Francisco Maldonado Escudero
Global Energy MBA por la Universidad de Calgary
El consumo energético de España se sustenta, como en la mayor parte de los países desarrollados, en los combustibles fósiles. Un 65% de la energía primaria consumida en 2016 corresponde al petróleo y el gas. La transición energética impulsa las energías limpias
España importa 99% del petróleo consumido, con 80% destinado al sector del transporte. Sobre el consumo de energía final, 17.3% en 2016 provenía de fuentes renovables en nuestro país. Nuestra dependencia energética (la independencia energética nunca fue un parámetro suficientemente valorado) ha evolucionado en la senda correcta desde 82% en 2008 hasta 72% en 2016. Esto, aunque aún se encuentra en niveles demasiado altos.
El alcance y la magnitud del origen de la energía consumida, así como sus consecuencias en nuestra calidad de vida y en el medio ambiente es un asunto de máxima importancia en estos tiempos de transición energética.
Hacia la transición energética
En Europa y en España se están definiendo en estos momentos los cambios energéticos que se van a producir desde ahora hasta el año 2050, con objeto de cumplir con el Tratado de París. Se están definiendo aspectos. Son, entre otros: el peso de las energías renovables y de la electricidad en nuestra cesta energética (con efectos en el coste de la energía, en el volumen de las inversiones y su naturaleza, en los puestos de trabajo dedicados al sector energético, y en el modo de funcionamiento de todo el ecosistema energético) También un nuevo sistema de movilidad seguro y limpio; la red de infraestructuras energéticas y los llamados sumideros y otros elementos de captura del carbono de la atmósfera.
‼️📄La Comisión publica la #evaluación de los proyectos de planes presentados por los países de la UE para alcanzar los objetivos de la Unión de la Energía y los objetivos acordados de la Unión en materia de energía y #clima para 2030.
Más información: https://t.co/O48nZ7zTPb pic.twitter.com/JdPRauRYX0
— Comisión Europea (@ComisionEuropea) June 18, 2019
Esto quiere decir, que se están definiendo cambios y marcos de actuación que tendrán un efecto significativo en nuestra sociedad. Por ejemplo en la factura mensual energética, en el cómo nos vamos a mover y hacia dónde van a dirigir las empresas energéticas sus inversiones de billones de euros. Para tener una idea, el Gobierno de España ha indicado a la Unión Europea (UE) que se esperan unas inversiones de 236 billones de euros de 2021 a 2030, o 2% anual del PIB. Y es sorprendente que con todo lo que está en juego, apenas haya debates, discusiones o noticias sobre ello.
Definir una política de energía
El 29 de junio de 2018 se publicó en el BOE la ley de Cambio Climático y Transición Energética. Su objetivo es promover la reducción de la vulnerabilidad del país frente al cambio climático, con objetivos nacionales de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, energías renovables y eficiencia energética de la economía española, hacia 2030 y 2050.
En noviembre de 2018, la Comisión Europea publicó un documento llamado Un planeta limpio para todos. En este se esboza la estrategia a seguir. Asimismo, en mayo de 2019, la UE aprobó el paquete Energía limpia para todos los europeos, en el que se detalla el nuevo marco de la política energética comunitaria. Se definen así las políticas energéticas de una manera nunca hecha anteriormente: por el nivel de detalle de los objetivos energéticos y el profundo impacto social.
Según la normativa en vigor de diciembre de 2018, la UE exige a cada uno de sus miembros entregar un plan borrador, llamado NECP (Plan Nacional Integrado de Energía y Clima). Se definen los objetivos para 2030 a nivel nacional y la manera de alcanzarlos. La UE pidió tener un borrador en diciembre de 2018, con un plan final previsto para entrega en diciembre de 2019. En junio de 2019 la UE revisó cada uno de estos borradores, y envió sus comentarios a cada país.
El Plan Energético de España
En los comentarios hechos por la UE a España, hay un total de 16 puntos en los que en el programa energético de España se ha hecho un esfuerzo considerable por definir los objetivos y la política energética. Y también por definir las medidas para reducir las emisiones en el transporte, en la definición del porcentaje objetivo de renovables en la cesta energética total y en el objetivo de reducción de la dependencia energética. Sin embargo, nos falta detalle en la definición de cómo llegar a estos objetivos en cada una de las áreas. Es decir, nos hemos fijado objetivos bastante exigentes para 2030, pero la gran cuestión es el detalle de la hoja de ruta para llegar a ellos.
Una posible respuesta es la basada en que, al definir objetivos elevados en sí, el hecho de que no se llegue no es tan importante como el avance que se produzca en el intento. El problema es que en la definición de objetivos se van aprobar leyes, normas y reglas del juego que van a determinar en los próximos 10 años las áreas donde se realizarán inversiones billonarias. Y que decidirán también el coste de la cesta energética para cada hogar español. Por eso, el detalle importa y mucho, para establecer un marco energético que permita una transición energética factible y no ficticia, sólida y que añada (y no destruya) valor. En España ya tenemos experiencia de lo costoso del cambio de las reglas del juego energéticas.
Recomendaciones pendientes
Para cumplir las recomendaciones de la UE sobre nuestro Plan Energético Nacional, se necesita una definición de las fuentes de energía clave en esta transición. Y que esté basado en el conocimiento y la tecnología existentes en la actualidad. Una definición clara y precisa, realista y factible, de la evolución en el tiempo de las distintas fuentes de energía, con un nivel de detalle apropiado para demostrar la factibilidad. Una hoja de ruta de detalle para los distintos sectores energéticos, muchos de los cuales se van a ver afectados de manera significativa. Concretar los programas de I+D necesarios para esta transición energética. Entre estos, la UE destaca el CCS (en sus siglas en inglés, o captura y almacenamiento de carbono) Y también definir en detalle lo que nos está pidiendo la UE y que este país nunca ha podido llevar a cabo de manera significativa. Esto es, la disminución de la dependencia energética externa (es decir, incrementar la producción energética nacional), de una manera que sea consistente con la evolución de las fuentes de energía definidas en nuestro Plan.
Para todo ello, es fundamental que el Gobierno español cuente con todas las partes interesadas. Particularmente con expertos técnicos energéticos que ayuden a definir una transición que sea realista y factible. Es necesaria la inclusión en la definición de este plan de organismos reguladores, empresas energéticas de distintas áreas, organismos de consumidores, organismos de medio ambiente, etc.. Y esto, de manera que el Plan sea exigente, posible, sólido y creador de valor en nuestra economía y sociedad. Y solo nos queda hasta finales de este año.
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