En el mundo editorial, las cartas de rechazo son como dardos envenenados de sarcasmo y dolorosas palabras para cualquier novel escritor. A menudo, estas misivas ocultan verdades incómodas y también pueden revelar los intríngulis de una industria en constante cambio. La icónica escritora Toni Morrison, además de su brillante obra literaria, dejó un rastro de cartas de rechazo de este tipo. Cargadas con un sello particular de pedagogía y trazos de lo que pasaba en el ámbito editorial de su época, con sus textos se pueden reconstruir los vaivenes y transformaciones vividos por este sector en los años setenta en Estados Unidos.
Durante sus 16 años como editora en Random House, Morrison escribió cientos de cartas de rechazo. Impresas en papel de colores rosa, amarillo o blanco, ahora reposan en los archivos de la empresa. Algunas fueron enviadas a Nueva York, Boston e incluso Roma, mientras que otras llegaron a pequeños pueblos de Estados Unidos. A menudo, eran cartas extensas y generosas en sugerencias. La respuesta de Morrison, a veces brusca pero siempre ofrecía consejos sobre la escritura, el desarrollo de personajes y la necesidad de más (o menos) drama.
Más que palabras
Chloe Ardelia Wofford, conocida como Toni Morrison, fue una novelista, ensayista, editora y profesora estadounidense. Nació el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, y falleció el 5 de agosto de 2019 en Nueva York. Su legado literario es profundo y poderoso.
En 1988 ganó el Premio Pulitzer. Ela primera y única ganadora afroamericana del Premio Nobel de Literatura. A finales de la década de los años sesenta fue la primera editora negra de la editorial Random House. A lo largo de su carrera, exploró la vida de la población negra, especialmente de las mujeres. Sus obras, como Beloved, La canción de Salomón y Ojos azules, son testimonios de su compromiso con la lucha contra la discriminación racial.
Su escritura trasciende géneros y fronteras. .
Cambios en la industria editorial
Los años setenta fueron testigo de cambios vertiginosos en la publicación de libros en Nueva York. Random House, tras una década de adquisiciones y fusiones, se encontraba en plena transformación. La empresa echó mano del dinero amasado en la bolsa desde que salió al ruedo en 1959 y se embarcó en una serie de adquisiciones y dos fusiones que ampliaron su presencia global y su gama genérica. La industria experimentó la consolidación global que produjo las grandes editoriales de la actualidad: Simon & Schuster, Penguin Random House, HarperCollins, Hachette Book Group y Macmillan.
Sin embargo, la industria editorial en general experimentaba una caída constante. Toni Morrison, en sus cartas de rechazo, reflejaba esa realidad. Sus palabras son dignas de un Pulitzer o un Nobel de Literatura igual a los que supo ganar. Son un diagnóstico preciso de un negocio en constante evolución.
Recientemente, el conglomerado de medios alemán Bertelsmann (propietario de Penguin Random House) intentó de reducir a cuatro las editoriales. Quiso adquirir Simon & Schuster, pero la pretensión fue bloqueada por un juez federal que enarboló motivos antimonopolio. “La fusión propuesta habría reducido la competencia, disminuido la compensación a los autores, disminuido la amplitud, profundidad y diversidad de nuestras historias e ideas y, en última instancia, empobrecido nuestra democracia”, aseguró el fiscal general adjunto Jonathan Kanter, quien recibió con júbilo la decisión del juez.
Autores corporativos
La inquietud de Kanter recogía un temor que no es nuevo. Morrison lo abordó hace 40 años en su discurso de apertura de 1981 en el Congreso de Escritores Estadounidenses. Se refirió a cómo el negocio se había alejado demasiado del trabajo de los escritores y editores: “La vitalidad en las artes de la que les gusta hablar a los promotores es falsa. Debajo de los titulares de los éxitos de taquilla y de los best-sellers, bajo la espuma de las ferias del libro, algo anda terriblemente mal”.
Morrison fue un poco más allá y llamó a construir un movimiento. “No necesitamos más escritores como héroes solitarios. Necesitamos un movimiento de escritores heroico, asertivo, militante y belicoso”, expresó. Era la respuesta a lo que se empezaba a dibujar y que recientemente el estudioso de la literatura Dan Sinykin describió como la era de los conglomerados en el sector editorial. Ya no era igual la concepción de las obras de ficción que se adquirían, publicaban y colocaban (estratégicamente) en los estantes de las tiendas.
La ficción conglomerada se distingue menos por sus características formales que por sus orígenes dentro de un “superorganismo conglomerado” de especialistas en marketing, editores de adquisiciones, diseñadores de sobrecubiertas y muchos otros con interés en el éxito de un libro determinado, pues sus trabajos están en juego. El nacimiento de autores corporativos no fue exclusivamente en el área editorial o en los géneros de ficción. El sistema de estudios también produjo éxitos de taquilla de Hollywood.
Cartas radiográficas
Morrison a menudo complementaba sus cartas de rechazos con diagnósticos de un negocio editorial en problemas, frustraciones crecientes con gustos poco imaginativos, la aversión de la industria a asumir riesgos y su propia limitación creativa al trabajar en una prensa comercial como la de finales de los setenta y principios de los ochenta.
Morrison dejó el trabajo editorial para dedicarse a tiempo completo como novelista a principios de los años 1980. Sin embargo, sus misivas esbozan el “camino no tomado” de las publicaciones convencionales. Como los volúmenes experimentales, la poesía y las colecciones de cuentos se consideraban inversiones poco rentables, si no provenían de novelistas famosos, con las colecciones de cuentos, “casi como la publicación de poesía, era prácticamente imposible obtener ganancias».
En otra carta de 1977, describió extensamente cómo la economía del proyecto de un libro dependía de los mecanismos de distribución. No había interés por comprar colecciones de cuentos. No solo de los lectores ocasionales, sino de las principales instituciones responsables de generar entusiasmo y reconocimiento de nombres. “Los clubes de lectura no hacen ofertas por colecciones de cuentos. Las grandes casas de edición de bolsillo no ofrecen colecciones de cuentos de un solo autor, por lo que nos queda la esperanza de que diez o quince mil personas entren en una librería y pregunten por el nombre de un autor en particular”. El rechazo concluye con una tajante frase. “Debo ser honesta contigo, debes continuar publicando en revistas y si alguna vez decides escribir una novela, estaré encantado de verla”.
El arte de escribir
Las cartas de rechazo de Toni Morrison se centran principalmente en el oficio. En la experiencia de leer una obra que se está reseñando. Hizo énfasis en que escribir es una habilidad en sí misma, una habilidad que no se deriva automáticamente de la brillantez intelectual ni del simple hecho de ser una persona interesante o importante. En este sentido, le dijo a un joven escritor que sus ideas eran buenas, pero le advirtió que el concepto era el primer y más bajo obstáculo que enfrentaría:
«Tu trabajo necesita fuerza. Alguna forma de dar vida a estos personajes potencialmente poderosos y de darle textura al escenario. Dar detalles sobre las personas —más que su apariencia—, qué idiosincrasias tienen, qué manierismo distinguido —y detalles sobre dónde ocurre la acción: qué hay en la habitación, cómo es la luz, los olores, etc.— todo de eso nos daría textura y tono.
Morrison era muy consciente de que en el mundo editorial es importante tener amigos y conexiones. En ocasiones, puso fin a un rechazo ofreciendo su nombre como una especie de pasaporte. En 1977, dirigió a un joven escritor hacia los legendarios Georges Borchardt y Peter Matson: “Cuando les escribas, puedes decirles que, aunque no pude llevarme yo misma tu manuscrito, estaba muy, estoy muy enamorada de él y estoy dispuesto a ponerlo por escrito”.
Morrison siempre dejó claro que esos escritores se enfrentaban a duras batallas para conseguir que sus palabras se publicaran. No cabe dudas de que sus notas de rechazo son un compilatorio de formas elegantes de decir no y adiós. Sin embargo, son un archivo de la fe y el amor puro de Morrison por la palabra escrita, la literatura..