Betina Barrios Ayala
[IMÁGENES CORTESÍA DE STUDIO TOMÁS SARACENO GMBH]
Las inquietudes globales se perfilan arrebatadas y justas hacia el mismo lugar: la supervivencia. Esto no es tema exclusivo de especialistas, científicos y biólogos. La realidad es que el paisaje dibujado por distopías literarias y el cine es cada vez más parecido a un retrato hiperrealista de la vida diaria. La imaginación más radical y pesimista ha derivado en certeza, por lo que nada de lo apocalíptico y perverso que haya sido descrito parece lejano. ¿La respuesta? Indagar en modos de convivencia globales inclusivos y transversales. La clave quizás sea pensar y hacer la red. Estamos frente a la necesidad imperante de explorar formas de inteligencia y organización alternativas provenientes de organismos y estructuras no humanas.
La idea/imagen de la red ha marcado el siglo XXI como un signo fatal y esclarecedor: Internet surge de la inteligencia militar para hacer frente al conflicto de manera estratégica, digital y masiva. La pandemia que nos atraviesa sin anunciar su retiro, sino más bien su nutrida capacidad de mutación y evolución, nos ha volcado sin retorno ni pausa en este universo de lo intangible, lo mínimo.
Nos ha hecho conscientes, a golpes, de lo absolutamente vital que es aquello que relegamos al margen. Gran desventaja ha resultado vivir sin considerar ‘lo vivo’ en su concepción más holística como parte constitutiva y actuante de nuestra fibra y condición humana. Ha sido peligroso jugar a Dios en esta tierra guiados por una primacía egoísta, violenta, capitalizada y francamente miope.
Tomás Saraceno (San Miguel de Tucumán, 1973) es un artista que apunta a la síntesis de tecnologías avanzadas con saberes originarios y primitivos. Fusiona ciencia y arte para acercar el pensamiento especializado a la creación. Lo humano a lo no humano. Sus prácticas artísticas son conceptos globales y ambiciosos que levitan desafiando dogmas y conceptos. A través de comunidades propone la solidaridad con el planeta. Promueve la creación de programas que implican socialización, salud mental y cultura ecológica para el medio ambiente.
Saraceno convierte lo mínimo en el lugar del infinito para relativizar el lugar del hombre en el cosmos
La posibilidad de imaginar es uno de sus puntos de partida, ¿Cómo sería el mundo libre de actividad minera contaminante y destructiva, sin extractivismo, patriarcado, combustibles fósiles y capital perverso?
A través de un sistema de trabajo sin ortodoxias, el estudio que dirige en Berlín desarrolla búsquedas inspiradas en las telas de araña, el aire como territorio sin fronteras y la participación de comunidades indígenas. El objetivo es pensar la producción energética como alternativa solidaria. La emergencia climática, secuela de una seguidilla de prácticas nocivas, ha llevado al ecosistema a un punto crítico.
Saraceno responde con belleza, pericia y contundencia suscitando la comprensión medioambiental. Hay un sentido ético y de justicia en pensar la potencia de un planeta interespecies, animado por el genio de artistas capaces de imbricar perspectivas.
Los organismos no son átomos individuales, sino ensamblajes híbridos. Cada cuerpo es un ‘nido ecológico’, y está ligado a otros en forma compleja. Pensar de este modo, permite atender y entender las interconexiones con otros seres y elementos. Podemos cooperar entre especies superando barreras, para acercarnos al ‘cómo’ vivir juntos en este planeta que compartimos
Tomás Saraceno
La portada del último libro del escritor, viajero, cronista, comunicador y profesor catalán Jorge Carrión lleva impreso un detalle de obra del artista argentino. Se trata de Membrana, texto ganador del más reciente Premio Ciudad Barbastro que estará en librerías a partir de octubre bajo el sello español Galaxia Gutenberg.
La búsqueda de representación que el autor consigue en la obra de Saraceno tiene que ver con la metáfora biológica que caracteriza las urgencias y debates actuales. Se trata precisamente de la imagen de una red, una tela de araña. Saraceno está obsesionado con ellas dada la cantidad asombrosa de respuestas y soluciones que plantea su estructura y organización vital.
La inteligencia, la razón y el valor entendido como sustancia individual es un concepto caduco
La tela de araña es uno de los materiales más resistentes del mundo, sus cualidades pasan inadvertidas producto de la convivencia con ellas en lo cotidiano. Además, no son bienvenidas, lamentamos que aparezcan y pueblen las esquinas de los techos.
Sin embargo, reparar en su mensaje conduce a ciertas meditaciones, ¿Si vivimos en red, estamos dentro de la telaraña o fuera de ella? ¿Las arañas se cuelan en casa, o estamos metidos en medio de un ecosistema que nos supera? Detenerse en su hilarante perfección y delicada estructura puede ser avasallante, ¿Cuántas veces atravesamos la escoba en medio de una casa que se sostiene? Una casa sostenible, ¿Un planeta sostenible? Estamos buscando ideas para salir del atolladero, pero la respuesta está en lo elemental, lo esencialmente vivo y cotidiano que nos circunda. Empero, padece alarmantes agresiones y omisiones: las formulaciones de vida animal, vegetal y mineral.
Las arañas tienen una visión limitada y casi siempre trabajan de noche. Son animales responsables que hacen mantenimiento en sus ‘casas’ de manera constante. Se nutren del polvo y restos orgánicos mínimos para producir y crear distribuciones tenaces, redes enormes disparadas por una cooperación conjunta que jamás podría efectuarse como labor individual.
Es el caso de las denominadas ‘especies sociales’, grupo de interés de Saraceno, que las toma como modelo y trabaja en red para entenderlas. Forma e integra grupos interdisciplinarios colaborativos para brindar espacio a estos animales para vivir, reproducirse y desarrollarse. Analiza cada aspecto asociado a su conducta y estrategias. El logro de su trabajo está en lo sensible y agudo que se muestra en la tarea de enlazar persistencia, asombro, curiosidad, tiempo, creatividad, estética, ciencia y naturaleza.
Vemos en sus proyectos una forma de arte que lo convierte en un arquitecto verdadero, un profesional de lo viviente. La clave está en compaginar saberes no estrictamente humanos. Estudios sobre las arañas apuntan que no solo son artesanas notables, sino que se las arreglan para resolver problemas complejos e intempestivos, analizan y aprenden.
La inteligencia, la razón y el valor entendido como sustancia individual es un concepto caduco: los cardúmenes, las colmenas, las plantaciones, arrecifes y pájaros migrantes demuestran que la coordinación de voluntades perfila objetivos y resultados.
Yo no sé bien lo que es el arte, y me parece que en el momento en que sepa qué es y qué papel tiene que cumplir dejaré de ser artista. Sí, me parece que es esa búsqueda. Es como tratar de saber o de pensar que el arte puede contribuir o participar de un ecosistema que es mucho más grande y siempre trata de redefinirse. En cada época y en cada artista parece que de alguna forma trata de expandir los límites de percepción. ¿Qué puede ser el arte?, ¿cómo el arte puede ayudar/articular algunos discursos? Entonces, esto es lo que estoy tratando de hacer, de alguna forma, en conjunto.
Tomás Saraceno
Tomás Saraceno habla y hace luz. Se expresa con gran elocuencia y pasión haciendo que su voz dibuje rayos en la sombra. Hay conexiones vivas y metafóricas entre sus áreas de interés, formación y construcción. El universo es un concepto clave, ¿Cómo aparecimos aquí? ¿Por qué armamos redes y funcionamos del mismo modo? Vivimos estrictamente en la web, una web es una red: una ciudad, un edificio, una estructura, un virus, una comunidad.
Hablamos de sistemas de conexiones a partir de infinitos puntos que generan líneas de escritura. Escritura entendida como puente y entramado de nodos interconectados. ¿Acaso no es así el universo? ¿Una enorme tela de araña?
Tomás Saraceno. Cómo atrapar el Universo en una tela de araña. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, 2017
En 2017 el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires alojó la primera exhibición individual del artista en una institución nacional. Llamado Cómo atrapar el universo en una tela de araña, el proyecto combinó aracnología, astrofísica y sonido en 2 instalaciones preparadas durante 6 meses con la participación de 7.000 arañas para construir la muestra más grande hecha hasta ahora a partir de sus modelos y estructuras.
El proceso involucró una práctica educativa de largo alcance, y quienes forman parte del equipo del museo fueron invitados a cooperar y convivir con agentes creativos no humanos.
Tomás Saraceno orquestó lo que llamó un “concierto cósmico” construido por filamentos suspendidos de telas de araña junto a remolinos de partículas de polvo. Un viaje flotante de conexiones imperceptibles que se hacen tangibles a través de la incorporación de sensores y amplificadores de sonido. Allí ocurre un ensamble rítmico, iluminado por efecto de la luz que muestra el movimiento de partículas en el interior de la instalación.
Sus rebotes y el andar de los visitantes hacen vibrar la estructura y genera notas musicales producto del movimiento y velocidad que se manifiesta en el espacio. El objetivo es acercar la travesía material que ocurre en el universo, lugar que apenas logramos percibir desde la tierra. Hay una sonoridad oculta en el cosmos.
Entre cinco y trescientas toneladas de polvo universal entran en la atmósfera del planeta cada día, residuos del pasado y el presente interplanetario. Cuerpos que resuenan de forma caótica y desconocida, nebulosos y no identificables que flotan y viajan a millones de años luz de distancia.
La fascinación del artista por las arañas data de su infancia en una vieja casa en la que vivía en Italia, donde se refugió con su familia durante los años de la dictadura militar argentina (1976-1983). Relata que subía al ático y observaba en la ventana estas estructuras, construidas en lugares que no eran frecuentados por humanos. Era un sitio lleno de vida, solo que se trataba de otro tipo de vida.
La luz que penetraba el espacio solitario y oscuro de la casa, dejaba ver partículas de polvo flotando en el aire, como estrellas. La casa ya no era un territorio conocido, era un lugar para imaginar otros mundos.
Oriundo de Tucumán, una provincia en el norte argentino, Saraceno ha desarrollado profundo interés en el detalle como vía de conexión con lo infinito. Sin embargo, el ‘big bang’ es el entramado que forma el tejido de las arañas. Saraceno construye desde hace años una enorme colección. De alguna manera, responde a la lógica de atracción de la obra de arte, no de su agente. Los museos no coleccionan ‘artistas’, coleccionan obras.
El salar de Uyuni en Bolivia es una mítica ensoñación matérica y visual que diluye los márgenes entre cielo y tierra, así transforma o transfiere la experiencia a un lugar imposible. Esta característica lo ha convertido en espacio de fascinación del joven y ambicioso artista argentino Tomás Saraceno.
Uyuni le ha permitido documentar el cielo nocturno reflejado en un extenso lienzo de sal que ha dinamitado la realización de una importante serie de experimentos y trabajos que superan el lugar tradicional de la obra de arte. Saraceno construye discurso en el espacio híbrido de ciencia y creación. Será justo ahí, en el punto de inflexión que supuestamente los separa, el territorio que este arquitecto conquista como plataforma potencial.
El lugar donde estalla el universo, la curiosa anunciación de partículas de polvo flotantes que reverberan en el aire cuando la luminosidad aparece en la hora dorada de la tarde. Saraceno convierte lo mínimo en el lugar del infinito para relativizar el lugar del hombre en el cosmos.
Saraceno convierte lo mínimo en el lugar del infinito para relativizar el lugar del hombre en el cosmos
“Este es mi lugar favorito en la tierra. El salar de Uyuni en Bolivia. Y cuando queda cubierto con una fina capa de agua, las nubes se reflejan, y hay días en que uno siente como si flotara entre las nubes. Pero hay días que el horizonte desaparece. Ya no existe ni el arriba ni el abajo. Uno se siente inmerso en algo más grande.
Y fue allí que una noche, en medio de un sueño, desperté, y vi que las estrellas se reflejaban sobre el agua. Y esto no era un sueño. Era como si uno pudiera caminar sobre las estrellas. A cada paso que daba, las estrellas reverberaban bajo mis pies. Era como sentirse flotar en el universo, en medio de nubes de galaxias. Pero lo que flota hoy en día, no son solo nubes de galaxias, sino también nubes de plástico. Y estas son las huellas que estamos dejando en el planeta, son las marcas de una época en la que el comportamiento de algunos hombres está dejando un impacto global sobre los ecosistemas terrestres. Y esta época se llama el antropoceno.
Hay también otros tipos de nubes tóxicas contaminantes que flotan en el aire, como las que resultan de las emisiones de dióxido de carbono, la quema de combustibles fósiles: el petróleo, el carbón y el gas. Nubes que no conocen nacionalidades. No sé ustedes, pero yo siempre soñé con flotar entre las nubes. Y hoy tal vez juntos podamos imaginar otros tipos de nubes. Unas nubes con las que podamos vivir.
¿Pueden las nubes ayudarnos a imaginar una nueva época? ¿otros futuros posibles que nos lleven a vivir de una forma diferente sobre este planeta?
Juntos podemos recuperar esta imaginación. Fue así como nos organizamos y empezamos a decorar bolsas de plástico usadas, y formamos un gigantesco lienzo, en donde la gente empezó a dibujar y a escribir mensajes, y cuando el sol sale del horizonte, el aire se calienta y entra dentro de la escultura, y estas nubes se elevan en el cielo. Así aprendemos a flotar en el aire de una manera radicalmente nueva; a la vez que limpiamos parte del océano. Así perseguimos construir una nueva época que deje atrás la violencia del antropoceno para entrar en un tiempo nuevo, el aeroceno. Una época de consciencia ecológica, en la que aprendemos a flotar juntos, convivir en el aire y llegar a un compromiso ético con la atmósfera y con el planeta tierra. Para ello, hemos diseñado esta mochila: un globo que es también una escultura.
Tiene unos cuantos sensores que al moverse dibuja en el aire. La premisa es sentir antes que medir. Percibir los sonidos de la atmósfera, del clima, el aire caliente. Reconectarnos con el clima, la temperatura y el medio ambiente. Esta misma escultura ha volado hasta 600 km desde Alemania hasta Polonia, libre de combustibles, libre de fronteras. Durante la cumbre del Cambio Climático en París, presentamos nuestro proyecto. Queremos navegar las autopistas de los vientos. Así pensamos que estas trayectorias y dibujos pueden convertirse en firmas por un aire libre de emisiones de combustibles fósiles. Así como celebramos el día de la tierra, celebrar el día del aire con aerografías inscritas en él, que es de todos, y ningún territorio puede atribuirse su soberanía”.
Extracto de charla TED dictada por el artista en 2017 llamada ¿Vivirías en una burbuja flotando en el cielo?
Volver al punto de inicio, la pregunta por el origen, la cualidad infinita universal de tiempos y espacios alternativos. La curiosidad será el germen esencial que dispara la contingencia entendida como un arpa de acción. Prisma material y sensorial, el trabajo de Saraceno persigue hacer palpable lo cotidiano, verter el hábitat animal, vegetal y mineral en formas viables, alternativas y armónicas de vida humana.
De algún modo, sus búsquedas son propuestas para el alcance de un equilibrio vital que se hace cada vez más urgente en un mundo azotado por una crisis ambiental y sanitaria que se perfila como alarma, llamado de atención a revisar cómo se reparte el equilibrio del mundo en una era geológica conocida como Antropoceno.
Las edades de la tierra han sido nombradas conforme al agente que mayor impacto haya producido en la vida que se desarrolla sobre ella. Los tiempos que corren, configuran al hombre en la cúspide de las formas vitales, siendo su obrar la huella determinante en el devenir del resto de las especies. El planeta se revela como una entidad viva que se sostiene en el equilibrio de pensarlo como un todo.
La supremacía humana viene conduciendo el navío hacia un abismo sin retorno. Sin embargo, los productos siguen siendo empacados en plásticos, la tala de bosques avanza a gran velocidad, las actividades mineras contaminan aguas y suelos, los residuos de la actividad humana construyen montañas desérticas, abismos contaminantes.
Uno de los efectos más impactantes y bellos del cese mundial de actividad humana por la emergencia del COVID-19 en el año 2020 fue evidenciar cómo produjo una revelación de otras formas vivas. Comenzaron a manifestarse y apropiarse del espacio del que han sido desplazados agresivamente, apareciendo en carreteras y áreas urbanas, perplejos ante la ausencia de civilización.
El hombre limita el espectro de lo vivo a su conveniencia y destruye la armonía esencial del planeta. Como deriva natural de su formación profesional, Saraceno piensa el espacio y la forma ideal de habitarlo sin desplazar la esencia de lo viviente. Contribuye a la formulación material de ideas para convivir en armonía en la biósfera: este globo que encierra interacciones cardinales en las que la omisión de las necesidades de ‘lo otro’ solo genera desequilibrios y catástrofes.
UNA PROPUESTA: EL AEROCENO
Pensar y desarrollar una enorme escultura flotante que se eleva por efecto del aire caliente del sol que ingresa a su interior. Tomás Saraceno ha insistido en el objetivo de crear una forma de transporte aéreo que funcione sin servirse de combustibles fósiles, paneles solares, baterías ni helio.
El 25 de enero de 2020 se registró este récord mundial con el proyecto capitaneado por el artista, Aerocene Pacha, producto de un largo proceso que transitó residencias científicas en la NASA, el MIT y el CNES en Francia para lograr un trabajo escultórico aéreo seguro y funcional.
Aerocene es una comunidad artística interdisciplinaria que persigue nuevos modos de sensibilidad reactivando los imaginarios a través de prácticas éticas y comprometidas con el medio ambiente y su protección. Es un proyecto abierto y colaborativo que consiste en pensar y promover consciencia sobre las características y cambios que ocurren en la atmósfera a través de la experimentación. Para ello, desarrollan e imaginan infraestructuras de movilidad planetaria.
El proceso implica compromiso y prueba de esculturas aerosolares que actúen en balance con la tierra, sin contemplar fronteras ni combustibles fósiles. Tienen una biblioteca de libre acceso para compartir conocimiento y avanzar en el desarrollo de mejores y nuevas alternativas. La inspiración responde a aprender del pasado, los primeros intentos de vuelos humanos y retomar estas rutas de saber ajenas a las lógicas comerciales y capitales.
Tomás Saraceno es un artista prolífico e inabarcable, su interés en la supervivencia de la vida en la tierra le ha permitido modelar instalaciones habitables construidas desde la idea de red.
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Su currículum es potente y diverso. Ha sido invitado a dictar conferencias e integrar grupos de trabajo en los centros de investigación científica más importantes del mundo. Estudió arte y arquitectura en la Universidad de Buenos Aires e hizo estudios de posgrado en Alemania.
Saraceno hace palpable una posibilidad imaginada, tocando y comprendiendo las fibras de lo más puro y real: lo bello está en lo mínimo, ahí, en el borde del silencio
Tomás Saraceno en su estudio de Berlín, con la mochila que permite transportar 'esculturas solares' y un paraguas diseñado para cocinar con energía solar
En 2005 se instaló en Frankfurt donde abrió su estudio por primera vez. En 2012 fue relocalizado en Berlín donde continúa operando y está integrado por diseñadores, arquitectos, antropólogos, biólogos, ingenieros, historiadores del arte, curadores y músicos en un ambiente híbrido de trabajo con talleres, oficinas, el laboratorio de investigación Arachnophilia y la comunidad de Aerocene.
El aporte más genuino y valioso del artista quizás sea su arrojo, la entrega de su vida a la búsqueda y materialización de soluciones para reconciliar la rudeza de nuestro pasado y presente histórico. Su interés en trabajar de la mano de comunidades, pueblos y organizaciones originarias desvela una reivindicación del valor de los primeros asentamientos y civilizaciones humanas que han sufrido un desplazamiento cruel y absolutamente desmerecido.
Del mismo modo, la vida como valor supremo junto a ‘lo otro’ como posibilidad y contribución, devienen en la sólida construcción de metáforas visuales y habitables. Saraceno hace palpable una posibilidad imaginada, tocando y comprendiendo las fibras de lo más puro y real: lo bello está en lo mínimo, ahí, en el borde del silencio.
Betina Barrios Ayala cursa el programa de Doctorado en Literatura Latinoamericana y Crítica Cultural en la Universidad de San Andrés (Argentina, 2019). Licenciada en Estudios Políticos por la Universidad Central de Venezuela, UCV (2007). Tiene una maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Belgrano (Buenos Aires, 2015). Obtuvo una mención en el I Concurso Nacional de Poesía Joven Rafael Cadenas (2016). Mantiene desde 2011 el blog literario experienceparoles. Ha colaborado con diversos medios e instituciones culturales. Trabaja con libros, configurando bibliotecas privadas y comerciales. Sus redes son: Tw @betinabarrios, IG @betinabarriosayala.
Publicado en la Revista Estilo de la Fundación Cultural Estilo. Septiembre, 2021.