POR CAMBIO16
24/07/2017
El presidente de EEUU, Donald Trump, apoya un proyecto de ley anunciado este fin de semana por las dos Cámaras del Congreso estadounidense para aumentar las sanciones a Rusia debido en parte a su supuesta injerencia en las elecciones de este país, dijo la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders.
“Apoyamos el proyecto de ley tal y como está ahora”, afirmó Sanders en una entrevista con la cadena de televisión ABC News.
La Casa Blanca se había opuesto a una versión anterior del mismo proyecto, debido sobre todo a que el plan limitaba la capacidad de Trump de levantar las sanciones a Rusia.
El nuevo proyecto de ley, que incluye también nuevas sanciones a Irán y Corea del Norte, mantiene ese límite: si Trump quisiera suspender las restricciones o hacer cambios “significativos” en la política hacia Rusia, debería informar al Congreso y éste tendría 30 días para decidir si le permite hacerlo.
El secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, también advirtió el mes pasado de que aumentar las sanciones a Moscú complicaría su esfuerzo para enderezar las relaciones con Rusia, e instó a los legisladores a dar “flexibilidad” a Trump para desarrollar su política exterior.
No obstante, Sanders aseguró el domingo que el Gobierno de Trump “apoya ser duros con Rusia, y en particular imponer estas sanciones”.
El acuerdo del Congreso es sancionar a Rusia por la injerencia en la campaña presidencial estadounidense y la anexión de Crimea e Irán, mientras que a Corea del Norte se le sancionará por los ensayos de misiles balísticos.
En el borrador del proyecto de ley de sanciones se prevén nuevas limitaciones a las industrias de defensa, inteligencia, minería, transporte y ferroviaria, y se restringen los acuerdos con los bancos y las empresas de energía rusas, mientras que se imponen sanciones a Irán con la excusa de su programa de misiles balísticos.
Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, las relaciones de Estados Unidos tanto con Irán como con Rusia han empeorado de manera significativa, hecho que se debe en parte a la presencia de varios altos cargos de tendencia derechista e intervencionista en la nueva Administración norteamericana.