José Mateos Mariscal
Wuppertal.- La vida lejos de casa nunca es fácil. Lo sabemos unos 280 millones de personas que vivimos lejos del país de origen. La migración es un fenómeno global y los motivos son variados. Desde la falta de trabajo hasta el hambre, las guerras o la persecución política.
Los desplazamientos afectan seriamente a las sociedades anfitrionas y los gobiernos a menudo se aprovechan de la situación. Todos los inmigrantes, de uno u otro modo, sufrimos en nuestros propios huesos el antisemitismo, la virulenta intolerancia antimusulmana, la persecución de los cristianos, el racismo y el odio a los refugiados. El instinto contra el distinto por su color, su aspecto, su habla y hasta su olor.
Lo hemos constatado. Desde que se dejó de utilizar la palabra migrante para identificar a las personas que se juegan la vida en el Mediterráneo existe un debate semántico y político sobre palabra más adecuada para llamar a los cientos de miles de personas que huyen de sus países. ¿Un debate estéril u otra forma de meter el problema debajo de la alfombra?
No hay crisis migratoria en el Mediterráneo sino un número muy grande de refugiados huyendo de la guerra y otro número más reducido de personas que escapan de la pobreza.
¿Migración forzosa o voluntaria?
No es una crisis migratoria. La mayoría son refugiados que huyen de conflictos armados. De guerras civiles y persecución en Siria, Afganistán, Irak, Eritrea o Somalia, entre otros tantos países. El concepto migrante no es válido para describir lo que está pasando en el Mediterráneo. Es un concepto que deshumaniza y generaliza.
Llamar refugiados a todas las personas migrantes que buscan el camino hacia Europa tampoco sería correcto, por más que compartan itinerarios y mafias, y también arriesguen sus vidas en busca de un mejor porvenir.
La línea divisoria entre forzado y voluntario tampoco es clara. Las motivaciones de las personas suelen ser muy diversas (incluso en una misma persona). El refugiado huye de algún tipo de amenaza en su país de origen. ¿Huir de la hambruna entraría en una categoría de migración voluntaria? ¿Aquel inmigrante que llegó a Libia confiando en una mejora de sus condiciones de vida y de golpe tiene que huir de ese país por la violencia armada sigue siendo inmigrante?
Otros factores que motivan el desplazamiento son la presión demográfica, la inestabilidad política, sin hablar de los factores culturales e históricos y la influencia de los medios de comunicación. ¿Cómo llamamos a los migrantes que son víctimas del tráfico ilegal de personas? ¿Conocemos la motivación de los niños que viajan solos? ¿Qué categoría emplearíamos al hablar de las mujeres que huyen de sistemas socio-culturales o jerarquías patriarcales que violan los derechos humanos?
Aún hay otro factor. ¿Son migrantes o refugiadas las personas o grupos de personas que son obligados a desplazarse –de manera temporal o permanente– a causa de desastres naturales o por la degradación medioambiental? Por más que existen intentos de hablar de refugiados medioambientales, el concepto aún no tiene peso jurídico ni legal.
No es fácil vivir lejos de casa
Desde la perspectiva de las personas migrantes, las migraciones son deseadas o indeseadas (forzosas) según las motivaciones. Por tratarse de un aspecto subjetivo, no es fácil determinar si son deseadas o indeseadas las migraciones generadas en un contexto de pocas oportunidades laborales, condiciones sociales insuficientes y políticas adversas.
La separación entre migrantes y refugiados no toman en cuenta los múltiples factores que intervienen en los llamados flujos migratorios mixtos. Tampoco estiman cómo la migración forzada y la económica están estrechamente relacionadas y a menudo son indistinguibles, en cuanto formas de expresión de desigualdades y formas de violencia complejas e igualmente mixtas.
La invisibilidad de las causas y la descontextualización del origen de los movimientos migratorios llevan a los Estados a considerar la mayoría de los migrantes como procesos libres, emprendidos en aras de prosperar. Presumen que hubo una posibilidad de elección para las personas, sean migrantes o desplazados. Y de esta manera, se dulcifican los movimientos. Se vuelca la mirada en el destino “prometido” y se otorga al Estado de acogida la potestad absoluta sobre la vida de las personas migrantes.
Un notable paso adelante respecto a la política de los Estados sobre qué debe considerarse migración forzosa la recoge la Organización Internacional para las Migraciones. La define como la realizada por cualquier persona que emigra para escapar de la persecución, el conflicto, la represión, los desastres naturales y provocados por el hombre, la degradación ecológica u otras situaciones que ponen en peligro su existencia, su libertad o su forma de vida. La vida lejos de casa nunca es fácil.