Jose Mateos Mariscal
Con la crisis generada por el coronavirus, la fuga de cerebros de España se duplica en los mayores de 40 años. En la última década y media se disparó la cantidad de profesionales de entre 40 y 50 años de edad que buscan una nueva vida en otro país.
No es noticia que en España se ha venido dando una fuga de cerebros. El alto desempleo juvenil (superior al 50%), la recesión profunda, la gerontocracia y la falta de oportunidades son las causas del éxodo de miles de jóvenes. Pero hace unos días fue noticia el récord de nuevos migrantes de mediana edad que llegan a Alemania.
En 2016, se trasladaron al exterior 115.000 los españoles, cifra equivalente a la cantidad de habitantes que tiene una ciudad como Salamanca. De ellos, la mayoría son jóvenes recién recibidos y estudiantes. Pero el grupo de que más creció en Alemania fue el que tiene entre 40 y 50 años. En seis años (de 2008 a 2014) casi se duplicó. Pasó de 7.700 a 14.300 residentes en la Renania del Norte-Westfalia.
Emigrantes de pelo gris
La fuga de cerebros de España se duplica en los mayores de 40 años. «Estamos ante una nueva emigración de pelo gris», dice el Centro de Estudios que elaboró los datos que revelaron el boom de españoles “no tan jóvenes” que se van de España.
Si lo más jóvenes son atraídos por ciudades como Londres y Berlín, las metas de los over 40 son zonas del mundo de alta potencialidad, como China y América del Sur, así como también países que necesitan profesionales, como Alemania o los del Golfo Pérsico. Lugares dispuestos a ofrecer verdaderos puentes de oro a ingenieros o médicos españoles.
«La decisión de partir no tiene que ver con la coyuntura, sino que es una nueva tendencia», indica el informe. Los de 40 y más deciden irse no sólo por necesidades económicas, sino también para desafiarse a sí mismos o para darle un futuro mejor a la familia.
Claro que para los emigrantes de pelo gris las cosas no son color de rosa. Adaptarse a una nueva cultura, idioma, ambiente, llevando sobre las espaldas costumbres arraigadas, de hecho, es más difícil. Y más todavía si se lleva a la familia.
Manuela Vizaro, experta en marketing de 42 años de edad, se fue a Shanghai, China, con su hijo. «Quería que también viviera esta experiencia formativa. En Shanghai vi oportunidades profesionales que en España no existen. Me atrajo el desafío… China, por otro lado, es uno de los pocos países donde se puede trabajar durante años sin conocer el idioma… En España sería impensable», dijo en una entrevista
Alberto Rodríguez, profesor de Demografía y Estadística Social de la Facultad de Economía de la Universidad de Santiago de Compostela, para los mayores de 40 irse del país debe ser una elección, no una obligación. Rodríguez no considera casual el «boom» de los emigrantes de pelo gris. En 2017 se cumplieron 30 años del Erasmus, un programa de movilidad estudiantil lanzado por la Unión Europea.
«La primera generación que lo utilizó es, justamente, la que actualmente tiene aproximadamente alrededor de 40 a 50 años. El período de crisis ha revitalizado una predisposición a una mirada que va más allá de las fronteras, como respuesta a la necesidad u oportunidad de cambiar de trabajo. Y todo esto en una edad en la que -también debido al aumento de la longevidad- es y será siempre más posible enfrentar el desafío de comenzar una segunda vida», comentó.
Volver a Alemania, el viaje de los antepasados
El relato de una española que es muchas mujeres a la vez se refiere a la malagueña Patricia Pérez, que vive en Alemania desde hace 8 años. Costurera, diseñadora de vestuario, constructora de objetos y maquetas, amante del flamenco, está radicada en Hamburgo. «Uno es lo que cree que es», dice convencida, mientras se protege hasta con orejeras del invierno alemán.
«En mi casa, con mi mamá, hablábamos mezclado, alemán-castellano. Era una lengua impensable de hablar», cuenta Patricia con fuerte acento Andaluz. Nació hace cuarenta y cinco años y se estableció en Alemania en el 2013. Emprendió -en cierta forma el viaje de sus antepasados. Sus abuelos trabajaron toda la vida en Alemania.
Los abuelos de habla alemana mantuvieron a la familia bicultural y bilingüe. «Mi mamá hablaba muy buen alemán, pero el mío no es muy bueno», se ríe Patricia, que estudió primaria en un colegio de Málaga.
«Cuando llegué a Alemania trabajé en un restaurante, en una panadería, después de niñera». Establecerse fue un problema. El primer año lo pasó buscando «dónde estudiar», hasta que un viejo amigo la llevó a la Oficina de Trabajo en busca de orientación sobre los diferentes tipos de enseñanza técnica o universitaria: «No encontraba Trabajo, porque no conocía las terminologías en alemán».
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