La académica australiana-británica Kylie Moore-Gilbert, acusada de espía por Irán, fue transferida a la prisión de Qarchak, una cárcel de mujeres en el desierto. Situada al sureste de Teherán, se le conoce como un centro de tortura y ejecuciones extrajudiciales. Con sobrepoblación carcelaria, ahora también estaría minada por el coronavirus.
El Centro de Partidarios de los Derechos Humanos denunció que el traslado ocurrió hace tres días. Moore-Gilbert logró comunicarse telefónicamente con Reza Khandan, esposo de Nasrin Sotoudeh, conocida abogada de derechos humanos que también está encarcelada por defender el derecho de las mujeres de no usar el hiyab o pañuelo para cubrir la cabeza.
En una declaración divulgada por Facebook, Khandan dijo que a la académica australiana-británica la trasladaron por «castigo». Moore-Gilbert permaneció recluida casi dos años en la prisión Evin, en Teherán, donde también está Sotoudeh.
“No puedo comer nada. Me siento muy desesperada”, dijo Moore-Gilbert en la llamada telefónica. “Estoy muy deprimida. No tengo la tarjeta telefónica para hacer llamadas. Se la pedí a los oficiales de la prisión, pero no me la dieron. La última vez que pude llamé a mis padres, de eso hace aproximadamente un mes”.
Trascendió que Moore-Gilbert se encuentra en una zona para nuevos reclusos de la cárcel de Qarchak, en cuarentena por la pandemia de coronavirus. Las fuentes dijeron que, dada la sobrepoblación carcelaria, el distanciamiento social es imposible y el acceso al jabón es limitado. Irán ha liberado a más de 100.000 prisioneros de distintos centros por temor a que la COVID-19 cause estragos en las prisiones superpobladas.
El Departamento de Estado de Estados Unidos declaró en junio que Qarchak es un centro de “ejecuciones extrajudiciales, tortura y otras violaciones graves de los derechos humanos”.
Otro informe de la Agencia de Noticias de Activistas de Derechos Humanos difundido en marzo detalló los actos de violencia, incluidas la tortura y la violación, y la falta de servicios médicos, que se practican en Qarchak.
“Han dañado mi salud mental”
En enero de este año la académica australiana-británica logró filtrar una carta en la que denunció las condiciones en las que se encontraba, por las que también se declaró en huelga de hambre. Un mes antes, un tribunal había fallado en contra de la apelación de su sentencia.
«Estoy tomando medicamentos psiquiátricos, pero estos 10 meses que he pasado aquí han dañado gravemente mi salud mental”, dijo en la carta. «Todavía me niegan las llamadas telefónicas y las visitas. Me temo que mi estado mental y emocional se deteriorará más si permanezco en esta sala de detención extremadamente restrictiva».
Moore-Gilbert, educada en Cambridge, es profesora de Estudios Islámicos en la Universidad de Melbourne. La arrestaron en septiembre de 2018 después de dictar una conferencia académica, a la que fue invitada, en la ciudad de Qom, al sudoeste de Teherán. Qom es considerada ciudad santa en el islam chiita, ya que ahí se ubica el sepulcro de Fátima Ma’suma, hermana del imán Reza.
Versiones indicaron que compañeros conferencistas la señalaron de “sospechosa” ante la Guardia Revolucionaria de Irán, quienes la arrestaron cuando se disponía a salir del país. La declararon culpable en un juicio secreto y la sentenciaron a 10 años de prisión por cargos de espionaje.
“No soy una espía”
En las cartas que filtró en enero, la académica australiana-británica da a entender que le ofrecieron la oportunidad de convertirse en espía para los iraníes. “No soy un espía. Nunca he sido espía y no tengo ningún interés en trabajar para una organización de espionaje en ningún país. Cuando salga de Irán, quiero ser una mujer libre y vivir una vida libre, no bajo la sombra de extorsiones y amenazas», escribió.
Hasta ahora no se han presentado pruebas públicas de los presuntos delitos de la académica australiana-británica. El Gobierno de Australia ha negado las acusaciones, que rechaza por infundadas y por motivos políticos.
En su carta, Moore-Gilbert también detalló las condiciones de su encarcelamiento. Dijo que había pasado meses en aislamiento, con escasos alimentos y medicinas y sin dinero para comprar artículos personales.
«Siento que estoy abandonada y olvidada … Soy una víctima inocente», aseguró la académica australiana-británica.
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