Apenas 30% de los investigadores en el mundo son mujeres. Mientras que solo 30% de las estudiantes escoge carreras relacionadas con las disciplinas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su iniciales en inglés). A partir de hechos como este, Naciones Unidas organiza cada once de febrero el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El objetivo de esta celebración es combatir la desigualdad de género en esta disciplina, un fenómeno que aún se extiende por el mundo y que entre muchas otras cosas, pone freno a la consecución del ODS 5 (Objetivo de Desarrollo Sostenible): “igualdad entre los géneros y empoderar a mujeres y niñas”.
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Más mujeres y niñas en las ciencias: Observatorio Europeo Austral (@ESO) y #ONUMujeres firman convenio para promover el estudio de #STEM. #MujeresEnCiencia #GeneraciónIgualdad https://t.co/Q1hom03tUH— ONU Mujeres (@ONUMujeres) February 11, 2020
Una científica contra el ébola
Siempre resultan interesantes y reconfortantes las historias detrás de situaciones “comunes” que damos por hecho. Por ejemplo, la historia tras los llamativos trajes amarillos que viste el personal sanitario que atiende pacientes que padecen la enfermedad del ébola. Tras estos «disfraces de astronautas» está la mente de una joven que entendió que con su formación científica podía crear y diseñar por sí misma, desafiando la desigualdad de género en una materia tan competitiva como las ciencias.
Cuenta Katherine Jin que en su primer año de clases, junto con dos compañeros, empezó a trabajar en su propia empresa. El muy altruista propósito de su compañía es ayudar al personal sanitario del mundo a combatir enfermedades infecciosas (muy en auge por estos días). Su ambicioso empeño tuvo un inicio duro, el brote de ébola en África occidental durante 2014.
Resolviendo problemas
Uno de los retos más importantes de este brote fue abordar la alta tasa de infección prevalente entre el personal sanitario, como consecuencia de un proceso de descontaminación poco efectivo de los trajes que usaban para tratar a los enfermos. Fue todo un aprendizaje dar con el traje amarillo.
En primer lugar, Jin y su equipo entendieron que debían colorear la lejía con la que se descontamina el traje del personal sanitario para observar qué lugares fueron rociados o no con la sustancia. Luego, se llegó a la conclusión de que la lejía debe permanecer diez minutos en el traje para que los agentes patógenos desaparezcan.
Entonces, Katherine y su equipo agregaron un nuevo marcador de color que va desapareciendo junto con estos agentes patógenos, de allí lo amarillo del traje. Este paso ayuda a conocer el momento exacto para quitarse el traje que protege contra el virus, además, de indicar que es seguro tocar y manipular el mismo.
Las #MujeresEnCiencia nos han ayudado a:
🔬comprender la estructura del ADN
🔭entender mejor el universo
🎆romper la barrera del sonidoSúmate a @UNESCO_es y rinde tributo a las pioneras que rompieron con los estereotipos de género. pic.twitter.com/XGgtLJtsUl
— ONU Mujeres (@ONUMujeres) February 11, 2020
Desigualdad de género por debajo de la mesa
Historias como las de Katherine puede que pasen desapercibidas en este mundo conectado y globalizado, donde aún creemos que la desigualdad de género es cosa del pasado o pertenece a mitos de sectores feministas. Desafortunadamente para el mundo, la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres es una tarea pendiente y una herida por cerrar. El empoderamiento de niñas y mujeres no solo es necesario para cubrir los propósitos de una agenda global, sino para cerrar ciclos de pobreza transgeneracional, donde las mujeres son el principal sostén y estandarte.
Las organizaciones miden la desigualdad de género en cifras y, aunque muy abstractas y lejanas, siguen siendo alarmantes. Por ejemplo, las dos terceras partes de los adultos, mayores de 25 años, que tienen VIH/Sida son mujeres. A este panorama se suma la falta de educación, pues la mujeres sin educación son cinco veces más propensas a infectarse con esta enfermedad que aquellas que tienen educación más allá de la primaria. También están las cifras que estiman que quinientas mil niñas menores de 18 años son víctimas de tráfico sexual anualmente.
La educación es clave para disminuir la desigualdad de género
La desigualdad de género para las mujeres se mide en comentarios y en hechos que pueden frenar su potencial y desarrollo. “Nuestra huella debe ser mucho mayor”, dice Katherine Jin, no solo tomando parte en el diálogo científico, sino también en la necesaria educación en los derechos de la mujeres. Existen derechos y comodidades que todos consideramos tácitos en nuestra vida, pero a medida que las mujeres crecen y se lanzan al ruedo, siguen observando y soportando la desigualdad.
Por eso días como este -que pueden resultar artificiosos o verse como simples efemérides- son claves, pues proporcionan un marco de conversación que hace poco menos de dos siglos no existía. Para las mujeres, ser libres es la oportunidad de hacer valer sus derechos en la ciencia, en la tecnología, en las matemáticas, en las humanidades, en el espacio, en la Antártida, en la escuela, en casa para vencer la desigualdad de género en el mundo. #MujeresenlaCiencia #GeneraciónIgualdad
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