Por Andrés Tovar
07/06/2018
Esta semana, el nuevo gobierno socialista acordó ofrecer tratamiento de fertilidad gratuito a lesbianas y mujeres solteras, una medida que la administración anterior canceló en 2014. «Hoy la misoginia ha terminado», tuiteó la secretaria de Estado para la igualdad, Soledad Murillo el viernes. Mientras que la portavoz del gobierno Isabel Celaa celebraba la medida que coincidió con las celebraciones del orgullo LGBTI en Madrid.
En 2013 el requisito era el de esterilidad y solo para mujeres heterosexuales con pareja. Pero hoy se acabo la misoginia. El Sistema Nacional de Salud recupera reproducción asistida para mujeres lesbianas o mujeres sin pareja. El Gobierno devuelve #derechos
— Soledad Murillo (@soledad_murillo) 6 de julio de 2018
Pero la medida, más allá de las razones reivindicativas relacionadas con la discriminación por la orientación sexual, busca revertir una realidad de un país en soporte vital desde la década de los 90.
España «ostenta» actualmente el título del país con la tasa de fertilidad más baja de Europa. Algo preocupante en un país donde la población mayoritaria es adulta y en donde la natalidad es uno de los pilares de la sostenibilidad de las pensiones. Asimismo, las españolas son las europeas que más tarde tienen a su primer hijo, con la tasa más elevada de madres primerizas mayores de 40 años. Un 6,6%.
Ciertamente la última crisis financiera no ayudó en nada a fomentar las ganas de ser madre. Pero la tasa de fertilidad de España ha sido históricamente una de las más bajas de Europa (aunque ha estado aumentando ligeramente desde 2013). Ahora, la gran pregunta es si un tratamiento de fertilidad gratuito tenga en realidad un efecto drástico en la tasa de fertilidad.
Tratamiento de fertilidad gratuito… ¿y después?
El año pasado, España designó a un comisionado para enfocarse en el problema demográfico. El desempleo y una economía tambaleante. Así como la falta de gente joven ciertamente contribuyen a las bajas tasas. Pero también están vinculados a la igualdad de género, el acceso a la atención infantil y las actitudes sobre el trabajo y el matrimonio.
La investigación ha demostrado que la asistencia financiera ayuda. Pero obviamente el cuidado de los niños tiene un efecto más significativo. Datos como los divulgados recientemente por Save The Children lo demuestran. Una de cada 10 madres solteras en España está en situación de pobreza. Y el 80% de las familias con un solo adulto a cargo están encabezadas por mujeres. Por consiguiente, se trata alrededor de un millón y medio de hogares. Y de ellas, una de cada 10 se encuentra en situación de pobreza severa. Una situación que incide sobre la salud, tanto física como mental, de las madres y de sus hijos.
“Se trata de madres que tienen que hacer frente sin ayuda a las responsabilidades del hogar. Con muchas dificultades para conciliar la vida familiar y laboral. En su caso, las políticas de empleo no son suficientes si no van acompañadas de medidas sociales que permitan y favorezcan la conciliación y el cuidado de los hijos”, explica la organización.
El derecho de nacer no es sólo nacer
No hay nada de fórmulas misteriosas en ésto. Los países de la región escandinava y -más cercano a España- Francia, son modelos de éxito. Mantienen altas tasas de fertilidad desde fines de la década de 1990 y hasta la década de 2000, cuando el resto de Europa luchaba por reproducirse. Su ecuación es sencilla. La idea de una familia moderna basada en la igualdad de género con poderosas políticas gubernamentales.
Esto es mucho más difícil de implementar que un tratamiento de fertilidad gratuito. Por ende, si no hay una política integral que atienda la situación socioeconómica de las madres (y una clara explicación de cómo sustentarla), el «fin de la misoginia» anunciado por el gobierno será sólo un espejismo mediático-populista.