Alrededor del 15% de las muertes en el mundo por la COVID-19 pueden estar relacionadas con la exposición prolongada a la contaminación del aire. La República Checa, Polonia, China y Corea del Norte se encuentran entre los países con los porcentajes más altos de mortalidad.
Las cifras forman parte de un estudio publicado en la revista Cardiovascular Research. La primera investigación en estimar la proporción de muertes por coronavirus que podrían atribuirse a los efectos de la contaminación del aire.
Los investigadores dijeron que la proporción de muertes por la COVID-19 relacionadas con la contaminación del aire en Europa alcanzó el 19%. En América del Norte fue del 17% y en Asia Oriental llegó a alrededor del 27%.
Muertes que podrían ser evitadas
Esta proporción de muertes por la COVID-19 podrían haberse evitado si la población estuviera expuesta a niveles más bajos de contaminación del aire, sin emisiones relacionadas con combustibles fósiles y otras sustancias antropogénicas.
El estudio apunta a dos variables directas e indirectas. Es decir, la contaminación agrava las comorbilidades u otras afecciones de salud. Y estas podrían conducir a resultados fatales al cruzarse con la infección por el virus.
Datos de satélite
Los investigadores utilizaron datos epidemiológicos de estudios anteriores de Estados Unidos y China sobre la contaminación del aire y la COVID-19 y el brote de SARS en 2003, respaldados por datos adicionales de Italia.
Combinaron esta información con imágenes satelitales que muestran la exposición global a partículas finas contaminantes conocidas como «material particulado». Se trata de materiales que son menores o iguales a 2,5 micrones de diámetro. Se les denomina PM2.5. También incorporaron información sobre las condiciones atmosféricas y redes de monitoreo de contaminación basadas en tierra.
Los investigadores crearon un modelo para calcular la fracción de muertes por coronavirus que podrían atribuirse a la exposición a largo plazo a PM2.5.
Los resultados se basan en datos epidemiológicos recopilados hasta la tercera semana de junio de 2020. Los autores dicen que será necesario realizar una evaluación exhaustiva cuando la pandemia haya remitido.
Las cifras más preocupantes
Entre los países con mayores índices, en la República Checa la contaminación del aire contribuyó al 29% de las muertes por coronavirus; 27% en China; 26% en Alemania; 22% en Suiza y 21% en Bélgica. En España, la relación fue 9%.
Algunas zonas de Europa donde las muertes fueron particularmente altas, muestran evidencia de altos niveles de partículas finas o contaminación. En Italia, se encontró que las altas concentraciones de contaminación que son típicas del valle del Po, especialmente en la región de Lombardía, de la cual Milán es la capital, se asociaron con una alta tasa de mortalidad. “Dado que el número de muertes por COVID-19 está aumentando todo el tiempo, no es posible dar números exactos o finales de muertes por la COVID-19 por país que se puedan atribuir a la contaminación del aire”, dijo el profesor Jos Lelieveld del Instituto Max Planck para Química, quien participó en la investigación.
Lelieveld agregó que en el Reino Unido ha habido más de 44.000 muertes por coronavirus y se estima que la fracción atribuible a la contaminación del aire es del 14%, lo que significa que más de 6.100 muertes podrían atribuirse a la contaminación del aire»
En Estados Unidos, más de 220.000 muertes por COVID con una fracción del 18% produce alrededor de 40.000 muertes atribuibles a la contaminación del aire.
Un daño colateral
El estudio explica que cuando las personas inhalan aire contaminado, las partículas contaminantes muy pequeñas, las PM2.5, migran de los pulmones a la sangre y los vasos sanguíneos, causando inflamación y estrés oxidativo severo.
Si se juntan tanto la exposición prolongada a la contaminación del aire como la infección por el virus COVID-19, entonces hay un efecto aditivo adverso sobre la salud, particularmente con respecto al corazón y los vasos sanguíneos, lo que conduce a una mayor vulnerabilidad y a una menor resistencia a la enfermedad.
Un cambio de políticas
Los científicos esperan que estos datos ayuden a la toma de decisiones políticas. Los hallazgos sugieren que la contaminación del aire es un factor importante que aumenta el riesgo de muerte por COVID-19. «Una motivación adicional para combinar políticas ambiciosas para reducir la contaminación del aire con medidas para controlar la transmisión de la COVID-19», señalan
Los autores también destacan que si no se toman medidas pronto, la contaminación del aire seguirá matando un gran número de personas. Será así, incluso en un mundo posterior a una pandemia. «La pérdida global de la esperanza de vida por la exposición a largo plazo a la contaminación del aire ambiente supera la de las enfermedades infecciosas y es comparable a la del tabaquismo», explicaron.
«La pandemia termina con la vacunación de la población o con inmunidad colectiva a través de una infección extensa de la población. Sin embargo, no existen vacunas contra la mala calidad del aire y el cambio climático. El remedio es mitigar las emisiones», recalcaron los autores.
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