«No fuimos un gobierno normal y corriente», dijo Donald Trump al abandonar la Casa Blanca. Sin dudas que no lo fue. Sus desplantes y desenfados marcaron un particular estilo de dirigir la primera potencia del mundo, golpeada por el virus. Las peleas con los medios y los bloqueos de su Twitter. Además, sus últimas horas en la Casa Blanca fueron inéditas: el asalto al Capitolio y la posibilidad de ser destituido. El líder republicano se fue con traiciones a cuestas, enredos, jugadas. TIME afirma que hubo una conspiración para derrotar a Trump en las elecciones.
En esta época de bulos y teorías conspirativas no pudo zafarse Trump. La publicación se adentró en un amplio reportaje a partir de entrevistas y acceso a documentos inéditos. Revela que las elecciones de estadounidenses fueron el escenario de una gran conspiración para lograr su derrota.
En el texto se desvela “la historia secreta” que unió a personas poderosas, de diferentes sectores e ideologías. Con el fin de controlar el flujo de información y perjudicar al candidato republicano. Y se deja en evidencia cómo la conspiración no fue un “sueño paranoico” de Trump sino una realidad que terminó por darle el poder a la izquierda en Estados Unidos.
“The secret history of the shadow campaign that saved the 2020 election” es el título de la investigación periodística. Allí se dice que, según los autores de conjura, la democracia es frágil. Por ello, “los participantes querían que la historia secreta de las elecciones se contara”.
Aunque parezca insólito, hubo un complot, señala la centenaria e influyente revista estadounidense. “Una camarilla bien financiada de personas poderosas, que abarcan industrias e ideologías, actuó. Trabajaron juntas detrás de bastidores para influir en las percepciones, cambiar las reglas y leyes. Dirigir la cobertura de los medios y controlar el flujo de información. Las partes se combinaron perfectamente y al final terminó por darle la victoria al demócrata Joe Biden.
TIME y la conspiración contra Trump
Mientras se descorren los hechos, el actual gobierno está fuera de lo corriente, como indicó Trump. Tan al margen de lo común que TIME, de manera sorprendente, termina señalando que “Trump tenía razón”.
Afirma que durante más de un año, “una coalición de operativos de izquierda, poco organizada, se apresuró a apuntalar las instituciones estadounidenses”. Algo alarmante, al tratarse de Estados Unidos.
“Consiguieron que los estados cambiaran los sistemas de votación y las leyes. Ayudaron a asegurar cientos de millones en fondos públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales. Y además, consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera vez”, precisa el reportaje.
La publicación destaca el papel de las Big Techs y la censura que aplicaron. “Presionaron con éxito a las empresas de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación. Utilizaron estrategias basadas en datos para combatir las difamaciones virales”.
Tras su dilatada investigación confirma que Trump no estaba equivocado al denunciar una conspiración en su contra. Entre las grandes compañías tecnológicas y el Partido Demócrata.
¿Complot contra un hombre o contra la democracia?
En la tupida maraña de conspiración contra Trump, TIME destaca a Michael Podhorzer, como el artífice del plan. El director político de la AFL-CIO, la federación de sindicatos más grande de Estados Unidos.
Podhorzer mantuvo reuniones a través de Zoom “con su red de contactos en todo el universo progresista”. El movimiento sindical, la izquierda institucional, como Planned Parenthood y Greenpeace. Grupos de resistencia como Indivisible y MoveOn. Geeks y estrategas de datos progresistas, representantes de donantes y fundaciones. Organizadores de base a nivel estatal, activistas por la justicia racial y otros.
“A medida que avanzaba el 2020 este planificado complot se extendió al Congreso, Silicon Valley y los poderes públicos de la nación”, relata.
Asimismo, la revista especifica que “para asegurar el voto”, se necesitaba dinero. Por lo que “en marzo, los activistas pidieron al Congreso que enviara el dinero de ayuda de la COVID a la administración electoral”.
Otra serie de eventos se sucedieron en el preámbulo de las elecciones. Laura Quinn, una operativa progresista que cofundó Catalist, estuvo detrás de la presión a las Big Techs para lograr la censura.
Quinn “pilotó un proyecto secreto y sin nombre, que nunca antes había discutido públicamente. Rastreó la desinformación en línea y trató de descubrir cómo combatirla (…) La solución, concluyó, era presionar a las plataformas para que hicieran cumplir sus reglas. Tanto eliminando contenido o cuentas que difunden desinformación como controlando de manera más agresiva en primer lugar”.
Un dato adicional a toda esta conjura. “En noviembre de 2019, Mark Zuckerberg invitó a nueve líderes de derechos civiles a cenar en su casa. Le advirtieron sobre el peligro de las falsedades relacionadas con las elecciones que ya se estaban extendiendo sin control”, reseña TIME.
El poder de las redes y el “nos volveremos a ver»
En el acucioso trabajo, TIME advierte que Voting Rights Lab e IntoAction crearon memes y gráficos específicos de cada estado. Lo difundieron por correo electrónico, Twitter, Facebook, Instagram y TikTok instando a que se contara cada voto. Juntos, fueron vistos más de mil millones de veces.
“El ahora desaparecido sitio web (‘Proteja los Resultados’) tenía un mapa con una lista de 400 manifestaciones postelectorales planificadas. Que se activarían por mensaje de texto el 4 de noviembre. Para detener el golpe que temían, la izquierda estaba lista para inundar las calles”, señala.
“(…) Es un error pensar que este ciclo electoral fue una demostración de fuerza para la democracia. Muestra cuán vulnerable es la democracia “, dijo a TIME la Coalición de la Democracia para la Defensa de los Pueblos. Al admitir cómo se llevó a cabo la gran conspiración electoral contra Donald Trump.
Erguido y de la mano de Melania, Trump abandonó la Casa Blanca el 20 de enero. Se dirigió al helicóptero Marine One que lo llevaría a su mansión en Miami. Entonces dijo: «Fue el honor de toda una vida haber servido a este gran país. Con suerte no será un adiós a largo plazo. Nos volveremos a ver».
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