El presidente Donald Trump y el retador demócrata Joe Biden se reunieron por segunda y última vez en un escenario de debate. Un cara a cara público que habían programado antes fue suspendido debido a que el mandatario republicano se convirtió en uno de los millones de estadounidenses que contrajeron el coronavirus.
Para Trump, el enfrentamiento en la Universidad Belmont de Tennessee fue quizás la última oportunidad para cambiar la dinámica de una carrera dominada, para su disgusto, por su respuesta a la pandemia y sus consecuencias económicas. Para Biden, fueron 90 minutos para intentar consolidar una ventaja aparente, a menos de dos semanas de las elecciones.
A diferencia del primer debate, hubo más «cordialidad» en este segundo encuentro. En especial Donald Trump, que fue muy duro el 30 de septiembre, tuvo una actitud mucho más comedida en esta oportunidad. Incluso fue condescendiente con Kristen Welker, pese a que la moderadora no ocultó sus simpatías por Biden. En todo caso, el presidente prefirió centrarse en su oponente y obviar la evidente falta de imparcialidad de la periodista de la cadena NBC.
El presidente entró al debate contra las cuerdas. Una mala actuación habría acabado con cualquier posibilidad de remontada. Trump estaba claro. Se abstuvo de interrumpir, contrastó sus políticas con las propuestas de Joe Biden y definió a su oponente como un político de carrera, que en casi medio siglo en la vida pública ha producido pocos logros tangibles.
No se dirigió a los votantes demócratas ni a los independientes. Pareció más concentrado en convencer a republicanos vacilantes y votantes blancos de bajos ingresos y sin títulos universitarios. Habló a su base de electores para tratar de repetir la exitosa campaña de 2016.
Coronavirus, el talón de Aquiles
A finales del año pasado y principios de 2020 todo parecía fácil para Trump. La reelección lucía como pan comido. Los sondeos de opinión lo colocaban como claro favorito. Y las primarias demócratas no mostraban un contendiente que pudiera hacerle peso. Pero todo eso cambió con la llegada de la pandemia del coronavirus. La dificultad para manejar la crisis sanitaria sigue siendo la herramienta de los demócratas. Estados Unidos tienen los peores registros en términos de incidencia, pero no de mortalidad. Comparativamente, países con un cuatro de su población han tenido más muertos por millar de habitantes. Los medios, que siempre han estado en contra, encontraron como pasarle una factura.
Por esta razón, el tema de apertura del debate era completamente predecible. Trump ha recibido variaciones de la misma pregunta en veintenas entrevistas. Se ha limitado a contestar con frases optimistas y futuras soluciones. Rara vez ha dado una respuesta clara, pero hasta ahora nadie con responsabilidades de gobierno la tiene.
Esta vez no fue distinto. Cuando se le pidió que describiera su plan para el futuro, se dedicó a hablar de que su manejo anterior no tuvo fallas y predijo una pronta reversión optimista de la pandemia. «Estamos doblando la curva, estamos doblando la esquina, el coronavirus «se va a ir», afirmó.
Biden, que trata de aprovecharse de la catástrofe que ha sido el coronavirus en el mundo, llegó preparado, pero no con una solución para erradicar la pandemia. «Cualquiera que sea responsable de tantas muertes no debería permanecer como presidente de Estados Unidos de América. Trump dice estamos aprendiendo a vivir con eso. Yo creo que la gente está aprendiendo a morir con eso», dijo.
La relación de Biden con China
Para Donald Trump la mejor defensa suele ser el ataque. Más allá del manejo de la crisis sanitaria, puso el énfasis en el origen. El coronavirus viene de China y allá están los responsables. Por eso ha preferido llamarle «virus chino». Cuando se le acusó de que incitaba a la xenofobia, cambió la denominación a «virus del Partido Comunista Chino».
Y dio un paso más en su estrategia de ataque. Recordó los vínculos de Hunter Biden, hijo del candidato demócrata, con empresarios chinos y ucranianos en negocios no muy claros. Le pidió a su oponente que explicara los correos electrónicos recientes que revelan detalles sobre los negocios extranjeros de su familia. Trump se refería a los informes que publicó The New York Post, los cuales informan que Hunter Biden se benefició de los negocios en China y Ucrania por la posición de su padre en la Casa Blanca, cuando era el vicepresidente de Barack Obama. “No gano dinero con China, tú lo haces. Yo no gano dinero con Ucrania, tú lo haces ”, dijo Trump y puso la pelota en la cancha contraria.
La economía
En el plano de los ataques personales y las acusaciones, hubo cierta paridad entre Trump y Biden. Pero al entrar en materia económica, ambiental y social, se mostraron las fortalezas y debilidades. Aquí, Trump tomó ventaja.
El candidato demócrata intentó decir que Trump se centraba demasiado en la economía. El presidente dijo que no quiere cerrar el país por la pandemia del virus del Partido Comunista Chino. «Si cierras la nación, no tendrás nación. La cura no puede ser peor que el problema”, dijo.
Energía y cambio climático
Trump y Biden se enfrentaron sobre el cambio climático en la primera discusión extensa acerca del tema en un debate presidencial en 20 años. Biden hizo sonar la alarma para que el mundo aborde el problema del calentamiento global. Trump se atribuyó el mérito de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París y afirmó que estaba tratando de salvar empleos, al tiempo que se atribuía el mérito de tener el aire y el agua más limpios que la nación ha visto en generaciones.
Biden, aprovechando un tema de particular importancia para su base, pidió una inversión masiva para crear nuevas industrias amigables con el medio ambiente. “Nuestra salud y nuestros trabajos están en juego”, dijo.
Durante el debate, Trump le preguntó repetidamente a Biden si «cerraría la industria petrolera». El ex vicepresidente dijo que «sí haría la transición de la industria petrolera» y que la reemplazaría por energía renovable «con el tiempo». Trump aprovechó el comentario de Biden como «una gran declaración» e hizo un llamamiento directo a los votantes en estados productores de energía como Texas y Pensilvania, un escenario clave para la elección del 3 de noviembre.
Trump calificó las propuestas de política energética de Biden como una «quimera» y dijo que «vamos a tener la mejor economía del mundo, pero si quieres matar la economía, deshazte de la industria petrolera». La reactivación de la industria de los hidrocarburos, el empuje de nuevas tecnologías -como el fracking- y prospecciones de nuevos yacimientos -como la Cuenca Pérmica- han sido uno de los ejes fundamentales en los programas económicos de la actual administración.
El racismo y los conflictos sociales
El racismo ha sido un asunto particularmente álgido este año. En teoría, la balanza se inclina un poco a favor de Biden. Por un lado, fue el segundo de abordo en el mandato del primer presidente negro en Estados Unidos. Además, su compañera de fórmula Kamala Harris es hija de padre jamaiquino y madre de la India. Aunque Trump ha sido atacado por sus supuestas simpatías con grupos supremacistas blancos, la ventaja aparente de Biden no se ha traducido en un mayor apoyo de la comunidad afroamericana. Al contrario.
Welker ofreció múltiples oportunidades para hablar directamente con los afroamericanos. Tanto Trump como Biden dijeron que entendían los desafíos que enfrentan los ciudadanos negros, pero este segmento del debate consistió principalmente en que se atacaran mutuamente. Trump culpó a Biden como una fuerza casi singular detrás del encarcelamiento masivo, especialmente de «jóvenes negros». Trump se declaró a sí mismo «la persona menos racista en esta sala» y repitió su afirmación de que «nadie ha hecho lo que yo he hecho» por los afroamericanos «con la excepción de Abraham Lincoln, posible excepción».
Biden, en respuesta, llamó a Trump un «racista» que «echa leña a cada fuego racista». El ex vicepresidente no sacó a este tema el provecho que se podría esperar. Las encuestas sugieren que muchos votantes jóvenes de color no apoyan a Trump, pero tampoco están particularmente entusiasmados con Biden. Es poco probable que su debate final haya alterado esa visión.
Política exterior
Biden finalmente tuvo la oportunidad de hablar un poco de política exterior. Pero solo un poco. Al ex vicepresidente le encantó el tema en los primeros meses de las primarias demócratas, pero las elecciones generales han estado dominadas por la pandemia y otras crisis nacionales.
Aprovechó para cuestionar la relación de Trump con el dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un. «Su amigo, que es un matón», dijo Biden, argumentando que la cumbre de Trump con Kim «legitimó» a un adversario estadounidense y una potencial amenaza nuclear.
Trump defendió su «tipo diferente de relación … una muy buena relación» con Kim, lo que llevó a Biden a replicar que las naciones «tenían una buena relación con Hitler antes de que él, de hecho, invadiera el resto de Europa».
Sin embargo, no hubo una profundización en un conjunto de problemas complejos. Los altibajos en la relación de Trump con la Unión Europea, la creciente amenaza de grupos extremistas apoyados por dictaduras latinoamericanas o el aumento de la influencia de China y Rusia en occidente no fueron abordados.
El complejo tema de la salud
Trump y Biden buscaron posicionarse como el defensor de la atención médica para los estadounidenses. Ambos son muy conscientes de que se trata de uno de los principales problemas para los votantes. Incluso, lo era antes de que la pandemia de coronavirus golpeara a la nación. Trump dijo que el plan de Biden era reforzar la ley de la era de Obama con una «opción pública», lo que equivalía a un paso hacia la medicina socializada.
La última oportunidad
Fue la última oportunidad para Trump y Biden, en su intento por convencer a los indecisos de cara a las elecciones. Para el aspirante a la reelección, el escenario es complejo. Las encuestas -que se equivocaron en 2016- lo muestran en desventaja. La brecha se está cerrando y el tiempo se agota. Pero en elecciones nada de lo escrito es definitivo.
Trump estaba muy claro en la importancia del último debate. La vez pasada, Trump lució demasiado agresivo. Esta vez hizo lo inesperado. Mostró un lado mucho más dócil y razonable de sí mismo mientras se mantenía firme y enfocado en su mensaje. Fue más disciplinado que en el debate anterior.
Biden dio una actuación sólida, aunque muy poco inspiradora. Evitó parecer viejo o cansado, lo cual es buena señal para su campaña. También tuvo éxito en evitar que Trump le hiciera perder el equilibrio. Logró capear el temporal con respecto a Hunter Biden.
Posiciones opuestas
En lo económico, Biden tiene poco que mostrar. Si bien el cambio climático obliga a una transición energética y financiera, el demócrata no presenta una alternativa clara a un electorado preocupado por el empleo, los ingresos y la estabilidad.
Trump, por su parte, presta poca atención al tema ambiental. Se concentra en sus esfuerzos por salvar la economía. Y aunque Biden le acusa precisamente de dar demasiada importancia al tema económico, esta preferencia no es algo que al votante medio le resulte molesto.
El presidente está apostando por la fórmula que le llevó a la Casa Blanca hace cuatro años y que parecía seguir funcionándole hasta que el coronavirus apareció en la escena. La crisis sanitaria se está convirtiendo para su campaña en el equivalente de lo que fueron los atentados 11-M para la del PP en 2004. Una crisis de origen externo echó por tierra lo que lucía como una victoria cantada.
En este debate, Trump intentó posicionar su propuesta y Biden buscó aprovechar las circunstancias ligeramente favorables a su campaña. El 3 de noviembre servirá para desvelar quién ha tenido éxito.
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