POR CAMBIO16
31/09/2017
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«El presidente de Cataluña, Puigdemont, puede solicitar asilo político en Bélgica«. Con esta frase, el político belga Theo Francken irrumpió el fin de semana en la escena política de España con ese sacudón a la lógica, porque hay que ser, por lo menos, atrevido para pensar que un país de la Unión Europea -y más Bélgica– le podría dar asilo al hombre o a grupo que ha llenado la cabeza de preocupaciones a los guardianes del Estado de la Unión.
Francken: "Catalaanse minister-president Puigdemont mag politiek asiel aanvragen" https://t.co/TLi1DS54Dh
— Theo Francken MP (@FranckenTheo) October 29, 2017
Pero sólo con buscar un poco en internet el historial del actual secretario de Estado de Migración y Asilo belga, puede darse cuenta de lo tenaz que puede ser el «nuevo amigo» del expresident. Su devenir político está lleno de controversias, es «visceral» -por decir lo menos- en las redes sociales, y su figura en Bélgica es sinónimo de escándalo. Su figura quedó marcada por una decisión polémica: a finales de 2016, se negó a conceder visados humanitarios a una familia siria con dos hijos de cinco y ocho años que intentaba abandonar Alepo, en contra del criterio de los jueces, lo cual desencadenó una crisis de gobierno en Bélgica.
A Francken y a Puigdemont probablemente los una la afinidad ideológica. Francken forma parte del partido Nueva Alianza Flamenca (N-VA), una formación política profundamente nacionalista, proclive a comprender y apoyar iniciativas independentistas como las desarrolladas por el recién cesado Gobierno de Cataluña y caracterizada por su ideología derechista y separatista. La lucha por la independencia de la región de Flandes en Bélgica es la bandera izada por esta coalición. -aunque, cabe destacar, los principales miembros del nacionalismo flamenco se desmarcaron este lunes de la visita de Puigdemont a Bruselas, pero cosas veredes, Sancho-.
Volviendo a Francken, éste argumentaba la posibilidad de conceder asilo a Puigdemont con estas palabras: «Cuando uno ve la situación, la represión de Madrid y las penas de prisión a las que se arriesgan, uno se pregunta si habrá un proceso equitativo», añadiendo que si Puigdemont solicitase asilo, «eso nos pondría en una situación diplomática delicada con España […] un juez belga tendría que decidir”.
Pero, de antemano no se confunda: el historial de Francken dista mucho de alguien que se preocupe por los derechos civiles.
Las joyas de Francken
La trayectoria política de Theo Francken está llena de acontecimientos y comentarios xenófobos. Internet no olvida… ni tampoco perdona.
Años atrás, en 2011, Francken compartió en su muro de Facebook su opinión sobre un artículo publicado del The Economist en el que comentaron los aportes de los inmigrantes a las economías occidentales. El secretario reconoció el valor añadido a la economía belga de inmigrantes judíos, chinos e indios, pero criticó despectivamente el de los marroquíes, congoleños y argelinos.
Incluso pocos días después de que Francken asumió el cargo de secretario de Estado de Migración, en 2014, estalló la primera polémica por sus amistades neonazis. Francken fue visto con una copa de champagne, festejando el 90 cumpleaños de Bob Maes, un antiguo afiliado de la Liga Nacional Flamenca, estrechamente involucrado con la ocupación nazi de Bélgica durante la Segunda Guerra Mundial, reseña el medio belga RTBF.
El mensaje y el manejo de sus redes sociales han levantado más de una roncha. En 2016, un GIF publicado en la página de Facebook del político belga creo gran controversia. El animado muestra a Francken bajando de un helicóptero para ponerle una suerte de gancho a la cabeza de un hombre negro, que es rápidamente elevado. «Mira lo que encontré. Tolerancia cero, es gracioso 🙂 «. El chiste desveló sus tendencia hacia el racismo e incluso hizo que el hombre elevado, un senegalés de 34 años que vive en Francia, presentara una queja.
A las pocas semana, Francken hablaba ante los medios sobre su intención de promover unos cursos sobre «cómo comportarse con las mujeres y respetarlas», excepto que se refería a los inmigrantes. La idea provoca fuertes reacciones en un país como Bélgica, donde una de cada tres mujeres sigue siendo víctima de la violencia.
Antinmigrante
Y el año pasado el secretario de Estado de Migración recibió una multa de 4.000 euros por haber rechazado el asilo humanitario a una familia siria que vive en Alepo. Aunque la justicia había decidido a favor de la concesión, el secretario lo negó. Los brazos abiertos de la familia belga, que iba a acoger a los sirios, se quedaron vacíos. Francken argumentó que Bélgica “ya se ha mostrado particularmente acogedora”, durante la crisis migratoria en Europa.
Relacionado a este episodio, RTBF recuerda las palabras de Francken sobre la negativa de los refugiados a trasladarse al centro que Bruselas había dispuesto para la recepción de los migrantes, -un alojamiento nocturno sin duchas ni servicios sanitarios -en 2016. Las condiciones del centro habían levantado la preocupación del gobierno belga, a lo que Francken, el responsable del área, respondio. «Al parecer, -los migrantes- prefieren los campamentos. ¿Qué más quieren que haga? ¿Ofrecerles un hotel quizás?»
El comisario general belga para los refugiados y los apátridas, Dirk Van den Bulcke, ha recordado el lunes que el requisito que Bélgica exige para la concesión de asilo a un ciudadano europeo es la existencia de «señales serias de persecución» o de «un riesgo real de daños serios» en su país de origen. Así que, si impera la lógica, lo de Francken con Puigdemont no es más que una provocación. Otra en su no muy humanitario historial.