Por Paz Mata | Ilustración: Luis Moreno
30/09/2016
Genio y figura. No se ha dejado atrapar fácilmente por la maquinaria de Hollywood y aunque en alguna ocasión mordió el anzuelo, supo soltarlo a tiempo para seguir dando rienda suelta a su fantasía. La última, El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, basada en la novela homónima de Ransom Riggs.
Ha sido el niño terrible de Hollywood, un cineasta original e independiente, despistado, excéntrico, nervioso y con una delirante imaginación, que no se doblega a las exigencias de las leyes comerciales y que prefiere vivir en su propio universo. Cuando tiene a bien bajarse de la nube, cosa que hace puntualmente para promocionar sus cintas, Tim Burton (Burbank, California, EEUU, 25 de agosto de 1958), se presta solícito a la charla de rigor con los medios de comunicación, a posar para los fotógrafos y a todo lo que sea necesario con tal de que la gente entienda y aprecie su trabajo. En sus películas refleja su pasión por la sátira social, que suele matizar con toques de horror, humor y, sobre todo, mucha fantasía.
Ahora, su visión nos transporta a un misterioso refugio donde un grupo de niños con habilidades y poderes bastante peculiares viven alejados del mundo que les es hostil. Allí aprenden que la seguridad es una mera ilusión y que el peligro amenaza por todos los rincones en forma de poderosos y enemigos ocultos. Tim Burton, el mago de Eduardo Manostijeras, Bitelchús, Sleepy Hollow, Batman, Big Fish y Mars Attacks!, entre otras, es el más indicado para recrear la atmósfera mágica que rodea a Jake, un niño de Florida normal y corriente al que una terrible tragedia le hace emprender un viaje al país de Gales, donde descubrirá los secretos del pasado de su abuelo. Vestido de riguroso negro, desgreñado y sin afeitar, el director nos recibe en la sala de visionado del estudio donde está dando los últimos toques a la película. En la habitación de al lado se exhibe un collage con los personajes que le han hecho famoso. Un escenario perfecto para entrevistar a un director que siente pasión por los monstruos, los dibujos animados y los personajes fantásticos.
Ya desde Eduardo Manostijeras mostró un gran interés por llevar al público a territorios surreales, fantásticos y hasta grotescos. ¿Qué le interesó de este mundo que describió Ransom Riggs en su libro?
El modo en el que construye esta historia basándose en viejas fotografías. A mi siempre me han interesado las viejas fotografías por el misterio que encierran. Te cuentan historias sin explicar nada. Es poético y al mismo tiempo espeluznante e inquietante.
¿Y de estos peculiares niños?
Que no son el tipo de héroes que estamos acostumbrados a ver. Estos tienen súper poderes y, al mismo tiempo, muchas aflicciones. El hecho de que un niño pueda vivir con abejas dentro de su cuerpo, que pueda manipular plantas para convertirlas en árboles gigantes o proyectar sus sueños proféticos es fascinante.
En todas sus películas hemos visto esa fascinación por personajes poco corrientes. ¿Por qué?
Porque es el tipo de gente por la que me siento atraído. No es algo consciente sino que es mi forma de ser, no lo puedo evitar
¿Se considera usted un ser peculiar?
No sé, nunca me he autoanalizado. Yo me considero un tipo normal, pero esa palabra en sí misma es ya algo extraña. Creo que todos, en un momento u otro, incluso cuando tienes un mal día, somos un poco peculiares. Yo no sé que significa exactamente eso de ser normal.
¿Cómo era de pequeño?
Tenía fama de ser un poco extraño, tal vez porque me gustaban más los monstruos y las películas de miedo que jugar al béisbol. Yo no veía nada raro en mi comportamiento. Vivía en mi propio mundo, pero nunca me sentí diferente a los demás, aunque éstos me vieran de otra forma. Siempre fui una persona muy optimista y no tan tétrico como otros se empeñan en verme. Era un chaval tranquilo, un poco solitario y poco comunicativo, pero tenía un mundo interior muy rico que me ayudó a pasar la adolescencia.
¿Cómo describiría ese mundo?
Vivía en las nubes, observando por la ventada de mi casa o mirando a las musarañas. Dibujaba la que se me pasaba por la cabeza y así exteriorizaba mi mundo interior. Es una forma muy valiosa de pasar el tiempo, pensando y creando.
Dice que es una persona muy optimista. No cabe duda que le entusiasma y le apasiona lo que hace. ¿Hay algo que le deprima?
En lo que a mi trabajo se refiere, me deprime que la gente vea las cosas de forma diferente a como las veo yo. Es una lucha constante cuando hago una película. Aunque con ésta no ha sido así, estuve rodeado de gente que me entendía a la perfección, sobre todo los niños.
Al igual que Jake, el protagonista, usted se fue de casa siendo aún un niño. ¿Por qué lo hizo?
Simplemente porque no me llevaba bien con mis padres. No fue nada traumático, ni ocurrió nada trágico entre nosotros, como le ocurre a Jake. Yo me fui a vivir con mis abuelos y dejamos de vernos. Años más tarde mi padre cayó enfermo de cáncer, quise ir a verle pero no llegué a tiempo. Mi padre y yo no teníamos nada en común y eso hacía que no nos entendiéramos.
¿Tuvo miedo de los peligros que podía encontrar fuera del nido familiar?
Nunca he tenido miedo. Mis pesadillas están siempre relacionadas con el trabajo. No suelo soñar mucho, excepto cuando estoy en el norte del estado de Nueva York y en Venecia. Quizá sea porque son dos lugares encantados por fantasmas del pasado.
¿Son esos sueños iguales que sus películas?
No, mis sueños son muy banales y no son para contarlos en público. Creo que el sueño más terrible que tuve fue que alguien me despertaba para ir al colegio (risas). Me levanté con sudores. Me gusta soñar despierto, eso es una parte importante de la creatividad.
Dicen que la creatividad surge de lidiar con los obstáculos y las dificultades que presenta la vida. ¿De dónde sale la suya?
Yo tengo un maravilloso trabajo, pero sin duda conseguir llevarlo a cabo te da muchos dolores de cabeza. Yo no considero que debas ser un artista torturado para crear, pero se requiere mucha energía para lidiar con los conflictos que surgen día a día. Pero es parte del proceso. Sabes que si te relajas algo va a salir mal. No tengo ni idea de dónde surge mi creatividad. He gastado una fortuna en terapia y todavía no logro saberlo (risas).
Sin embargo el genio sigue saliendo. ¿Le supone todavía un desafío dirigir
una película?
Siempre es un desafío hacer una película, no importa cuántas hayas hecho, cada nueva película es como si fuera la primera. Es siempre difícil pero es importante que sea así.
De todas sus fantásticas y mágicas cintas, ¿cuál elegiría como favorita?
No sé, es difícil elegir. Es como cuando te preguntan cuál es tu hijo favorito. Hay aspectos de Eduardo Manostijeras que me gustan mucho, pero quizá sean Sweeney Todd y Ed Wood con las que me siento más identificado. En todo lo que hago, aunque sea muy distinto, trato de buscar algo en lo que me encuentre a mí mismo. Ya que no soy muy dado a la palabra, la única forma que tengo para expresarme a la hora de dirigir a un actor es sintiendo algo por el personaje y de esa manera puedo describir al actor las emociones que tiene que tratar de transmitir.
Hace un par de años nos trajo Big Eyes, película basada en una historia real. En ésta, sin embargo, ha estirado aún más los límites de la imaginación. ¿Dónde se siente más libre como artista, en la realidad o en la fantasía?
Yo crecí viendo cine de fantasía pero estas películas me transmitían algo y eso es algo real. De hecho me pasa que viendo ciertas películas de fantasía siento muchas cosas que ante otras más realistas. Las películas de fantasía resultan siempre importantes para los niños porque les transmiten cosas de forma muy profunda, como ocurre con los sueños.
¿Influyen sus hijos en su trabajo y en sus decisiones a la hora de hacer una película?
Mi hijos no tienen ni idea de lo que hago. Han visitado alguno de mis rodajes pero aún así no saben lo que hago. Tener hijos es la cosa más rara, sorprendente, extraordinaria y emocional que puede experimentar un ser humano y aún así nos parece normal. La mayoría de la gente pasa por ello. Lógicamente mis hijos tienen una gran influencia en mi trabajo.
¿Es por ellos por lo que se fijó en el libro de Riggs?
No, ellos no lo han leído y todavía no han visto la película. Tengo curiosidad por ver su reacción. Sinceramente, temo
su opinión.
¿Cómo hace para crear estos mundos mágicos y, al mismo tiempo, asegurarse de no aterrorizar a los niños?
Al principio de mi carrera, todo lo que hacía decían que era demasiado aterrador para los niños. Batman era muy oscura y ahora cuando ves esa película, parece un alegre retozo en el campo. A mí no me parece que las cosas que hago sean tan aterradoras. Creo que los niños son los mejores jueces a la hora de decidir qué es lo que les da miedo y lo que no. Yo les doy más crédito a los niños que a la mayoría de los adultos.
La realidad que vemos en la televisión o en internet suele es más terrorífica que las películas de horror. ¿Influyen en usted esas imágenes a la hora de crear?
Todas las imágenes, por fantásticas que parezcan y me remito a los cuentos populares y a los de hadas, son un reflejo de la realidad, aunque no se haga literalmente. La mayor parte de las fantasías están basadas en la realidad y aunque no de forma directa, creo que es importante que estén arraigadas a algo real.