Con las emisiones de carbono y su reducción, algunos países vienen actuando como los fumadores a quienes obligan a dejar el cigarrillo: siguen fumando a escondidas. Como una manera de incentivar la reducción de los gases de efecto invernadero se crearon dos programas: las compensaciones de carbono y los bonos verdes. Pero una investigación de Climate Home y Unearthed encontró que varios proyectos beneficiados por estos programas en Camboya y Brasil han presentado resultados que no se corresponden con la deforestación que muestran los satélites.
Citan los casos del proyecto Tumring, en Camboya, y los de Rio Preto-Jacundá y Maísa, en Brasil, que siguen vendiendo compensaciones de carbono a Uber, Marathon y ArcelorMittal pese al repunte de la deforestación. Que estas empresas sigan utilizando créditos de los tres proyectos para compensar sus emisiones, sin que nada que lo impida, plantea serias dudas sobre Verra, el organismo normativo del mercado voluntario del carbono, que supervisa los proyectos.
Compensaciones de carbono
Las compensaciones de carbono son un método para reducir la huella de carbono de una empresa o individuos. Si financian proyectos que reduzcan o capturen emisiones de gases de efecto invernadero, esa cantidad se reduce de las toneladas de dióxido de carbono que producen sus empresas o actividades. Al comprar créditos de carbono en el mercado voluntario, las empresas o individuos compensan sus emisiones y contrarrestan su impacto en el medioambiente.
Esa compras se hacen a través de mercados de carbono regulados o voluntarios. Los créditos de carbono que se adquieren se destinan a financiar proyectos que reduzcan o capturen emisiones de gases de efecto invernadero. Los proyectos incluyen la implementación de energías renovables, la reforestación o la captura y almacenamiento de carbono, entre otros.
Y los bonos verdes
Otro método son los bonos verdes. Un tipo de bono emitido por empresas o gobiernos para financiar proyectos que tengan un impacto positivo en el medio ambiente. Pueden incluir la implementación de energías renovables, la eficiencia energética, la gestión de residuos, u otros.
Los bonos verdes se utilizan para financiar proyectos que contribuyan a la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo. Se miden en términos de su impacto ambiental y social, y se pueden comprar a través de mercados de bonos verdes. Son considerados una forma de inversión socialmente responsable y pueden ser una herramienta para que las empresas y los gobiernos compensen su huella de carbono y promuevan la sostenibilidad. Pero, la deforestación no declarada puede generar compensaciones de carbono falsas, adulteradas, engañosas.
El caso camboyano
El proyecto Tumring de Camboya debía evitar la tala de una selva tropical del tamaño de Chicago, equivalente a unas 22,000 hectáreas. Sus promotores y beneficiarios afirman que ha funcionado excepcionalmente bien. Asimismo, el gobierno camboyano lo considera el plan comunitario de conservación forestal «más exitoso» del mercado de carbono y una solución climática. Pero eso no es lo que muestran las imágenes por satélite.
Tumring sufre una dramática deforestación. Ha perdido más del 22% de los árboles desde que el plan se puso en marcha. El gobierno camboyano no da cuenta de esta pérdida en los informes oficiales de seguimiento. Los propietarios del proyecto registraron solo 3.450 hectáreas de pérdida forestal en los informes de seguimiento entre 2015 y 2019, los datos más recientes presentados. Los análisis de Climate Home y Unearthed con la herramienta en línea Global Forest Watch mostraron que la pérdida de bosques fue de 14.000 hectáreas, 4 veces más que lo informado.
Generador de créditos
Al proteger su bosque, el proyecto Tumring genera créditos de carbono que adquieren empresas contaminantes para compensar sus emisiones. Uno de los principales compradores es la petrolera Marathon, propiedad de Camboya y Corea, que planean usar esos créditos en sus metas nacionales de cero emisiones netas.
Climate Home y Unearthed investigaron el proyecto de compensación después de conocer de aparentes discrepancias entre lo declarado en informes de seguimiento y lo detectable vía satélite. Al comparar los reportes con datos de Global Forest Watch de la Universidad de Maryland, constataron diferencias significativas en déficit forestal.
La supervisión camboyana es opaca. Usan datos forestales que no son públicos y el umbral de cobertura arbórea es bajo. Por tanto, una zona con solo un 10% de árboles se considera boscosa. Se podría talar el 90% de la cubierta arbórea de una zona virgen y se puede afirmar que el bosque está intacto. Camboya, que tiene altas tasas de deforestación, ha desacreditado análisis independientes que afirman que la tala es mayor de lo que se reporta oficialmente.
También en Brasil
El proyecto Rio Preto-Jacundá Redd+ pretende alcanzar el mismo objetivo y proteger una zona del estado brasileño de Rondonia. Se enmarca en los programas REDD+ que es un marco para la reducción de emisiones por deforestación y degradación de bosques. Su objetivo es reducir las emisiones de GEI mediante la conservación y restauración de bosques y ecosistemas.
El proyecto ha vendido más de un millón de créditos a compradores de renombre, como la compañía eléctrica alemana Entega, la filial brasileña del Banco de Santander y el gigante brasileño de servicios financieros Banco Bradesco. Desde que comenzó en 2012 hasta 2020, el último año disponible en los informes de seguimiento, hubo una pérdida oficial de 5.884 hectáreas. Sin embargo, los datos de Global Forest Watch muestran que se perdieron 8.200 hectáreas de bosque. Un 33% más que las cifras declaradas por el propietario del proyecto, Biofílica Ambipar. El escenario «sin proyecto», que estimaba lo que ocurriría si todo seguía igual, predijo una pérdida de 9.922 hectáreas, muy cerca de la realidad. La compensación fue casi nula.
Bajo vigilancia
La agencia verificadora independiente Sylvera puso en observación el proyecto Rio Preto cuando detectó mediante imágenes satelitales e inteligencia artificial una creciente e importante deforestación. Biofílica Ambipar, administradora de Rio Preto, asegura que monitorea continuamente la región para identificar y reportar a las autoridades brasileñas cualquier ilegalidad y dice basarse en el sistema Prodes del Instituto Nacional Espacial brasileño para monitorear la deforestación en Rio Preto. La realidad es muy distinta, muestra la ineficacia del programa y el incumplimiento de sus compromisos de conservación.
Sistema de medición deficiente
El gobierno brasileño usa Prodes, creado en 1988, para sus reportes anuales. «Sus tasas son menos precisas en clasificar la deforestación que las de Global Forest Watch. Prodes puede pasar por alto pérdidas menores y solo detecta cambios grandes en bosques primarios mediante imágenes satelitales que identifican talas superiores a 6,25 hectáreas. Una superficie equivalente a 9 campos de fútbol. Los datos de la Universidad de Maryland en Global Forest Watch, en cambio, capturan pérdidas de 0,1 hectáreas y degradación más allá de las talas.
Créditos de compensación de carbono en el mercado
Un proyecto de Biofílica fue cancelado en 2021 porque el dueño taló legalmente parte del área. Pero los créditos de carbono generados siguen en el mercado. Maísa abarcaba más de 25.000 ha de bosque en Pará, que controla una empresa agropecuaria que cultiva eucalipto, castaña y asaí. En 2012 acordaron proteger el bosque e invertir en gestión forestal sustentable, a cambio de una parte de las ganancias por venta de créditos de carbono. Empresas contaminantes como ArcelorMittal compraron cientos de miles de estos créditos. No obstante, desde 2021 el propietario procedió talas cada vez mayores. «Incumplió el acuerdo», dice Biofílica.
Los supuestos beneficios de mitigación adquiridos en función de un escenario protegido no se cumplieron y vulneran la lógica del sistema de compraventa de compensaciones.
Siguen en venta
El promotor detuvo el proyecto, pero sigue en el registro Verra y los créditos se usan para compensaciones. Desde su cancelación, se retiraron más de 38,000 créditos de Maísa, con más de 4,000 adquiridos por Uber para compensar emisiones de su flota en Centro y Sudamérica. Uber asegura que invierte solo en proyectos certificados, trazables y auditados por Verra, ONU, Gold Standard y Climate Action Reserve.
Biofílica informó que dejó de vender créditos de Maísa tan pronto conoció la tala legal, que finiquita el proyecto y lo audita de acuerdo con las normas Verra. Consultados sobre los créditos antiguos disponibles a través de terceros, la empresa dijo que eran créditos verificados cuando aún no existía deforestación legal.
Carbono liberado
Ante la cancelación del proyecto, un vocero de Verra indicó que deben depositar un porcentaje de créditos en reservas compensatorias, utlizables ante pérdidas forestales. La reserva de Maísa contiene 131.600 créditos que están en suspenso y que Verra no ha decidido su destino. Implican el 20% del total de créditos puestos en el mercado con fines de compensación.
Al talar los árboles se libera el carbono almacenado y se anula cualquier beneficio climático independientemente de protecciones iniciales. Expertos afirman que los buenos proyectos deben garantizar que el carbono se mantendrá fuera de la atmósfera por 100 años mínimo. Debido a que el escenario protector no existe, hay una abierta contradicción con los principios de las compensaciones de carbono.
Débiles controles
Expertos vienen alertando sobre la escasa regulación de proyectos Redd+, y cuestionando su eficacia. Un estudio de The Guardian y Die Zeit halló que más del 90% de iniciativas de Verra no reducen las emisiones y exageran las amenazas a los bosques.
La organización refutó esas conclusiones. Verra establece estándares y metodologías para la medición, reporte y verificación de proyectos de reducción de emisiones, incluyendo proyectos de REDD+.
Respaldado por la ONU, Verra es uno de los principales defensores del programa Redd+. Es una organización sin fines de lucro que opera estándares en mercados ambientales y sociales. Incluyendo el programa líder en créditos de carbono, el Verified Carbon Standard (VCS). Las empresas pueden comprar créditos de carbono de estos proyectos para descontar sus propias emisiones.
Subregistros y exceso de créditos
Cada crédito de carbono representa una tonelada de CO2 retenida gracias a bosques protegidos. Si se tala más área de lo declarado, se sobrestima la mitigación lograda. De usarse para compensar otras emisiones, los créditos de los proyectos tendrían un impacto climático negativo.
Climate Home y Unearthed encontraron líneas de referencia infladas, subregistro de pérdida forestal y laxa supervisión, lo que podría generar exceso de créditos.
Verra asegura velar por integridad y fundamento científico de iniciativas mediante rigurosas normas y verificaciones. Pero los reportes de seguimiento que miden el progreso, revelan que aumentó la deforestación.
Para Souparna Lahiri de Coalición Mundial por los Bosques, «los hallazgos revelan fallas estructurales en el mecanismo de compensación forestal». Además, aumenta la deforestación en vez de reducirla «es profundamente preocupante» y » refuerza nuestra convicción de que el mecanismo de compensación no tiene arreglo», afirmó.
La complejidad técnica de los documentos que recogen los proyectos dificulta la comprensión y evaluación pública de los mismos. Planteando interrogantes sobre la transparencia real de estos mecanismos. Así como su capacidad para garantizar que las compensaciones emitidas efectivamente representan las toneladas de carbono que supuestamente retienen de la atmósfera para beneficio del clima.
Si no se atienden estas debilidades, los bien intencionados Bonos Verdes y compensaciones de carbono, no dejarán de ser más que un juego que enmascara el problema de las emisiones de gases de efecto invernadero, sin resolverlo.