«Nunca dejes de pelear hasta que la pelea termine». Con estas palabras, el personaje de Elliot Ness en la película Los Intocables (1987) resumía lo que fue su titánica lucha por apresar a Al Capone. Tuvo éxito, pero después de muchos fracasos. Y Donald Trump parece decidido a seguir el consejo. Lo ha hecho antes. Superó todo pronóstico para vencer a políticos de gran experiencia en las primarias republicanas hace cuatro años. Y también con las apuestas en contra ganó las presidenciales. Ahora está ante su reto más difícil. Pero está dispuesto a pelear hasta el fin.
Las matemáticas no mienten. Y los números que arrojan los conteos y los efectos en el complejo sistema electoral de Estados Unidos evidencian que si no demuestran que hubo fraude postal Joe Biden se alzaría con la victoria y sería el 46° presidente. Sin embargo, la diferencia es muy estrecha en algunos estados clave, y cualquier resquicio de inexactitud en los datos podría cambiar la historia. Las posibilidades son remotas, pero Donald Trump está acostumbrado a jugar con una mala mano de cartas.
Nada está decidido
Que Joe Biden está muy cerca del triunfo es cierto. Pero todavía no ha ganado. Le faltan 6 votos electorales para llegar al número mágico: 270. Y esos 6 votos están en disputa en el estado de Nevada, donde lleva una ventaja de 0,6% cuando se han contabilizado 75% de las papeletas. Trump lleva 214 votos electorales. Lleva ventaja en 4 estados en disputa. Si gana en ellos, sumaría 54 votos y alcanzaría 268. Está obligado a mantener esos estados y «voltear» la tendencia en Nevada. Es su última oportunidad.
Aunque no luce nada fácil, llegar a este punto es gran logro para Trump. Pocos días antes de las elecciones, todos los pronósticos de las encuestadoras y de los analistas electorales daban por sentado una victoria aplastante de Biden. Sin embargo, todavía no ha sonado el silbato y puede haber tiempo extra. Incluso, si pierde en definitiva, es muy posible que el margen sea muy estrecho. Y esto podría dar a Donald Trump nuevos bríos, ahora como ex presidente.
Este año Donald Trump tuvo que conducir a su país a través de circunstancias particularmente difíciles. La pandemia por un lado y las protestas raciales por el otro le dejaron poca capacidad de maniobra. La primera le puso a escoger entre acabar con la economía o poner vidas en riesgo. Cualquier medida resultaba muy impopular. La segunda, le obligaba a utilizar la fuerza o permitir mayores desórdenes. Una vez más, cualquier acción sería muy criticada.
Y aún así, con todos esos problemas y con la enorme cantidad de voces en su contra, todavía tiene una posibilidad -remota, pero posibilidad al fin- de ganar. Un gran logro.
Batalla legal
El comité de campaña de Donald Trump se ha dirigido a los tribunales de varios estados en un intento por detener el conteo de votos e invalidar las boletas que aún no se han contado, ya que los resultados siguen estando demasiado cerrados para dar un ganador.
En una serie de demandas presentadas al día siguiente de las elecciones, el comando de campaña republicano pidió que se detuviera el conteo de votos en Pensilvania y Michigan. Alegaron que a los republicanos se les negó ilegalmente el acceso para observar el proceso.
La Corte Suprema de Nevada le dio a los republicanos hasta el lunes para completar las presentaciones escritas en un caso que intentó detener el conteo de boletas por correo en Las Vegas.
En Georgia, el comando de campaña dijo que recibió información de que las boletas que llegaron tarde se mezclaron incorrectamente con las boletas válidas. Le pidió a un juez que emitiera una orden asegurándose de que las boletas que llegaban tarde estuvieran separadas para que no se contaran.
También solicitarán un recuento de todas las boletas en Wisconsin después de que Biden fuera declarado ganador en ese estado el miércoles temprano.
El juez de distrito Emmet Sullivan está supervisando una demanda de Vote Forward, la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color y defensores de la comunidad latina, que exige que el servicio postal entregue las boletas por correo a tiempo para ser contadas en las elecciones. Sullivan dijo el miércoles que el director general de correos Louis DeJoy debe responder preguntas sobre por qué el Servicio Postal no completó una revisión ordenada por la corte de boletas no entregadas en aproximadamente una docena de estados antes de la fecha límite del martes por la tarde.
El próximo paso
Si, en definitiva, se declara a Joe Biden como el ganador, aún habrá que voltear la vista hacia Donald Trump. Quizás termine reescribiendo la frase de Los Intocables: «Nunca dejes de pelear, ni siquiera después de que la pelea terminó«, podría decir. Y es casi seguro que así lo hará.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que Trump seguiría en la Casa Blanca hasta enero, cuando se produzca la asunción de Biden. En este par de meses, seguramente mantendrá su discurso centrado en dos aspectos clave: el «fraude» electoral y la «crisis» que se avecina para Estados Unidos con un gobierno «de izquierda». Así mismo, pisará el acelerador en algunas medidas que le permitan extender su influencia más allá de su mandato. Aunque el paso más importante ya lo dio: garantizar una mayoría conservadora en la Corte Suprema de Justicia.
Después de enero
Pero estos son solo un par de meses. Luego viene toda una vida como ex presidente y es previsible que, a diferencia de sus antecesores, Donald Trump se mantenga en la arena política. Después de todo, casi la mitad de los electores (48%) le dio su respaldo. Con ese capital político es mucho lo que puede hacer. En otras palabras, el juego no terminó, sino que ahora va a jugar en la cancha contraria.
Ser un ex presidente puede ser una vida cómoda y tranquila en su mayor parte. Jimmy Carter construye casas. George W. Bush pinta. Después de dejar la Casa Blanca, Barack Obama hizo kitesurf con Richard Branson en su isla privada en las Islas Vírgenes Británicas. Bill Clinton da algunas conferencias.
El caso de Donald Trump promete ser muy distinto. A diferencia de los antiguos residentes de la Casa Blanca, es una figura inquieta con pocos intereses fuera de su propia carrera empresarial y política. Su único pasatiempo conocido es jugar al golf en sus propiedades (una actividad que le sirve para hacer negocios y hacer política). Tampoco tiene muchos amigos tradicionales. Siempre ha estado en medio de la atención del público.
Ha estado ligado a los medios de comunicación, los concursos de belleza, los negocios. Es, después de todo, un hombre que ni siquiera pudo pasar un fin de semana entero encerrado en un hospital mientras estaba enfermo de COVID-19 a principios del mes pasado. En esa ocasión, dio un paseo por el Centro Médico Walter Reed para saludar a sus seguidores.
Es poco probable que la era Trump termine cuando finalice su presidencia. Es casi seguro que su pospresidencia sea tan disruptiva y rompedora de normas como lo ha sido su presidencia. Y sobre todo, buscaría dificultar mucho el trabajo de su sucesor.
Contrapeso a Biden
Al dejar formalmente el cargo se establecería como una especie de «ex presidente en ejercicio», en medio de su propia burbuja de seguidores y colaboradores, controlando la arena republicana e interviniendo en la política de Estados Unidos y en todo el mundo.
Un presidente que no estuvo dispuesto a respetar los protocolos es casi seguro que los traspasará luego de dejar el cargo. Hay algunos escenarios probables, pero sobre todo muchos rumores. Se ha hablado de un programa de televisión. Sus detractores aseguran que planea usar sus propiedades para sacar provecho de la protección de su vida a cargo del Servicio Secreto. Hay teorías un tanto absurdas de que se dedicará a vender secretos o influencias estadounidenses a gobiernos extranjeros.
Pero lo que luce como muy probable es que dedique mucho tiempo y esfuerzo a convertirse en una fuerza de choque para el gobierno de Joe Biden. Y es algo que muy probablemente comience a hacer tan pronto abandone la Oficina Oval.
Jugar con las mismas cartas
Donald Trump empezará su ex presidencia con un aspecto a su favor. La crisis del coronavirus no desaparecerá cuando deje el cargo. Y será Joe Biden quien deberá manejar el problema a partir de ahora. En cambio, Donald Trump estará fuera del Gobierno, responsabilizando a las nuevas autoridades por las muertes, el desempleo, la recesión, el cierre de empresas, las amenazas a la libertad y todo lo malo que ocurra.
Después de todo, se trata de una pandemia que ha abierto una recesión global que el FMI y el Banco Mundial comparan con la Gran Depresión. Además, la experiencia en Europa, en Japón, en Israel y en los países que han sido más exitosos en el manejo de sanitario y financiero, muestra que las perspectivas son poco alentadoras.
Para Joe Biden la tarea será lograr detener la pandemia y salvar la economía. Deberá tener éxito donde han fracasado Europa, Asia y América Latina. De lo contrario, tendrá que explicar por qué el gobierno de Donald Trump es responsable de fracasar, pero el suyo no. Ninguna tarea será fácil, especialmente con el expresidente señalándolo desde la acera de enfrente.
Un conocido deportista de los Estados Unidos acuñó una frase que en ese país suelen aplicar en estos casos: «El juego no termina sino hasta que termina». Y por lo visto, todavía falta un buen trecho por jugar.
Lea también: