Jose Mateos Mariscal
Los expertos consideran que la precarización de las condiciones laborales, económicas y sociales de los migrantes españoles en Alemania es el resultado de un problema estructural. Una investigadora de la Universidad de Colonia afirma que es muy difícil que los migrantes españoles en Alemania puedan estar “superbien” en los primeros cinco años.
La inmigración en Alemania ha puesto en evidencia las escasas posibilidades de vivienda y empleo para los recién llegados. Una alta proporción de migrantes, hombres y mujeres, sobrevive en la economía informal o en condiciones laborales irregulares.
Un muro invisible de trámites —permisos, visas–– se suma a la discriminación y la xenofobia especialmente con la población del sur de Europa, que los mantiene en similares condiciones de pobreza a las de su país de origen.
Nacer y crecer en un lugar pobre es un castigo que persigue a lo largo de la vida y no se corrige con la emigración. Las condiciones de miseria, vulnerabilidad y falta de oportunidades acompañan a los migrantes un par de generaciones.
La recién llegada está en peores condiciones, pero con un mejor nivel de incorporación de los hijos al sistema educativo, acceso a la capacitación y formación para el trabajo se podría revertir en el problema.
Los españoles, por ejemplo, migran por razones económicas. Un aspecto que es más difícil de corregir. Se desempeñan en condiciones irregulares y en labores que los alemanes descartan. Los Italianos, en cambio, estos tienen más posibilidades de movilidad. Tienen un mayor capital cultural, “pero tienen que bregar con las quejas de los alemanes, que sienten que los italianos les quitan el trabajo”.
Con la emigración se pueden superar situaciones de pobreza, incluso para la familia que se queda en el país natal y que con las remesas mejora su condición de vida.
¿Migrantes o nuevos esclavos?
En cinco años es probable que se vaya produciendo un proceso de inserción, pero si no se produce, no es culpa del migrante. Es la sociedad la que está mal. No ofrece un mínimo de oportunidades para que las personas puedan desarrollarse.
En Alemania, lo migrantes viven una suerte de nueva esclavitud. En las regiones agrícolas donde es alto el requerimiento de mano de obra las condiciones laborales son miserables. Y todavía más si se es moreno de pelo ensortijado, venga de donde venga. La pobreza es el color de la piel, pero la discriminación además de racial es cultural.
Las élites blancas se han convencido de que el blanco europeo des superior y lo moreno es inferior. Un remanente ario, pero que se da poco en los sectores populares que también comparten precariedad. Alemania vive un momento de tensión, pero irá pasando y se irá construyendo la diversidad cultural que definirá al alemán del futuro, más cosmopolita y más respetuoso del distinto.
Los empleos precarios de Alemania
«¿Alguien se preocupa por nosotros, los trabajadores pobres emigrantes?», pregunta una mujer de 35 años, española de origen, que vive en extrema pobreza desde que perdió el empleo hace unos meses. Su trabajo como repartidora de Amazon era un «miniempleo». Un contrato a tiempo parcial con un tope de 450 euros al mes, una modalidad que se ha multiplicado en Alemania en los últimos meses con la pandemia. Como está exento de cotizaciones sociales, no tiene derecho a cobrar una prestación por desempleo. Esa madre de un hijo depende de la ayuda de los vecinos y de una pequeña ayuda social.
Las personas con «miniempleos» son los grandes perdedores de la crisis sanitaria que trajo la pandemia de la COVID-19 La precariedad de estos contratos a tiempo parcial se ha visto mucho desde hace un año. Más de 870.000 miniempleos desaparecieron en Alemania el año pasado.
Bomba de relojería en el sector laboral
La hostelería y los restaurantes son los sectores más afectados con las restricciones sanitarias. Pedro, un cocinero de 67 años de edad, ha visto como su horario de trabajo en un establecimiento de Remscheid se ha reducido al mínimo.
A pesar de que los restaurantes están cerrados desde noviembre, la mujer para la que trabaja le mantiene cinco horas mensuales para evitar despedirlo.
Después de 47 años trabajando, había aceptado a regañadientes este trabajo mal pagado. «A mi edad, hubiera preferido ocuparme tranquilamente de mi jardín, pero con una jubilación de 1.000 euros, no tenía elección», afirma. Casi una cuarta parte de los «miniempleos» recaen en personas de 40 años o más. El 91% no ha cursado estudios superiores.
De condiciones precarias a miserables
«Los miniempleos no son una buena solución a medio y largo plazo. Empobrecen a los emigrantes por no haber cotizado lo suficiente, explica Karin Schulze Buschoff, del instituto alemán de ciencias económicas y sociales (WSI). Ella aboga por una reforma que haga menos atractivos estos contratos, como sería bajar el tope de remuneración.
«Desde antes de la crisis sabíamos que las condiciones laborales de estos miniempleos eran con frecuencia miserables y que nadie puede vivir con estos salarios», dijo Sabine Zimmermann, portavoz de su grupo parlamentario para temas de mercado laboral.