Por Raquel Godos | Efe
05/05/2016
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La ya inevitable nominación del magnate Donald Trump como candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos ha puesto en evidencia la excepcional situación política que vive el país al escenificar una victoria aplastante que hace meses, cuando presentó su candidatura, todos creían imposible.
Sin experiencia política previa y basando su discurso en el ataque a la esencia y el corazón del partido por el que se presentó, Trump ha roto todas las predicciones y superado todas las expectativas, colocándose a apenas un paso de ser el próximo inquilino de la Casa Blanca.
«Creo que hemos -y, específicamente, he- subestimado al Sr. Trump. Hicimos malas suposiciones, malas interpretaciones de los datos y perdimos las conexiones a lo largo del camino», reconoció hoy Nate Cohn, destacado analista del diario The New York Times, en un artículo titulado «En lo que me equivoqué sobre Donald Trump».
Los expertos han tenido que recular en sus apuestas sobre los resultados de las primarias republicanas a medida que el magnate se iba consolidando como el candidato más fuerte de entre los diecisiete que llegaron a presentarse, hasta reconocer por fin, con su victoria de este martes en Indiana, que era el nominado inevitable.
Pero, ¿por qué un error de cálculo tan mayúsculo?
«Una tendencia que hemos visto en los últimos periodos electorales es una disminución en el poder de los partidos en cuanto a la conformación de las campañas presidenciales», explicó a Efe el profesor en Ciencia Política de la Universidad Northern Iowa, Justin Holmes.
«Obama tampoco fue el candidato que se esperaba en 2008, pero fue capaz de construir su propia campaña ligeramente fuera de la corriente del partido. Creo que mucha gente ha tardado en reconocer esta disminución (de su influencia)», añadió el experto.
En cuanto a Trump, Holmes recordó que desde aquel famoso día de junio pasado en el que el magnate descendió las escaleras en una de sus torres de Nueva York para anunciar sus aspiraciones, existía la convicción de que «de alguna manera» el Partido Republicano lo detendría, «pero nadie fue capaz de explicar cómo».
«Creo que otro aspecto es que Trump básicamente lo hace todo ‘mal’ como candidato. Dice cosas que son ridículas y ofensivas para grandes sectores de la población. Tiene una visión personal de las cosas muy limitada (…), y está bastante lejos de lo que esperamos de un candidato ganador, por lo que la gente tendía a pensar que no lo lograría», agregó.
Sin embargo, lo ha conseguido, y su victoria muestra también las dificultades a nivel ideológico por las que está pasando el Partido Republicano, que incluso obligó al multimillonario a firmar un acuerdo para que respetara un posible triunfo de otro aspirante, evitando así que se presentara como independiente y dividiera el voto conservador.
Aunque los republicanos recuperaron en 2014 el control total del Congreso, el seno de la formación se ha visto paulatinamente más polarizado con el cada vez más poderoso ultraconservador Tea Party, por lo que muchos incluso han calificado su situación como una «guerra civil».
Esta lucha interna del partido se ha cristalizado a lo largo de los años en una sucesión de bloqueos legislativos y la consecuente inoperancia del Legislativo, que ha registrado los mayores índices de desafección entre los ciudadanos estadounidenses de las últimas décadas.
«(Trump) identificó un nicho en el electorado, y en gran parte se convirtió en lo que ese nicho quería de un candidato. Fue realmente capaz de capitalizar un estado de ánimo en algunos sectores que se sienten abandonados y enfadados con los cambios que ocurren a su alrededor», opinó el profesor de Ciencia Política.
Es lo que a lo largo de estas primarias se ha denominado como «sentimiento anti-aparato» o «sentimiento antisistema», un estado de ánimo que Trump, sin duda, ha sabido captar.
La cuestión ahora es cómo ese partido al que ha desdeñado en los últimos meses le aceptará y apoyará como candidato presidencial.
«Están en una situación difícil. Al aparato no le gusta Trump. Al electorado no parece gustarle Trump (independientes, e incluso un buen número de republicanos). La pregunta es, ¿Qué tan dispuestos están a apoyar Trump para evitar que (Hillary) Clinton gane?», se plantea el profesor. La respuesta llegará en los próximos meses.