Nikola Tesla a los 17 años enfermó de cólera y su padre al ver que no mejoraba le prometió que le pagaría los estudios de ingeniería en la mejor escuela de Austria, la Universidad Politécnica de Graz. Tesla se recuperó y comenzó sus estudios allí. Terminó la carrera en la Universidad de Carolina de Praga y en 1884, comenzó a trabajar en la Continental Edison Company, una de las empresas de Thomas Edison, otro grande de la electricidad. La relación no pudo ser peor.
Desde su época de estudiante investigó la forma de que la energía gratuita llegara a todo el mundo. Tesla era un genio y un hombre de ideas fijas como lo demostraría a lo largo de su vida. Esa era una de ellas.
Escribió en su autobiografía que apenas dormía un par de horas. Eran suficientes. Su cabeza funcionaba sin pausa buscando nuevos usos para la corriente eléctrica sin interés alguno en rentabilizar esos inventos. Fue un hombre atormentado por obsesiones y manías. Una mente brillante sometida por un trastorno obsesivo compulsivo que se manifestaba de variadas maneras.
Tesla y sus aversiones
“Cuando era niño, adquirí muchos gustos, aversiones y hábitos extraños. No me gustaban las cosas demasiado redondas como la visión de una perla, ver un collar de perlas me provocaría un ataque, ver un melocotón o tocar el pelo de otra persona me daría fiebre”,contó.
El número tres cambio le obsesionaba. Las habitaciones de los hoteles donde vivió gran parte de su vida tenían que tener el número tres. Contaba los pasos al pasear por la calle, medía los centímetros cúbicos de la sopa que le servían en su plato, no le gustaba estrechar la mano de nadie y, a menudo, usaba guantes blancos cuando estaba en público. También acostumbraba comer solo en una mesa especial que nadie más en el hotel podía usar, con montañas de servilletas y cubiertos esterilizados.
Desde joven tenía pensamientos intrusivos, un síntoma clásico del trastorno obsesivo compulsivo, aunque en su caso, eran severos. Menciona ideas e imágenes que “se apoderaban de su mente con una fuerza tan implacable que rayaban en la alucinación”. Veía destellos de luz o «lenguas de llamas vivas”. Las percepciones de lo que le rodeaba, por momentos, se amplificaban en su cabeza como el tic tac de un reloj, la visión de una mosca en una mesa de su habitación, le provocaba un ruido sordo en el oído. Todas estas experiencias las dejó por escrito.
El amor por las palomas sin hogar
Nunca se casó y debido a los síntomas del trastorno obsesivo compulsivo no era aceptado ni comprendido por el entorno. Su vida era desarrollar nuevas tecnologías y cuidar, alimentar y sanar palomas que siempre tenía cerca.
“A veces siento que al no casarme he hecho un sacrificio demasiado grande en mi trabajo, así que he decidido prodigar todo el afecto de un hombre que ya no es joven a la tribu emplumada. Estoy satisfecho si algo de lo que hago servirá para la posteridad. Pero cuidar de esos pájaros sin hogar, hambrientos o enfermos es el deleite de mi vida”, le dijo Tesla, cuando tenía 70 años, a un periodista.
Pero tenía una favorita. Una paloma blanca con la que decía que se comunicaba por telepatía. “Si ella me necesitaba, nada más importaba. Mientras la tuve, mi vida tenía un propósito”, admitió.
“Una noche, mientras estaba acostado en mi cama en la oscuridad, resolviendo problemas, como de costumbre, ella entró volando por la ventana abierta y se paró en mi escritorio. Sabía que ella me quería y deseaba decirme algo importante. Me levanté y fui hacia ella. Al mirarla supe que quería decirme que se estaba muriendo. Cuando recibí su mensaje, salió una luz de sus ojos, unos poderosos rayos de luz. Sí, era una luz real, una luz poderosa, deslumbrante, cegadora, una luz más intensa que la que jamás había producido con las lámparas más potentes de mi laboratorio. Cuando esa paloma murió, algo salió de mi vida. Sabía que el trabajo de mi vida estaba terminado”, escribió.
Tesla hablaba 8 idiomas bastante bien. Inglés, serbio, croata, francés, italiano, alemán, checo, húngaro y un poco de latín, pero prefería comunicarse mentalmente con “su tribu de alados”.
El fin de una vida solitaria
Murió el 7 de enero de 1943, a los 86 años. La empleada del hotel avisó de su fallecimiento. No recibía visitas salvo sus palomas. Era considerado un huésped indeseable: “era raro y tenía la habitación llena de pájaros”. Murió en la pobreza. Dejó una enorme cantidad de valiosos inventos y también muchas deudas.
“Durante cuarenta años -decía el obituario publicado en The New York Times– vivió y trabajó en un mundo de fantasía chisporroteante de chispas eléctricas, repleto de extrañas torres para recibir y emitir energía y dispositivos de ensueño para dar al hombre utópico un control total de la naturaleza. Era una vida solitaria”.
Un empleado del hotel donde falleció dijo que “el doctor Tesla murió como había pasado los últimos años de su vida: solo”. Tal vez no se sentía solo, porque siempre dejaba la ventana abierta, aunque fuera enero.
A su funeral en la catedral de San Juan el Divino, asistieron más de 2.000 personas. Era la pérdida de un auténtico genio. Tesla es considerado como uno de los mejores inventores del siglo XX. Sin embargo, sufrió vejaciones y engaños durante su vida. Pasadas varias décadas, los movimientos contraculturales de Estados Unidos desempolvaron su legado y reivindicaron su nombre.
El telascopio para comunicarse con otras galaxias
Tesla no aceptó las normas establecidas de la época que le tocó vivir y sus inventos eran demasiado adelantados. Desde el “rayo de la muerte”, arma capaz de disparar haces de partículas, al “teslascopio”, una máquina que haría posible la comunicación con seres de otras galaxias. Estaba convencido de la existencia de seres inteligentes en otros planetas.
Sus últimos años de vida fueron especialmente duros. No desarrolló ningún invento exitoso. Estaba en la ruina. Fue expulsado de varios hoteles por no tener con qué pagar el alojamiento y por el rastro de excrementos de sus palomas. Sus únicas y fieles compañeras. Los amigos, socios y familiares desaparecieron.
La favorita, la que me entendía
En su biografía se lee: “He estado alimentando palomas, miles de ellas, durante años, pero había una paloma, un pájaro hermoso, de un blanco puro con puntas de color gris claro en las alas, que era diferente. Era una mujer. Reconocería esa paloma en cualquier lugar. No importaba dónde estuviera, esa paloma me encontraría. Cuando la deseaba sólo tenía que desearla y llamarla y ella vendría volando hacia mí. Ella me entendió y yo la entendí. Me encantaba esa paloma”.
Este hombre enamorado de una paloma, años atrás había sido un brillante ingeniero que llevó a cabo deslumbrantes demostraciones con la electricidad. Sus inventos cambiaron para siempre la forma de vivir de cientos de miles de personas, porque llevó electricidad a sus hogares y ciudades.
Dijo esta frase asombrosamente vigente: “La ciencia no es más que perversión en sí misma a menos que tenga como objetivo último mejorar la humanidad». Estaba convencido que la ciencia debía servir para el bienestar de todos, expresó Amanda Gefter en la nota que escribió para nautil.us.
La requisa por parte del gobierno
El gobierno de Estados Unidos, una vez que Nikola Tesla fue enterrado, rápidamente entró en su oficina para requisar documentos. Sin mucho éxito. Esos papeles eran indescifrables. Tesla guardaba sus mejores ideas en su mente. Años más tarde, su familia, a través de la embajada de Yugoslavia, recuperó parte de los documentos incautados.
Patentó más de 300 inventos. La bobina Tesla, el motor de corriente alterna, el radar, los rayos X, la transferencia de energía eléctrica en forma inalámbrica, el control remoto, el microscopio electrónico, herramientas de medición y control climático, entre otros. Además fundó varios laboratorios en Nueva York para desarrollar dispositivos eléctricos y mecánicos.
El motor eléctrico que desarrolló en 1930 ha tomado un segundo impulso con los vehículos eléctricos. Se trata de un motor con campos magnéticos que giran para producir energía. Con la crisis de 1930, el invento pasó al olvido. Sin embargo, este se utiliza en máquinas como ventiladores industriales, bombas de agua, discos de computadora, relojes de pulsera y compresores. Actualmente la empresa Tesla se enorgullece de comercializar vehículos con energía verde por tener motores eléctricos.
La feroz rivalidad entre entre Thomas Edison y Tesla
No se puede hablar de Nikola Tesla y de Thomas A. Edison sin referirse a lo que se llamó la guerra de las corrientes. Un enfrentamiento por demostrar el descubrimiento y la patente de la electricidad. Mientras que Edison era partidario del sistema de corriente continua, Tesla defendía el sistema de corriente alterna. Nikola Tesla ganó esta batalla y este es el sistema que se utiliza actualmente para transportar la electricidad. Sin embargo, el inventor croata nunca obtuvo el reconocimiento que recibió Edison.
Edison, además de inventor, era un empresario con ambiciones y no compartía la visión altruista de Tesla. Uno desarrollaba sus inventos para comercializarlos, el otro quería cambiar el mundo a través de los avances de la ciencia. Edison además inició una campaña de difamación contra “el extranjero” refiriéndose al inventor serbio.
Aunque Edison pasó a la historia como el padre de la electricidad, sin el trabajo de Tesla habría demorado mucho más tiempo en lograrlo. Tesla fue borrado de la historia porque soñaba con obtener energía gratuita para todo el mundo y, además, enviarla de forma inalámbrica. Esto chocaba con todos intereses políticos y económicos de esa época, también de la actual
El verdadero inventor de la radio
Con Guglielmo Marconi también hubo un enfrentamiento importante. Muchos consideran que Nikola Tesla fue el verdadero inventor del sistema de radio que Marconi patentó en 1904 y por el cual en 1909 recibió el premio Nobel de Física. Años atrás, en 1895, Tesla ya había inventado un sistema para transmitir mensajes de voz sin hilos.
Marconi usó el invento de Tesla en 1899 para realizar la primera comunicación sin cables. Envió un mensaje entre Dover, Inglaterra y Boloña, Francia, a una distancia de 48 kilómetros. Dos años más tarde, en 1901, Marconi amplió esa distancia y realizó la primera transmisión que cruzó el océano Atlántico.
En 1943, la Corte Suprema de Estados Unidos reconoció a Nikola Tesla como el verdadero inventor de la radio y le devolvió la patente en poder de Marconi hasta ese momento.