Por Juan Emilio Ballesteros
22/6/2018
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Un museo no tiene por qué ser aburrido. Sus salas albergan obras de arte que enriquecen el patrimonio cultural de los pueblos. En cierto modo, un museo forma parte del alma de la historia y, en ocasiones, hasta de su conciencia. Conocemos nuestro pasado, comprendemos el presente y hasta nos atrevemos a vaticinar el futuro a través de la producción de genios creadores que supieron plasmar en un instante mágico de inspiración ideas, costumbres y tradiciones, las señas de identidad de una civilización y su manera de pensar. La pintura es un lenguaje universal, un vehículo para la comunicación. Para Evelio Acevedo (Moral de Calatrava, Ciudad Real, 1953), director gerente del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, la pinacoteca que gestiona desde el año 2012, que abarca ocho siglos de arte occidental, supone una auténtica lección de historia.
El éxito del Thyssen-Bornemisza
Por ello, no concibe las exhibiciones y muestras en las que el público se apelotona en tres y cuatro filas y pugna, entre codazos y selfies, para contemplar un cuadro. Tampoco admite que se mida el éxito de un museo por el número de visitantes ni por el merchandising, porque el público o los artículos de promoción publicitaria no son el único indicador a tener en cuenta.
Con una dilatada experiencia como gestor financiero –fue responsable de inversiones en bancos como Barclays, Santander y Sabadell–, conoce el valor de una cuenta de resultados y, en consecuencia, su objetivo principal es que la institución sea cada vez más fuerte y sostenible, lo que no quiere decir rentable. Aquí se trata de aprovechar al máximo los recursos. El beneficio se mide en otros parámetros. No obstante, con las exposiciones temporales la proyección del museo se dispara. Autores como Antonio López o Renoir –cuyas muestras se programaron en 2016– cosecharon un éxito abrumador.
25 aniversario
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza se abrió en 1992 para albergar la colección del barón Thyssen, que el Estado adquirió al año siguiente. Acaba de celebrar su 25 aniversario y goza de buena salud. Ha alcanzado casi el 80% de autofinanciación. Se percibe ya como un ente público. Esta colección permanente (casi 900 piezas) es la joya de la corona. Para potenciarla, se han creado nuevos itinerarios y presentaciones. La misión fundamental de los museos públicos es dar el servicio por el que fueron creados.
En el caso del Thyssen-Bornemisza, conservar la colección, mantenerla, preservarla, pero también divulgar el conocimiento, transmitirlo como parte del proceso de formación de los individuos y de la sociedad.
En la ampliación del museo se expone la colección propiedad de la baronesa, Carmen Cervera (unas 200 obras), formada por los cuadros que el barón no vendió o ambos adquirieron. Esta muestra se regula por un convenio que se renueva periódicamente y, pese a la repercusión mediática de la negociación, el préstamo se prorroga sin contratiempos.
Digitalización
Evelio Acevedo impulsa asimismo la digitalización de la institución porque el museo del siglo XXI implica un equilibrio entre la realidad real y la realidad virtual, que es lo que representa ya el mundo digital.
Un proyecto que consolidará y globalizará la vocación didáctica de la pinacoteca con iniciativas como “Entrar en el cuadro”, que se puso en marcha el año pasado junto a Endesa para permitir a los visitantes fotografiarse dentro de algunas obras de la colección. Así, es posible moverse libremente por el interior de los cuadros y explorar todo cuanto hay a su alrededor, produciendo una experiencia sensorial que traslada al usuario a esos lugares tan dispares.