El mundo actual parece una olla de presión o un castillo de arena que cambia a una velocidad vertiginosa. En aras de progreso hay quienes sugieren limitar la libertad. En este contexto confuso y anárquico un filosófo recomienda releer a Hegel. Terry Pinkard, profesor de la Universidad de Georgetown especializado en filosofía alemana, tiene un enfoque particular en el filósofo alemán y sus teorías políticas.
En una entrevista con Philosophy Now, Pinkard explora cómo Hegel puede proporcionar una perspectiva valiosa sobre la importancia de la libertad en la sociedad, la cultura y la política. “Hegel considera la libertad fundamental en la historia, la señala como el motor del progreso. Una sociedad justa realiza plenamente la libertad de los individuos”, afirma Pinkard. La conciencia de la libertad ha ido creciendo entre las personas
En la entrevista el filósofo estadounidense aborda el papel del Estado en la articulación de la unidad entre el individuo y la sociedad. Explica que, a diferencia del Estado antiguo, el moderno reconoce a los ciudadanos como individuos libres e iguales. Además, destaca la dialéctica entre individuo y comunidad en el pensamiento de Hegel. Donde ambos se definen mutuamente en lugar de reducirse el uno al otro.
Pinkard dice que para Hegel el proceso histórico es una consecuencia del desarrollo de la libertad y la conciencia de lo universal. La historia avanza hacia una mayor libertad y reconocimiento del otro. La obra del filósofo alemán no debe ser vista como un dogma, sino como una herramienta para pensar críticamente el presente e imaginar nuevas posibilidades de desarrollo.
Hegel y la libertad
Para Hegel, la noción de libertad involucra distintas dimensiones. Al indagar sobre la primera -su definición-, Pinkard destaca que implica tres elementos cruciales: estar en armonía con uno mismo, actuar según principios propios; independencia; y al mismo tiempo, «una especie de dependencia estructurada de los demás».
Sólo la combinación equilibrada de estos tres factores posibilita la «libertad plena». Pinkard ejemplifica con las relaciones de amor cómo lo que parece contradicción -depender-hacerse independiente- se complementa dialécticamente. Sin embargo, advierte que en contextos no racionales, llevar cualquiera de estos elementos al extremo genera tensiones
Señala que la independencia a veces se confunde como libertad en sí misma. Hegel vislumbraba lo ilógico de estas dicotomías. Esto ocurre cuando «si quiero ser completamente independiente, debo hacer que los demás dependan de mí». Pinkard concluye que la independencia absoluta «siempre da lugar a relaciones que se tambalean entre el dominio y la servidumbre». La independencia absoluta conduce a relaciones de dominación-sumisión inviables, como ocurría entre amos y esclavos.
El experto cita a Hegel indicando que a lo largo de la historia estas relaciones entre amos y siervos estuvieron «plagadas de dificultades», sosteniéndose sólo por la fuerza. La razón es que, como reflexiona agudamente el filósofo alemán, «sólo un poco de razonamiento muestra lo insensata» que resulta esta dicotomía entre dominar y ser dominado. Desarticular esta tensión y equilibrar las tres dimensiones de la libertad es esencial para construir una sociedad justa, donde quede atrás la opresión de unos sobre otros.
Crucial para el progreso
Terry Pinkard explica con brillantez la concepción de Hegel sobre el papel crucial de la libertad en la marcha de la Historia. Para el filósofo alemán, la libertad desempeña un papel medular, al servir como motor del progreso social a lo largo de los siglos. Un aspecto distintivo de las sociedades humanas a lo largo del tiempo ha sido el progresivo despertar de la conciencia de libertad. En los albores de la humanidad, apenas unos pocos -los denominados «amos»- se autoconcebían como autónomos e independientes. Sus acciones sólo eran constreñidas por otros dominantes.
Sin embargo, esta superioridad se basaba sólo en la fuerza y resultaba intrínsecamente inestable. Con el transcurrir de los siglos, los desposeídos fueron tomando consciencia de su situación marginada. Dejaron de verla como un orden preestablecido e inmutable, para entenderla como un conjunto de limitaciones impuestas artificialmente desde la desigualdad. La toma de perspectiva diferencia radicalmente a la modernidad, marcada por un despertar universal de los derechos.
Hegel advertía que esta incipiente toma de conciencia colectiva ya gestaba cambios revolucionarios en su época. De hecho, la Revolución Francesa supuso un parteaguas, al cuestionar el poder absoluto de la nobleza. Proceso que el filósofo alemán observó con agudeza en su contexto, cuando apenas tenía 19 años y presenció los inicios. Pinkard explica que, para Hegel, el desarrollo histórico de la consciencia de libertad no fue abrupto, sino un paulatino proceso que condujo a las masas a exigir su emancipación. Su teoría de la Historia aborda el desarrollo progresivo de la agenda humana. A través del lente de la libertad se iluminan las luchas sociales y las transformaciones emancipatorias.
Importancia de la libertad
En la entrevista con Amir Ali Maleki, Terry Pinkard ofrece su percepción sobre el carácter absolutamente trascendente de la libertad para Hegel. Por encima de otros bienes materiales, la maximización del libre albedrío de cada persona es condición sine qua non de un orden social justo.Iba más allá de la típica ponderación entre bienes en conflicto propia del intercambio económico.
Su receta apuntaba a disponer las instituciones de modo tal que se logre la mayor realización posible de la libertad para todos. No se reduce a una suma de privilegios individuales, sino a un entramado social que garantice el ejercicio autónomo de la voluntad general. Como explica Pinkard, para Hegel solo accediendo plenamente a la autoconsciencia como seres autodeterminados nos hacemos realmente libres.
Esta perspectiva ilumina la necesidad histórica de revertir estructuras como la relación amo-esclavo, donde la dominación de unos anula otros. La idea de libertad, una vez asimilada, impulsa cambios profundos imparables pese a la represión. Hegel comprendió que el indetenible anhelo de emancipación forjaría el mundo moderno.
“Una vez que esta idea de libertad ha entrado en la mente de la gente, nada puede forzarla a salir de nuevo. Las órdenes dominantes pueden reprimir la idea, pero no pueden suprimir el anhelo de libertad”.
Terry Pinkard
Papel del Estado
La idea de Estado tiene una concepción tremendamente profunda en el pensamiento de Hegel, como revela Pinkard en la entrevista. Según el filósofo alemán, el gobierno surge de forma «natural» de la necesidad de coordinación humana. Sin embargo, sus formas concretas son construcciones históricas que requieren legitimación. La noción moderna de Estado difiere sustancialmente de los regímenes premodernos, donde primaron la sujeción a poderes absolutos.
Para Hegel, el Estado constituye la máxima objetivación histórica de la Razón en su camino hacia la libertad. Más que una mera estructura de gobierno encarna la unidad sustantiva del pueblo. Pinkard explica que sólo al articularse los individuos como miembros iguales de esta totalidad colectiva, logran ser sujetos plenamente autónomos. Aquí radica la diferencia clave entre los antiguos regímenes, donde primó la sujeción de las masas a élites, y las naciones modernas.
Ve en el Estado la expresión de la unidad del pueblo, cuya concreción material permitirá a los individuos ejercer su libertad plenamente. Sólo al articularse como parte de esta totalidad colectiva logran ser sujetos autónomos. El Estado hegeliano remite así a una compleja dialéctica entre independencia e interdependencia.
Hegel destaca la invención del Estado-nación como forma superadora, capaz de conjugar independencia personal y vínculo orgánico con la comunidad. Otro aporte medular fue entender al Estado, no como designio de gobernantes absolutos, sino como producto racional de la voluntad general. Pinkard destaca además que para Hegel, en las democracias los límites del poder estatal deben fijarse participativamente. Superando esquemas preliberales donde élites religiosas controlaban todas las decisiones.
El pueblo visto por Hegel
La concepción hegeliana sobre la relación gobierno-pueblo tiene aspectos muy interesantes, como revela Pinkard. Al igual que en otros temas, Hegel concibe esta relación en términos dialécticos: unidad entre «yo» y «nosotros». Implica rechazar posturas que subordinan totalmente al pueblo o que lo conciben como una suma de átomos desconectados.
Como expone en profundidad en su Filosofía del Derecho, Hegel defendió firmemente que el pueblo debe poseer su propia esfera de autoridad independiente del Estado. Era escéptico ante las tendencias centralizadoras que concentraban todo el poder en una cúpula gobernante, menoscabando la participación popular. Incluso lo criticó en la Prusia de su época, donde primaron decisiones «de arriba» sobre aportes «de abajo».
“Sospecha mucho de las disposiciones que, por razones de rapidez y eficacia, centralizan la autoridad en el cargo de primer ministro o presidente, centralizando así el Estado”.
Terry Pinkard
Pinkard traza iluminadores paralelismos entre estas ideas y los análisis posmodernos sobre totalitarismo de Hannah Arendt. Ambos advierten que una atomización social vacía de contenido a la ciudadanía, abriendo paso a una centralización estatal sin contrapesos.
Liberalismo hegeliano
Durante la entrevista, Pinkard aborda con matices la compleja relación entre el pensamiento de Hegel y la corriente liberal. Reconoce que resulta difícil establecer paralelismos precisos, sobre todo considerando la evolución del concepto liberalismo a lo largo de los siglos.
En un principio, el término aludía al laissez-faire económico tan en boga en el siglo XIX, postura que Hegel desdeñaba por su potencial destructivo al atomizar la sociedad. También desconfiaba de cómo podía allanar el camino a concentraciones excesivas de poder en los Estados. Sin embargo, Pinkard revela una sugerencia interesante del estudioso Edmund Fawcett, quien propone leer el liberalismo en clave más amplia. Resaltando valores como el reconocimiento de conflictos sociales, la desconfianza al poder y la fe en el progreso dialéctico.
Bajo esta óptica, algunos aspectos centrales del pensamiento hegeliano, como su concepción orgánica del Estado-nación, tendrían puntos de confluencia con el liberalismo. Más que adscribirlo directamente a una u otra corriente, Pinkard matiza con agudeza la postura «posliberal» de Hegel, distante del individualismo económico pero afín a elementos nucleares del liberalismo político.
Impacto en la política actual
El pensamiento de Hegel sobre el Estado y la política continúa inspirando reflexiones fructíferas, como revela Pinkard en esta entrevista. Cuando plasmó sus «líneas básicas» de Filosofía del Derecho en 1820, propuso instituciones que garantizaran los derechos humanos: familias afectivas, mercados laborales justos y un Estado constitucional de ciudadanos libres e iguales.
Pese a los cambios, estos principios «siguen guiando nuestro discurso político». Aunque ya no como imperativo europeo, sino expresión universal de la libertad e igualdad. Sin embargo, hoy vemos desestabilizarse esa totalidad. Un Estado independiente de ciudadanos atomizados, una moral excluyente y mercados generadores de desigualdad.
“Lo que ha cambiado es el rechazo a la idea de que la forma europea de resolver estos problemas sea de algún modo vinculante para el resto del mundo. Es otra forma de decir que las exigencias de libertad e igualdad han puesto patas arriba las viejas afirmaciones de hegemonía europea”.
Terry Pinkard
La filosofía hegeliana ilumina cómo el progreso social puede revertirse cuando sus elementos constitutivos se fragmentan y enfrentan. No proporciona recetas, sino una forma de pensamiento crítico para orientarnos en tiempos de incertidumbre. En la oscuridad del futuro, su obra aporta marcadores conceptuales valiosos. Pese a los siglos transcurridos, la obra de Hegel mantiene intacta su potencia para mirar con lucidez nuestro mundo y sus contradicciones emergentes.
Individuo y Estado
Pinkard plantea que la concepción hegeliana del individuo es matizada y compleja, lejos de reducciones individualistas o colectivistas. Por un lado, Hegel rechaza pensar que los vínculos sociales se reducen a la suma de intereses individuales. Las estructuras colectivas como el lenguaje o el Estado poseen una lógica propia, aunque dependan de su manifestación en la acción humana. Sin embargo, también reconoce que individuos concretos actúan en libertad dentro de dichas estructuras.
Por otro lado, Pinkard destaca dos diferencias fundamentales entre el Estado antiguo y moderno según Hegel. La primera es que los modernos son representativos debido a su tamaño. Y la segunda es el surgimiento de la «sociedad civil», que da pie a la esfera laboral separada del ámbito público-político y privado-familiar.
Revela la profunda comprensión hegeliana de las instituciones como producto histórico, al tiempo que aporta reflexiones perdurables sobre el equilibrio entre individuo, sociedad y Estado. Su concepción matizada del sujeto invita a superar falsos dilemas y a comprender las realidades sociales en su complejidad dialéctica.
Religión y Estado
Pinkard revela con claridad la concepción de Hegel respecto a la relación Estado-religión. Lejos de verla como algo negativo, sostiene que la separación moderna entre ambas esferes ha sido beneficiosa. Fusionarlas inevitablemente conduce al fanatismo y la destrucción de la vida civil, como enseñaron siglos de guerras religiosas. Una dura lección de la historia europea.
Al concentrar en manos religiosas los poderes coercitivos del Estado, se invierte la relación. Los clérigos dejan de ser ciudadanos entre pares para transformarse en dueños del resto. Lo que conlleva tratar a los disidentes no como conciudadanos con derecho a disentir, sino como súbditos obligados a someterse. Un camino seguro hacia la intolerancia.
La religión, la filosofía y el arte son para Hegel los medios en que se objetiva el Espíritu Absoluto. Otorgar poderes estatales a los religiosos los vuelve señores sobre los demás. Por lo que considera que la religión florece allí donde impera la libertad, no donde priva el fanatismo producto de la intolerancia. Lejos de debilitarla, la separación Iglesia-Estado es la mejor suerte de la religión para cultivarse libremente.
Vigencia del idealismo alemán
Pinkard plantea razones muy valiosas para la vigencia actual del pensamiento idealista alemán. Al igual que Hegel y los suyos, vivimos épocas de cambios sociales, políticos y morales sísmicos. Ellos emprendieron con valentía y lucidez el intento de comprender su tiempo. Leerlos con ese espíritu puede ayudarnos a dilucidar el nuestro.
Si bien se equivocaron en mucho, acertaron en reconocer la libertad como esencia de su era. Al igual que hoy late en la idea de progreso. En cierto modo, aún habitamos el retroceso sociopolítico abierto por ellos. Solo entendiéndolo desde su perspectiva podremos hallar nuestro camino, asimilando, pero también actualizando sus ideas.
El idealismo alemán, según Terry Pinkard, ofrece una forma valiosa de pensar críticamente el presente, nuestras certezas, temores e inquietudes. Lejos de fórmulas rígidas, nos invita a dialogar con sus conceptos para comprender mejor nuestra época en transformación. Su lectura continúa siendo un estimulante ejercicio de comprensión de nosotros mismos y nuestro tiempo.