Una de las primeras medidas para contener la propagación del coronavirus causante de la COVID-19 fue el uso de cámaras o escáneres térmicos para tomar a distancia la temperatura de la gente. Antes de declararse la pandemia y del cierre de las fronteras era común ver en aeropuertos de todo el mundo estos dispositivos. Pronto se pasó a acciones más radicales de confinamiento y casi desaparecieron. Ahora que comienza la desescalada reaparecen. Cabe preguntarse ¿cuán útiles son para mantener a raya la enfermedad?
Lo primero que resulta evidente es que el uso de estos escáneres térmicos por sí solo no es una medida efectiva. De hecho, su aplicación en terminales de pasajeros fue rápidamente reemplazada por el bloqueo interno y externo en casi todos los países del mundo. El regreso a la «normalidad» pone otra vez sobre el tapete la pertinencia de su utilización. Cabe hacer algunas consideraciones.
¿Para qué sirven?
Estos escáneres con lentes infrarrojos miden y elaboran un «mapa» del calor que emiten las personas. De esta manera, permiten detectar a las que presentan fiebre, uno de los síntomas de la COVID-19.
Su uso evita que un agente de seguridad o un sanitario, por ejemplo, tengan que acercarse a personas potencialmente infectadas con un termómetro para medir su la temperatura. Además, las cámaras o escáneres térmicos pueden medir la temperatura a cierta distancia y evaluar a un mayor número de personas al mismo tiempo. Esto facilita mucho la detección.
Sin embargo, no detectan la enfermedad, solo pueden determinar si la persona presenta uno de sus síntomas.
¿Cuán efectivos son?
Sin embargo, un estudio del Programa de Salud de la Unión Europea publicado a principios de 2019 advierte que no son tan precisos como otros termómetros y que son significativamente más costosos.
Además, la Organización Mundial de la Salud advirtió en enero, cuando estos aparatos comenzaban a utilizarse en los aeropuertos, que «el escaneo de temperatura para detectar posibles casos puede dejar pasar a los viajeros que incuban la enfermedad» que no presentan fiebre o a los viajeros «que ocultan la fiebre durante el viaje».
Un artículo del New England Journal of Medicine muestra que la mayoría de las personas infectadas con el coronavirus pueden pasar poco más de cinco días antes de presentar síntomas.
Otra investigación, realizada por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM) también de enero, sostiene que los escáneres térmicos detectan menos de uno de cada cinco pasajeros infectados después de un vuelo de doce horas.
Útil, pero no suficiente
Con base en esta información, los especialistas estiman que el uso de los escáneres de temperatura puede ayudar a reducir el riesgo de infecciones por la COVID-19. Pero no deben ser la única medida de seguridad que toman los empleadores.
La detección de fiebre por sí sola no eliminará el riesgo. Las personas con el virus pueden ser contagiosas sin fiebre. Sigue siendo importante que los empleadores aumenten el espacio entre los trabajadores, desinfecten las superficies y fomenten el lavado de manos frecuente.
La temperatura de una persona se puede tomar con un termómetro infrarrojo, sin contacto, que apunta a la frente. Los trabajadores pueden usar los dispositivos para tomar sus propias temperaturas, y usar el desinfectante para manos antes y después.
La precisión de los termómetros infrarrojos puede verse afectada por varios factores. Por ejemplo, bandas para la cabeza o pañuelos que calientan demasiado a una persona o por toallas cosméticas que enfrían la piel. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos sugiere que los termómetros se usen en un área libre de corrientes de aire y fuera de la luz solar directa.
Otros riesgos
También hay otros riesgos que van más allá de lo puramente sanitario. Es posible que el uso de la tecnología aumente la posibilidad de contraer el virus. Las personas tienen una falsa sensación de seguridad y no toman otras precauciones con el rigor que deben.
Un asunto adicional es la transparencia y la elección de los trabajadores. Tal vez no hay problema en que las empresas tomen la temperatura de sus trabajadores. Pero ¿qué pasa si las empresas usan una tecnología similar para identificar a los empleados en riesgo de enfermedad cardíaca?
La agencia Bloomberg señala que en Estados Unidos los abogados advierten que existen peligros para los trabajadores. Por ejemplo, la posibilidad de una mayor vigilancia del empleador. Así, los trabajadores de algunos supermercados temían que su información médica la utilizaran en su contra porque los gerentes se negaron a darles sus lecturas.
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