La esclavitud moderna encontró un nuevo nicho. El brote de la COVID-19 en el matadero alemán Tönnies es un ejemplo de que muchas veces la dignidad humana queda en el último lugar. Era solo cuestión de tiempo para que la pandemia afectara la central de la mayor fábrica de productos cárnicos en Alemania.
De los 6.000 trabajadores que Tönnies tiene en una sola sede, la mitad son empleados tercerizados. La subcontratación disminuye los derechos de los trabajadores y le ahorra dinero a la empresa, mientras maximiza las ganancias y aumenta la competitividad. La consecuencia ha sido más de 650 infectados por la COVID-19 y el rebrote en Alemania.
Los trabajadores de Tönnies temen
Los trabajadores de Tönnies tienen miedo de hablar sobre lo que está pasando realmente dentro de la empresa. Las informaciones sobre si Tönnies continúa trabajando o no son contradictorias. Algunas personas dicen que la empresa continuará hasta que se terminen las existencias de carne restantes.
Los trabajadores temen que los despidan como le amenazan los subcontratistas. Están inseguros con respecto a su salud y a su paga. Desde el principio de la pandemia a algunos que estaban enfermos se les envió a casa, pero se les advirtió que mejor no hablaran de lo que pasaba y que no llamaran la atención.
Así lo reconoce Elena Strato, asesora en la campaña «Consolidación del derecho a la libre circulación de trabajadores». La campaña está patrocinada por una alianza de educación laboral entre sindicatos y colegios comunitarios en el estado de Renania del Norte-Westfalia.
Sin sorpresas
El brote masivo de la COVID-19 en Tönnies no sorprende a Strato. En esa y muchas otras plantas procesadoras de carne las condiciones de trabajo son lamentables. No hay claridad en los contratos de obra; hay hacinamientos en las cantinas, en los transportes y en los alojamientos de los trabajadores, que provienen principalmente de Europa del este.
Desde hace algún tiempo los defensores de los derechos humanos, médicos y expertos en protección laboral en Alemania piden que se asigne un cuarto individual a cada trabajador de Tönnies. Esta es una medida necesaria para frenar la propagación de la COVID-19 dentro de la empresa. El detalle está en que un cuarto por cada trabajador implicaría el gasto de un dinero que reduciría las ganancias de Tönnies.
El brote de la enfermedad solo puso en el centro de la opinión pública un problema de años. Los carniceros y descuartizadores de Rumania, Bulgaria y Polonia trabajan por un sueldo de hambre en comparación con su pares alemanes.
Jornadas de 10 a 12 horas
Durante la pandemia los empleados de Tönnies han trabajado todo el tiempo. Informan sobre una gran cantidad de trabajo. Las jornadas laborales se extienden como mínimo de 10 a 12 horas durante 6 días. Incluso, se les ha llegado a negar su derecho a las vacaciones.
Como consecuencia del cierre por la COVID-19 no se pudieron contratar nuevos trabajadores en Europa del este. Los contratistas y la actividad de Tönnies dependían de la mano de obra que ya estaba en Alemania. A lo que se suma el comienzo de la temporada de las barbacoas, cuando la demanda de carne aumenta.
Los derechos como ciudadanos de los trabajadores de Tönnies están garantizados por la Constitución alemana. Sin embargo, se está en medio de un sistema que es muy eficaz al ocultar las cosas que funcionan mal, según Strato. Además las condiciones de pago en los países de origen de los trabajadores son mucho peores que en Alemania.
Responsabilidades
Para Strato es importante aclarar la situación de una vez. No vaya a ser que se utilice a los trabajadores como chivos expiatorios de una situación que evidencia la «irresponsabilidad sistemática de los grupos empresariales y los contratistas».
Una de las soluciones que plantea es establecer controles más estrictos y permanentes para las fábricas. Un ejemplo sería implantar normas legales claras para que las empresas como Tönnies y las contratistas estén obligadas a asumir las consecuencias.
El miércoles se anunció el cierre total de todas las escuelas y guarderías en Gütersloh, en Renania al Norte-Westfalia. Cientos de trabajadores de Tönnies dieron positivo en la prueba de la COVID-19.
La empresa y los funcionarios de la región argumentan que el brote se debe a que muchos trabajadores migrantes aprovecharon la reapertura de las fronteras para visitar a sus familias. «Solo podemos disculparnos», dijo Andre Vielstädte, portavoz de Tönnies.
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