Este año 2020 es un reto para la población mundial. Por tanto, la labor de los trabajadores humanitarios y la de los de la salud es cada vez más necesaria, urgente. La aparición de la pandemia por la COVID-19 ha venido a agravar lo que ya afectaba a la gente: la crisis climática y los conflictos. La inseguridad alimentaria.
Las cifras no son alentadoras, pero sí empujan a actuar. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que casi 168.000.000 de personas requieren ayudan humanitaria y protección en este momento. “Esto representa una de cada 45 personas en el mundo, la cifra más alta en décadas”, alertó.
Se espera que si no se abordan adecuadamente el cambio climático y las causas principales de los conflictos, la situación empeore. Por tanto, se calcula que 200.000.000 de personas puedan requerir asistencia humanitaria para 2022.
El desempleo, la falta de acceso a los servicios públicos, la violencia, las restricciones impuestas por los gobiernos, y la inmigración son otras causas que han repercutido en esta situación.
La inseguridad alimentaria, por cierto, muestra sus colmillos. Oxfam calcula que hasta 12.000 personas pudieran morir de hambre cada día y que 121.000.000 más podrían terminar al borde de la hambruna a finales de este año.
También que en 2019, 821.000.000 de personas estaban en situación de inseguridad alimentaria. De estas, aproximadamente 149.000.000 sufrían hambruna de nivel de emergencia o más.
Hace falta mucha ayuda
Mientras tanto,Médicos Sin Fronteras (MSF) y la Cruz Roja están ayudando a los libaneses que resultaron afectados recientemente por la explosión de nitrato de amonio en el puerto de Beirut.
España, que no está exenta de graves problemas sociales por la COVID-19, afronta las denuncias por las muertes en las residencias de mayores, desempleo, colas por comida en los comedores sociales, la llegada de más inmigrantes, que huyen de sus hogares en busca de mejores condiciones de vida pero a los que algunos señalan de estar contagiados de COVID-19…
De ahí que el mismo MSF se haya embarcado en el Sea-Watch 4, un nuevo barco de salvamento y rescate, en busca de asistir a los migrantes que cruzan peligrosamente el Mediterráneo central.
Son todas situaciones que ameritan la ayuda de los trabajadores humanitarios.
Un mundo unido por los trabajadores humanitarios
En 2008 la Asamblea General de la ONU declaró el 19 de agosto como el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria. La efeméride se creó con motivo del atentado terrorista el 19 de agosto de 2003 contra la sede de la ONU en Bagdad, capital de Irak. En el hecho murieron 22 personas, entre ellas, el enviado de la ONU, Sergio Vieira de Mello.
Este año se creó el hashtag #RealLifeHeroes, que en los últimos días circuló en las redes sociales. El objetivo: rendirles homenaje a los que asisten a los demás aún a riesgo de su propia vida. También para saber qué los motiva pese a la adversidad.
Así pues, Albanis Oliva es de Venezuela. Es lo que la ONU ha llamado una heroína de la vida real. Oliva es una de las heroínas sin capa que, pese a la crisis humanitaria compleja del país suramericano, sigue en pie de lucha en la Fundación Rehabilitarte, que se especializa en salud mental.
“Nuestra motivación es que desde nuestro trabajo se contribuya a la promoción de la salud mental, que las personas cuenten con una atención digna”, indicó.
Edith Gakehmi, al otro lado del mundo, específicamente en Camerún, también es una heroína sin capa. Se dedica a ayudar a los refugiados a usar las mascarillas en el campo de Mandjou, que se encuentra en el este camerunés.
Erling, por su parte, es otra heroína, una trabajadora humanitaria, pero de Indonesia. Simplemente Erling. “Es un privilegio ayudar a las personas que tienen alguna necesidad, aprender de ellos sin discriminación y oír acerca de sus vivencias y retos”, aseguró.
Oliva, Gakehmi y Erling son tres mujeres de sitios distantes, pero dedicadas a la misma labor: ayudar al prójimo.
Crítica situación para los trabajadores humanitarios
La ONU informó, sin embargo, que en 2019, 483 trabajadores humanitarios fueron afectados en 277 ataques. 125 murieron asesinados, 234 resultaron heridos y 124 fueron secuestrados.
La mayor parte de los ataques ocurrieron en Siria, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Afganistán, República Centroafricana, Yemen y Malí.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) denunció, por su parte, 1.009 ataques a trabajadores e instalaciones sanitarias. Estos implicaron 199 muertos y 628 heridos. El 90% de los ataques a escala mundial fueron contra el mismo personal del país.
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