El 10 de diciembre de 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Sin embargo y a pesar de que han pasado 71 años luego de ese día, aún en el mundo se siguen vulnerando los derechos más fundamentales de millones de personas. No obstante, hay historias de luz y esperanza.
On #HumanRightsDay, we call for human rights education to be accessible to everybody, everywhere. It is a powerful tool to enable our participation in building societies where human rights are valued and respected.
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— UN Human Rights (@UNHumanRights) December 9, 2019
En el espíritu de la impulsora de esta declaración, Eleonor Roosevelt, los derechos humanos deben ejercerse hasta en los lugares que no aparezcan en ningún mapa. Pues si bien las instituciones y las constituciones a lo largo y ancho del mundo pueden garantizar estos derechos, solo nosotros, los ciudadanos podemos ejercerlos.
Víctimas vs. agentes de cambio
Hasta el momento de la consulta en España han muerto 55 mujeres por violencia de género, de acuerdo con el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con la Cortes e Igualdad. En este sentido, Ana Bella Estévez, superviviente de este tipo de violencia señala que dentro de la Unión Europea, España no es la que está peor parada.
Señala que si mal no recuerda en Alemania hubo 147 feminicidios para 2017. Mientras que en Honduras se asesinan 1000 mujeres al año y en México nueve mujeres cada día. Ana Bella lo llama el Holocausto del siglo XXI. Todos sabemos que sucede, pero pasa desapercibido.
Tras sufrir once años de maltrato, dio un giro inesperado a su vida. Denunció y buscó ayuda. Hoy se desempeña como una exitosa emprendedora que busca incansablemente cambiar el foco sobre esta pandemia mundial, como lo ha tipificado la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Cuatro mujeres asesinadas por el machismo criminal. Cuatro asesinatos que elevan a 1032 las víctimas de la #ViolenciaDeGénero en España desde 2003. Nuestro cariño para sus familias. La unidad de los demócratas es imprescindible para combatir la #ViolenciaMachista.#NiUnPasoAtrás https://t.co/zzmuZ4Vqrg
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) December 3, 2019
A cara descubierta
A partir de 2002, decidió salir a cara descubierta en los medios para mostrar que las mujeres maltratadas no son solo víctimas que merecen ser estigmatizadas, sino supervivientes, agentes de cambio valiosas y necesarias para las empresas.
Diecisiete años lleva su periplo, luchando contra esta violación de los Derechos Humanos, porque la violencia de género es simplemente la vulneración de los más fundamentales derechos por el hecho de ser mujer. Explica que no se trata de 1200 millones de víctimas en el mundo, sino de 1200 millones de hombres que ejercen violencia contra la mujer.
Ana Bella comenta que ha estado en un supermercado, donde se está haciendo un protocolo de detección y actuación en caso de que las mujeres sean víctimas de violencia de género y que ha lanzado 27 medidas de apoyo a mujeres que han sido maltratadas.
También una empresa fabricante de coches, de 15 mil empleados, ha firmado un protocolo de protección a las víctimas, plantilla que ella misma ha estado formando. De manera que se pueda reconocer quién está siendo maltratada, cómo abordarla y ayudarla.
Ana Bella apunta que es necesaria la educación en valores para combatir este flagelo: «¿De qué me ha servido la matrícula de honor? Me tenían que haber enseñado a amarme a mí misma». Fue escogida entre 40 millones de personas como una emprendedora que está cambiando al mundo. Pertenece a la red mundial de emprendedores de Ashoka , una fundación de 1981 que busca agentes de cambio en el mundo.
Para esta sevillana, educar en valores significa encontrar la felicidad y satisfacción en sí misma. De manera que «generemos sociedades más justas, donde los derechos humanos sea lo normal o lo normalizado».
Su valiente decisión no solo la sacó de la violencia, sino que ha formado a 150 mil personas en la detección de señales de alarma y ha transformado a 25 mil mujeres de víctimas a supervivientes, entre muchos otros logros.
Educación de calle
Educación de calle o en la calle. Graciela Asperilla Fernández es una española que tiene 11 años en Santa Cruz, Bolivia haciendo trabajo de calle. Llegó hasta allí para visitar a una amiga y se quedó. Luego de algunos intentos, logró fundar Son de Vida, una organización que brinda educación y contención a los niños en situación de calle.
También hace un año estableció la escuela Alba, una escuela de educación integral, autogestionada, que también cuenta con becas. Con esta escuela, todo comienza con un grupo de padres que quieren salir del sistema educativo, porque sus hijos estaban teniendo problemas en la escuela. Señala Graciela, que muchos de los niños en la calle se ven estigmatizados, porque tienen cortes en sus brazos, en sus piernas o porque los han visto en algún semáforo trabajando.
Por esta razón, los padres piden que hagan una escuela. Las investigaciones que ha realizado Graciela y su organización apuntan a que la desconexión de los niños en la calle comienza, porque primero dejan la escuela. Dice que siempre hay una conexión familiar, bien sea un tío o un vecino, pero que lo primero que abandonan es la escuela.
Estigma
Empezó a hacer integración en las bibliotecas públicas, pero a veces los niños perdían los libros, perdían los uniformes o estaban muy drogados para poder llegar… Tampoco funcionó, porque los padres de otros niños no querían que se mezclaran con los niños de la calle. De allí pasó a liderar una alternativa educativa, los niños podían ir luego de la escuela y también podían asistir los niños de la calle. Ya en 2018 sí se establece Alba.
Apunta Graciela que para que un niño salga de la situación de calle es necesario el apoyo de toda la comunidad donde se mueve. Desde que está en Bolivia, esta psicóloga de la Universidad Complutense de Madrid ha trabajado en redes, con Unicef, la gobernación, las municipalidades, etc. No obstante, menciona falta continuidad en el apoyo de la institucionalidad.
Dice que desde 2011 no ha habido ningún cambio, a pesar de todo el dinero que se ha invertido – se ha recibido ayuda desde España -, pero no hay leyes ni políticas nuevas que protejan a los niños. A esto se le suma un nuevo panorama, hay niños naciendo en la calle, sin que ninguna administración se haga cargo de ello.
Autogestión
En su empresa social, Graciela trabaja desde 2008 sin ningún tipo de financiamiento. Estuvo dos años financiando ella misma estos proyectos y luego, también se ayuda con las consultorías que hace como psicóloga.
Apunta que de acuerdo a los estándares a los que aspira el mundo la diferencia de un niño pobre en Bolivia a un niño pobre en España es abismal, por ejemplo en España no está permitido el trabajo infantil. «En Bolivia, por ejemplo, con el gobierno de Evo incluso se permitió partir de los 12 años».
Las denuncias que hace son variadas desde drogas legales como pegamento hasta un chico que estuvo en la cárcel por robar un celular durante tres años, cuando su boleta de excarcelación había salido a los seis meses. ¿Convención sobre los Derechos del Niño?
Ojos ciegos
Por lo tanto, Graciela señala que el Estado tiene una deuda con estos niños a quienes se les han vulnerado sus derechos. En cuanto a derechos humanos, apunta que no hay una verdadera conciencia por parte de los niños de lo que significa tener un derecho «lo pueden decir, pero no pueden entender lo que eso significa y tampoco pueden entender que si realmente tú tienes derecho a la vida, por qué tu vecino que está en la calle no tiene el mismo derecho que tú».
Mientras, a las instituciones les falta salir a la calle, pues trabajan con ojos ciegos. Dice que las instituciones no pueden establecer protocolos, si se desconoce la realidad de lo qué es un niño en la calle. No hay una curiosidad por saber en qué se está invirtiendo el dinero «obvio cuando vienen los administradores a hacer balances y a mirar, todo se lo ponen muy bonito, pero después de esto no hay una curiosidad por acompañarte para saber cómo están las cosas».
¿Se pueden tener esperanzas en este panorama? «Nos queda lo que yo desde el corazón pueda hacer». Cuando ya no hay instituciones ni dinero ni otros alrededor, lo único que nos queda es la fuerza interior para salir adelante. También apunta que la mejor ayuda que podemos tener es nuestra propia comunidad, si logramos conectar con quienes nos rodean desde nuestra individualidad no va importar ni gobierno ni institucionalidad para salir adelante.
Rotos en su mismo patio
Un periodista venezolano que ha tenido contacto con migrantes venezolanos y colombianos cuenta su experiencia. Se llama Leo Felipe Campos y emigró hace cuatro años a Colombia; dice que lo que paga las cuentas es la corrección de textos. Pero que para mantener el pulso periodístico trata de contar estas historias desconocidas para muchos.
A Leo una Fundación llamada PLAN – que trabajó durante un año con niñas y migrantes venezolanos- le encomendó la tarea de hacer crónicas. Estuvo en Cucúta, en Soledad cerca de Barranquilla y Bayunca, cerca de Cartagena.
Este periodista tiene aproximadamente siete años trabajando el tema migratorio venezolano. Maneja cifras, puede dar una panorámica de lo que representa para el Estado colombiano el esfuerzo de brindar educación y salud de calidad a los venezolanos, cuando ya es complejo brindarlo a sus nacionales.
“La migración -venezolana- hacia Colombia acarrea impactos negativos, pero también puede generar beneficios económicos y sociales”, dice el Banco Mundial https://t.co/pkdr0EqVn3 pic.twitter.com/vmm5oF5lRQ
— Cambio16 (@Cambio16) November 5, 2018
Sin embargo, lo que impresiona de su narrativa no son ni las cifras ni las administraciones, lo que marca son las historias. Dice que en Cucutá los migrantes llegan a zonas marginadas donde sencillamente no hay agua ni luz eléctrica. «No hay acueducto; usan letrinas».
También cuenta que conoció a una madre y una hija -prostitutas ambas-, porque al no tener ni la educación ni la información de los canales regulares para abordar su situación de migrantes te prostituyes por un techo.
Señala la historia de una niña de once años, vivaz y risueña, que no iba a la escuela y se desaparecía por períodos. Dentro de la fundación temían por ella, porque sabían de una red de prostitución infantil en el caserío.
O la historia de una familia que al no poder pagar la habitación donde vivían más de 12, le pidieron prostituir a su hija de 19 años. O la de una migrante colombiana que luego de estar en Venezuela y ser deportada -decía que los militares le rompieron el pasaporte en su cara- volvía a Colombia rota, luego de que a sus hijos los violaran. Pero a pesar de eso se forma continuamente en derechos humanos y ayuda a los migrantes venezolanos a los que recibe en su casa de una sola habitación.
Fraternidad después de todo
¿Que ha visto? Prostitución, prostitución infantil y sexo por supervivencia. Dice: «En cuanto a vulneración de los derechos humanos, todos los días se vulneran los derechos humanos de los migrantes pobres venezolanos aquí en Colombia».
Sin embargo para él, a pesar de lo que ha visto, escuchado y contado sí hay esperanzas. Porque aunque existe el que busca explotar sexualmente, también está la señora que con un único cuarto en su casa recibe gente desconocida a cambio de nada.
Hoy Día Internacional de los Derechos Humanos culminan 16 días de activismo por la igualdad, que comenzaron el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Aunque debería ser activismo para todos, nadie debería ver sus derechos vulnerados por ser mujer o niño o negro o budista.
Los medios de comunicación cumplen un papel fundamental para detener la cultura de la violación.
Durante estos #16Días de activismo contra la violencia de género, presionemos para cambiar la narrativa que culpabiliza a las vícitimas. https://t.co/chE09x8XA9 Vía @ONUMujeres pic.twitter.com/HmcsPbjWbk
— Naciones Unidas (@ONU_es) December 6, 2019
El derecho a la vida es un mensaje tan poderoso que todos deberíamos vivir, experimentar y divulgar. Existen la institucionalidad, las leyes, los tratados y protocolos, pero también estamos los ciudadanos -los medianamente informados y formados- que algo podemos aportar.
Ciudadanos como Ana, Graciela o Leo que desde sus posibilidades han mirado más allá de sí mismos para demostrar que sí podemos conectar, salir adelante y ayudar. Más que protocolos y tratados, pareciera que en el siglo XXI los Derechos Humanos reclaman mayor fraternidad.#SinDejarANadieAtrás
Para más información viste Cambio16.com
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