar a siete miembros de su familia a través del Canal. Su esposa viajó incluso con «una garantía», un precio por el cual un contrabandista garantizaba su llegada segura al destino. Ahora El Hatib también quiere cruzar. Su hija lo está esperando para celebrar su boda.
7.- Saman, tiene 26 años, es del Kurdistán iraquí | Campo La Linière, Grande-Synthe (Francia)
Saman es muy simpático y suele estar siempre sonriendo, pero hoy está en silencio. Su mirada está vacía. El día anterior, abandonó el campamento de Linière junto con otros migrantes alrededor de las dos de la mañana para coger un autobús, que los dejó en una zona de descanso de la autopista controlada por traficantes. Esperaron un camión, agachados en los arbustos. Ocho de ellos saltaron a bordo de un remolque, en el que esperaron durante 13 horas. Entonces el camión se detuvo en otro estacionamiento y el chofer gritó para que bajaran. Fue el intento número 48 de Saman desde que llegó a Grande-Synthe, hace 10 meses. Saman muestra las llaves de la casa con la que vivía con sus padres. No tuvo tiempo de decir adiós. Sueña con volver un día y abrir la puerta con esas llaves.
8.- Rebwar, 26 años, es del Kurdistán iraquí | Campo La Linière, Grande-Synthe (Francia)
Rebwar dejó el Kurdistán iraquí a los 12 años. Tiene un S tatuada en su brazo, la primera letra del nombre de su madre, Sara, a quien no ha visto desde que se fue de su país. Al menos, no puede perder esta S, como sí que perdió las fotografías con su madre. Rebwar pasó 10 años en Grecia, trabajando en la construcción. La crisis económica lo obligó a moverse de nuevo. Su nuevo objetivo: Gran Bretaña. Le gustaría abrir un restaurante allí. Pero mientras, Rebwar ha vendido kebabs en su pequeña tienda en el campo de la Linière, donde ha estado viviendo durante los últimos 9 meses.