Muchos países han decidido aplicar a su población una dosis de refuerzo a la pauta completa de la vacuna contra la COVID-19 desoyendo los criterios de la OMS. La Organización Mundial de la Salud insiste en una moratoria hasta que se vacunen los países de bajos ingresos.
En una decisión controvertida, algunos gobiernos justifican, la colocación de una tercera dosis principalmente por la nueva emergencia de la variante delta. Más contagiosa que las previas.
Israel, Francia, Alemania, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos han anunciado o comenzado a aplicar una tercera dosis a grupos de personas mayores e inmunodeprimidos. En América Latina asumieron ya esa decisión República Dominicana, Chile y Uruguay, que tienen un porcentaje elevado de su población vacunada.
Tedros Adhanom Ghebreyesus ha dicho que 10 naciones han aplicado el 75% de todas las vacunas disponibles. Mientras que los países de bajos ingresos han vacunado poco más del 1% de sus habitantes. «Esta injusticia en la vacunación avergüenza a toda la humanidad”, dijo.
En un extenso artículo publicado en Time, el director general de la OMS, desarrolla sus puntos de vista sobre la vacuna de refuerzo y el por qué hay que retenerla. Inicia su texto con el testimonio de una partera en Uganda, Harriet Nayiga, que relata las vicisitudes para conseguir el tratamiento.
Insiste el inmunólogo que la Delta y otras variantes altamente transmisibles del SARS-CoV-2 están arrasando poblaciones que permanecen desprotegidas debido a que la cobertura de vacunas extremadamente baja. Los olvidados son trabajadores de la salud, poblaciones de mayor edad y otras personas con alto riesgo de enfermedad grave y muerte.
La dosis de refuerzo o de la discordia
A pesar de esta enorme desigualdad, algunos países ricos han anunciado planes para administrar la dosis de refuerzo a las poblaciones que han recibido la pauta completa de vacunación. Señala Ghebreyesus que “esto es éticamente objetable, si se consideran los cientos de millones de personas que aún no han recibido una sola dosis en los países más pobres del mundo. Los datos científicos para respaldar una intervención de política tan importante, que tendrá efectos dramáticos en el suministro mundial de vacunas, todavía se está recogiendo”.
Argumenta con amargor en sus líneas que “los trabajadores de la salud de los países de bajos ingresos deben buscar en sus diccionarios el significado de la palabra solidaridad. Todavía estamos en medio de una pandemia, pero cada vez más tiene dos pistas marcadamente diferentes”. Por un lado, los países con una alta cobertura están experimentando una disociación de casos y muertes. Y por el otro, los que no pueden acceder a las vacunas y están reportando un aumento de casos y de mortalidad.
Por estas razones, la OMS ha pedido una moratoria global sobre las inyecciones de refuerzo de la COVID-19, al menos hasta finales de septiembre. Esto, dice el director, para permitir el progreso hacia la vacunación de al menos el 10% de la población de todos los países.
Hasta ahora, algo más de la mitad de los países del mundo han alcanzado ese objetivo, casi todos ellos países de ingresos altos y medianos altos o productores de vacunas.
Menos vacunados, mayor propagación
Tedros Ghebreyesus asegura entender que todo gobierno tiene el mandato y la responsabilidad de proteger a su gente. Como ministro de salud y ministro de Relaciones Exteriores, eso fue lo que hice también. Pero por un contrasentido que parezca, ese objetivo nacional y doméstico se logra mejor vacunando a los trabajadores de la salud. Y a las personas con mayor riesgo en todos los países antes de pasar a poblaciones más jóvenes con un riesgo mucho menor y vacunas de refuerzo.
Afirma el director de la OMS en Time que “con un suministro limitado, más vacunas para las personas que ya han sido vacunadas significa menos dosis para las personas que no lo han hecho. Además, cuantas más personas permanezcan sin vacuna en el mundo, más oportunidades tendrá el virus de propagarse. Así como evolucionar hacia variantes potencialmente más peligrosas, lo que aumenta el riesgo para todos”.
En su opinión estamos atravesando una crisis global, pero “la retórica está superando la acción. He escuchado a líderes políticos e industriales hablar sobre la necesidad de vacunar al mundo porque ‘nadie está a salvo hasta que todos están a salvo’. Al mismo tiempo, estos líderes están firmando acuerdos bilaterales que exacerban aún más la brecha entre los que tienen y los que no”.
Los líderes políticos y corporativos deben tomar una decisión. ¿El puñado de países y empresas que controlan el suministro realmente quieren correr el riesgo de que aparezcan nuevas variantes. Y oleadas innecesarias de muerte, pérdida de puestos de trabajo e inseguridad en todas partes?. ¿O quieren poner fin a la pandemia e impulsar una recuperación global?
Un llamado a compartir dosis y licencias
Antes de proceder a aplicar una vacuna de refuerzo, Ghebreyesus sugiere varias acciones. En primer lugar, los países que han vacunado a la mayoría de sus poblaciones de alto riesgo deben compartir las dosis de la vacuna, s ahora con COVAX.
“Algunos países han comenzado a compartir dosis, pero necesitamos compartir más y más rápido para frenar este virus de rápido movimiento. Esto no es caridad. Esta es la mejor manera de proteger las frágiles ganancias en todas partes. Es esencial para comprender las necesidades y compartir y distribuir eficazmente las vacunas en el futuro”, añade.
En segundo lugar, las empresas que producen vacunas deben comprometerse durante los próximos seis meses y asegurarse de que la mayor parte de su producto vaya a COVAX. Y a países de bajos ingresos cuya cobertura, de todas las fuentes, no está en camino de alcanzar las metas globales. Esto es, de cobertura del 10% en todos los países a finales de septiembre y el 40% a finales de diciembre.
En tercer lugar, debe haber un aumento de la capacidad de fabricación de vacunas en todas las regiones, comenzando por las que tienen la menor capacidad de producción. Me complace que el primer centro de fabricación de vacunas de ARNm de la OMS esté avanzando en Sudáfrica con socios del sector público y privado. También estableceremos más centros en otras regiones del mundo.
Pero, asegura, “avanzaría aún más rápido si los fabricantes de productos farmacéuticos compartieran sus licencias, tecnología y conocimientos.
Hay poco que ganar con un pequeño número de empresas que obtienen grandes beneficios si el mundo sigue perdiendo billones de dólares al entrar y salir de las severas restricciones a sus poblaciones”.
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