El colorido mundo de la ropa tiene un alto costo para el medioambiente. La industria textil es la segunda más contaminante del planeta. Es responsable de la contaminación del 20% del agua del mundo. La razón es el uso de tintes químicos. Desde dos laboratorios se avanza en la producción de tintes biológicos. Tal vez la industria textil se redima al cultivar los colores de sus tintes.
Rojos brillantes, azules intensos, verdes esmeralda, violetas, unicolores, en degradé o estampados. Una tienda de telas es una gigantesca exibición de colores en innumerables combinaciones, degradaciones e intensidades. No entendemos la moda sin su vínculo con el color. La ropa se vende por el tono de moda, o por el que más nos gusta. El costo va más allá de lo que pagamos por esa pieza de vestir.
El costo ambiental de los tintes químicos
El teñido de telas demanda 1,3 billones de galones de agua anualmente en todo el planeta. Equivale al contenido de dos millones de piscinas olímpicas. Los pigmentos sintéticos componen la mayoría de los tintes usados para colorear las prendas de moda. Se tiñen alrededor de 28.000 millones de kg de textiles anualmente. Son miles de millones de piezas de vestir al año. Durante el proceso de teñido, se generan grandes cantidades de efluentes con colorantes. Solo en China la industria textil descarga 2,5 billones de litros de agua contaminada en los ríos.
Al combinarse los desperdicios de los teñidos textiles, se producen daños químicos más complejos que requieren tratamientos de agua más profundos. Los tintes tóxicos y los metales pesados utilizados en la producción y en los procesos de teñido son un peligro para el consumidor de productos textiles y para el agua, que se convierte en una sustancia altamente contaminada y muy peligrosa si se usa.
Los colorantes textiles contienen sustancias dañinas para los animales acuáticos, además de ser carcinógenos y altamente tóxicos para los humanos. En China, más del 80% de toda el agua subterránea está tan contaminada que no puede destinarse ni para usos agrícolas. El 70% del agua contaminada en el sudeste del país es responsabilidad de las industrias textiles de la zona.
Múltiples impactos ambientales
Se estima que la producción de ropa y textiles representa el 5% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. La Agencia Europea de Medioambiente calcula que las compras de textiles en 2020 generaron alrededor de 270 kg de emisiones de CO2 por persona. Lo que significa que los productos textiles consumidos en la región generaron unas emisiones de gases de efecto invernadero de 121 millones de toneladas.
Sumemos el creciente problema de los residuos. Solo la Unión Europea genera 12,6 millones de toneladas de residuos textiles al año. Lo que equivale a 12 kg de residuos anuales por persona. Apenas el 22 % de los desperdicios textiles postconsumo se recogen por separado para su reutilización o reciclado. Pero la demanda no deja de crecer. El informe de Mordor Intelligence, estima que el volumen del mercado textil a nivel global alcanzó los 722.57 mil millones de dólares en 2023. Se proyecta que alcance los 859 mil millones de dólares para 2028.
A este ritmo terminaremos sepultados en ropa de moda fácil y ahogados en aguas tóxicas. La urgencia por transformarla en una industria verde ha activado múltiples iniciativas: nuevas regulaciones, sustitución de materias primas y búsqueda de opciones biológicas y amigables que sustituyan a los tintes químicos y sus tóxicos colores.
Fermentar pigmentos para teñir la ropa
Un novedoso método de teñido de fibras, hilos y otros materiales podría transformar la industria textil en más sostenible y libre de químicos. En la última década, la compañía Colorifix del Reino Unido desarrolló secuenciación de ADN para derivar microorganismos capaces de producir pigmentos mediante fermentación similar a la cervecera. El proceso demanda menos agua, ningún químico y genera un mínimo impacto ambiental.
A diferencia de otros tintes verdes o naturales, esta tecnología emplea un proceso biológico para producir, depositar y fijar pigmentos en textiles. Si bien los tintes naturales pueden fabricarse sin químicos, requieren unirse a fibras, etapa que usualmente involucra compuestos. Los pigmentos Colorifix resuelven ambas cuestiones: producirlos y acoplarlos sin químicos. La firma fue finalista de los Earthshot Prize, que reconocen la tecnología innovadora.
«En lugar de extraer el pigmento de un organismo vivo, extraemos el mensaje contenido en el ADN de un organismo vivo. Específicamente relacionado con cómo el organismo vivo codifica el color», explicó Christopher Hunter, director de operaciones de Colorifix.
La cartera de clientes de Colorifix comprende fabricantes de los niveles más altos de insumos textiles para marcas y casas de moda. Su modelo de distribución es descentralizado: la empresa envía viales de microbios y capacita a fabricantes sobre cómo cultivar colores directamente. Al vender su tecnología, implementan equipos de fermentación (sistemas modulares ampliables según el tamaño de las instalaciones fabriles) en tintorerías. De este modo logran maximizar la eficiencia ambiental del proceso.
Colores producido por hongos
En California un proyecto del Joint BioEnergy Institute abre un camino que podría revolucionar la industria textil. Descubrió una forma ambientalmente sostenible de producir un pigmento llamado indigoidina. La trascendencia del hallazgo se debe a la semejanza de la tonalidad azul de la indigoidina con la del índigo sintético. El colorante usado en todo el mundo para teñir la tela de mezclilla o deninm (tejanos). Supone una alternativa viable a un proceso que tiene un gran impacto ambiental.
El teñido de entre 12 a 20 toneladas de prendas con pigmentos sintéticos conlleva el vertido de 1000 a 3000 metros cúbicos de efluentes ricas en sustancias químicas. Solo para fabricar un pantalón jeans o vaquero se utilizan cerca de 10.800 litros de agua. Algunos compuestos no son biodegradables y pueden ser cancerígenos. Se emplean tratamientos como floculación o electrodiálisis. Pero aún no existe un método totalmente eficaz para eliminar la toxicidad de todas las sustancias vertidas.
“La mayoría del índigo utilizado hoy día es sintético. El proceso actual es eficiente y rentable, pero requiere de productos químicos tóxicos y genera residuos peligrosos. Los resultados que hemos obtenido ponen a nuestra disposición una manera económica de producir pigmento azul a partir de recursos sostenibles. Incluso, el nuevo método cumple con todos los requisitos para permitir la producción a gran escala que requiere la comercialización”, Aindrila Mukhopadhyay, investigadora principal del proyecto y directora del equipo de Ingeniería de Hospedadores del JBEI.
El Joint BioEnergy Institute (JBEI, en sus siglas en inglés) es un centro fundado por el Departamento de Energía de Estados Unidos en el que participan instituciones tan prestigiosas como la Universidad de California, más conocida como Berkeley.
Por accidente
El colorante no era el fin principal del proyecto. Los investigadores analizaban cómo aprovechar la capacidad de ensamblaje del enzima péptido sintetasa no ribosomal o NRPS para la biosíntesis de compuestos orgánicos tan valiosos como los biocombustibles y estudiar si los hongos escogidos eran una buena especie huésped para la producción.
El objetivo del equipo era comprobar si el hongo Rhodosporidium toruloides podía expresar el NRPS, que bacterias y hongos usan para ensamblar compuestos. Insertaron una NRPS bacteriana en el genoma del hongo. Escogieron una que produce el pigmento azul indigoidina, permitiendo verificar fácilmente si el experimento tuvo éxito al volverse azul el cultivo.
Al ver lo azul del cultivo, supieron que había sido un éxito. La cepa, que denominaron «Bluebelle», logró un récord de producción de indigoidina, a 86g por litro, usando insumos vegetales sostenibles, en contraste con insumos más caros antes necesarios para menos pigmento. Y demostraron con éxito la expresión de NRPS en hongos para biosintetizar tintes de manera sostenible.
Además de la indigoidina, el proyecto logró proporcionar nuevas vías de producción mediante enzimas NRPS, que era su objetivo principal. Lo que es más valioso que cualquier producto concreto. Estas enzimas están compuestas por subunidades con las que se pueden ensamblan diferentes compuestos a partir de moléculas más pequeñas. Aprovechar esta característica, que recuerda a la construcción con piezas de Lego, permitirá generar bioproductos avanzados difíciles de fabricar, como los biocombustibles.
Dos investigaciones con resultados alentadores que permiten soñar con una industria textil teñida de verde ambiente con colores cultivados por secuencias de ADN u hongos índigo. Un primer paso en un largo camino que tiene por delante la tóxica industria de la moda.