Por Andrés Tovar
08/12/2016
Este jueves se confirmó que Donald Trump «selló» la designación de Scott Pruitt para llevar las riendas de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), informó The New York Times. Sin aventurarnos a priori en lo que pueda suceder, lo cierto es que los antecedentes y posturas sobre los temas ambientales de quién venía ejerciendo como fiscal general de Oklahoma hacen de ésta una noticia no muy buena para todos los involucrados en la protección del medio ambiente a nivel mundial.
Hagamos una retrospectiva…
La EPA es la encargada de crear y hacer cumplir las regulaciones federales en EEUU relacionadas con el uso del aire y el agua, en gran medida guiadas por leyes como la Ley de Aire Limpio y la Ley de Agua Limpia, aprobadas por por el Congreso en la década de 1970. Bajo la legislatura saliente del presidente Barack Obama, la EPA ha sido particularmente activa en la formulación de nuevas normas sobre las plantas eléctricas de carbón, automóviles, camiones, y las operaciones de petróleo y gas, todo con la vista puesta en la reducción de los contaminantes atmosféricos convencionales y poner freno a los gases de efecto invernadero que causan el cambio climático.
Pero Pruitt ha sido un opositor ardiente de estos esfuerzos durante años. Se llama a sí mismo el «principal impulsor de la agenda contra la EPA» y durante mucho tiempo ha insistido en que los estados a menudo pueden regular la contaminación mejor que el gobierno federal.
Al ser designado como el principal fiscal de Oklahoma en 2011, Pruitt se ha unido o ha llevado demandas estatales para bloquear prácticamente todas las principales regulaciones federales en torno a la contaminación del aire y el clima que la EPA de la administración Obama ha presentado. Él mismo llevó una demanda para detener una regla importante para limitar la contaminación por mercurio de las plantas de carbón, y anexó otra para detener una regla que buscaba reducir la contaminación de smog que cruzó las fronteras estatales (Ambas reglas hacen que sobrevivan estos problemas).
Por el momento, Pruitt es parte de otra demanda para bloquear los esfuerzos de la EPA para abordar el calentamiento global a través del Plan de Energía Limpia, que tiene como objetivo reducir las emisiones de dióxido de carbono de las centrales eléctricas. También ha cuestionado y tergiversado la ciencia del cambio climático. En un artículo del National Review de mayo pasado, escribió: «Los científicos siguen en desacuerdo sobre el grado y el alcance del calentamiento global y su conexión con las acciones de la humanidad» (lo cual no es realmente cierto).
Pruitt, un abogado privado durante la década de 1990 antes de convertirse en senador del estado de Oklahoma para el período 1998-2006 y ocupar un preponderante puesto en el GOP (partido Republicano), proviene de un estado con importantes operaciones de petróleo y gas – aunque también tiene ensayos en energía eólica-, por lo que ha sido más ganado a los argumentos de la industria que de las preocupaciones ambientalistas a lo largo de su carrera.
En 2011, Pruitt escribió una carta a la EPA argumentando que los reguladores federales estaban exagerando las prohibiciones de contaminación atmosférica procedente de pozos de gas natural. El New York Times develó posteriormente que esa carta fue escrita realmente por los abogados de Devon Energy, una de las mayores compañías de petróleo y gas del estado. «Los funcionarios de Devon también acudieron al Sr. Pruitt para motivar a otros abogados y gobernadores republicanos a oponerse a una norma propuesta por la Oficina de Administración de Tierras que regularía la fracturación hidráulica o fracking en tierras federales».
¿Desmantelar la EPA? (podría, pero tampoco es tan fácil)
En general, una nueva administración tiene el margen de maniobra para establecer una nueva dirección para la EPA. Y las prioridades generales de Pruitt parecen claras: menos regulación federal, menos preocupación por el cambio climático y mucho más libertad para que los estados supervisen sus industrias si así lo consideran necesario.
Pero tampoco es tan sencillo. El plan de energía limpia de la administración Obama, aprobado en 2015 con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono del sector de energía, está aún en los tribunales federales, que todavía discuten su destino. Si se aprueba, la EPA sería requerida por la ley para implementar el plan. Y, si Pruitt quiere derogarlo y reemplazarlo, tendría que pasar por un nuevo y largo proceso judicial y volver a esperar la decisión de los tribunales. Un beneficio del sistema, si se mira del lado del crisol de los ambientalistas.
Pero, en contraste, un nuevo administrador en la EPA hostil a la regulación federal sin duda podría trabajar para evitar nuevas reglas y podía ralentizar toda regulación anti-contaminación.
En fin, la EPA seguro deberá prepararse para un cambio importante con la orientación política de Pruitt. La gran pregunta es si el propio ex fiscal sea capaz de encajar su visión en una burocracia compleja como la estadounidense, que no cambia de rumbo de la noche a la mañana. Los propios Ronald Reagan y George W. Bush intentaron en sus legislaturas implementar normas ambientales aparte de las ejecutadas por EPA y le fueron bloqueadas por los tribunales, por los grupos ambientalistas expertos en litigios, por funcionarios de carrera, y por la pura inercia.
Estamos a punto de averiguar si la era Trump / Pruitt es radicalmente diferente.