El hambre en África es una crisis compleja y multifacética que afecta a millones de personas en el continente desde hace décadas. Las ayudas humanitarias que se destinan anualmente para paliar la hambruna no parecen estar logrando su objetivo en un territorio golpeado fuertemente por el cambio climático, la violencia religiosa y política y la inflación. Sin embargo, nuevas tecnologías están emergiendo como una de las soluciones a largo plazo que se requieren para salir de este círculo vicioso.
Van desde programas basados en inteligencia artificial para el control fitosanitario de cultivos hasta avances para mejorar su tolerancia a la sequía y su resistencia a las plagas. Además, se trabaja en tratamientos para elevar el contenido de nutrientes de los suelos y fortalecer la precaria producción agrícola. El objetivo es una productividad sostenible con un daño medioambiental mínimo.
Hambre «endémica»
La situación en África es catastrófica, pero nada nuevo. Muchos países del continente han sufrido crisis alimentarias a lo largo de la historia. Somalia se vio azotada por una entre 1991 y 1992. Murieron cerca de 300.000 personas. La situación se complicó por una prolongada sequía. Además, líderes de las milicias se apoderaron de la ayuda humanitaria y la vendieron en los mercados de Mogadiscio. En diciembre de 1992, Estados Unidos encabezó una intervención para controlar las milicias y poner fin a la hambruna.
Ocho años antes, una hambruna mató a aproximadamente un millón de etíopes. Etiopía vivía una guerra civil, por lo que la ayuda humanitaria tardó. Las naciones extranjeras al principio fueron reacias a involucrarse. Sin embargo, por lo catastrófico de la situación se realizaron varios eventos de caridad con personalidades de alto perfil. Un ejemplo fue el concierto Live Aid, llevado a cabo en 1985 y coordinado por el músico y actor Bob Geldof. Se recaudaron más de 100 millones de dólares. Para Etiopía no era la primera vez que se enfrentaba a una hambruna. En 1974 ya varios cientos de miles de personas habían muerto de hambre.
A mediados de 2011 hubo una crisis alimentaria en África oriental. En Somalia se declaró la primera hambruna del siglo XXI. Se calcula en 13 millones las personas afectadas en Etiopía, Kenia y Somalia. Innumerables personas perdieron sus cosechas, su ganado y sus medios de vida. En 2023, África subsahariana experimentó una crisis similar. Alrededor de 146 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria aguda y necesitan ayuda humanitaria urgente.
Confluencia del mal
Sequías prolongadas, desertificación, inundaciones y nubes de langostas del desierto son fenómenos naturales que se han agravado por el cambio climático provocado por el hombre y la degradación de la naturaleza. Los conflictos armados y la recesión económica después de la pandemia del COVID-19 se suman a este desolador panorama.
Según el informe presentado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Comisión de la Unión Africana (CUA), la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), la crisis alimentaria en África no tiene precedentes.
En el informe titulado Africa Regional Overview of Food Security and Nutrition – Statistics and Trends 2023 (Panorama regional de seguridad alimentaria y nutrición en África. Datos estadísticos y tendencias de 2023) presenta estadísticas alarmantes sobre la inseguridad alimentaria y la malnutrición. Aproximadamente 282 millones de personas en el continente (alrededor de 20 % de la población) están subalimentadas. Esto representa un incremento de 57 millones de personas desde la pandemia de COVID-19. Se indica que más de 1.000 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable y alrededor de 30% de los niños padecen retraso del crecimiento debido a la malnutrición.
Círculo vicioso que se expande
Según ACNUR, África es el continente con mayor número de conflictos bélicos activos. El daño que la violencia causa en la población es incuantificable y se ve aumentado porque estos conflictos nunca acaban o resurgen cada poco tiempo. La violencia hace que los recursos se agoten por la baja producción, los precios de los pocos bienes sean excesivos y la población tenga que huir.
Los grandes desiertos y el clima del continente no facilitan la vida ni tampoco el cultivo o la ganadería. Hacen que sean constante las fuertes sequías seguidas de lluvias torrenciales que van disminuyendo los recursos naturales. Las colonizaciones y los repartos de territorio que países de otros continentes tampoco ayudaron mucho a evitar la crisis. Por el contrario, han colocado a África en una situación de vulnerabilidad. Todo el dinero que se viene empleando en pagar una deuda externa se dejó de invertir en políticas sociales.
Son los más vulnerables los que se llevan la peor parte de la actual crisis del hambre. Los hombres y las mujeres pierden sus medios de vida a medida que se pierden las cosechas, los animales se mueren de hambre o de sed, y el suelo es arrasado. Los niños pasan hambre y se abandona su educación. Las mujeres comen menos, y la sequía hace que las necesidades dietéticas, especialmente de las niñas, las mujeres embarazadas y lactantes, y la higiene menstrual queden relegadas.
Tecnología contra el hambre
La ayuda alimentaria sigue siendo vital dentro de la estrategia para frenar el hambre en África. No obstante, la respuesta más efectiva a la crisis de seguridad alimentaria es aumentar el potencial de rendimiento de la tierra. Uno de los obstáculos ha sido la productividad de la mano de obra africana, que se ha visto reducida por graves problemas como VIH/SIDA, paludismo y tuberculosis.
Especialistas llevan mucho tiempo dándole vueltas a cómo obtener un mayor rendimiento de los cultivos y producir alimentos más nutritivos de suelos pobres para que la creciente población pueda disponer de productos a precios asequibles. La Fundación Africana de Tecnología Agrícola (AATF), por ejemplo, busca tecnologías agrícolas que podrían beneficiar a los agricultores. Luego facilita la transferencia de estas tecnologías y los conocimientos técnicos conexos para su uso en las explotaciones agrícolas africanas.
El mayor proyecto de la AATF es el denominado “maíz de eficiencia hídrica para África” (WEMA, por sus siglas en inglés). El maíz es el cultivo de primera necesidad en África. Cerca de más de 300 millones de personas dependen de este como principal fuente de alimento. Sin embargo, es muy afectado por frecuentes sequías y sus rendimientos promedio son casi siete veces inferiores a los de otros países desarrollados.
La AATF junto con el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y del Trigo están probando variedades de alto rendimiento que se adaptan a las condiciones africanas. «Las variedades de maíz que se espera obtener del proyecto se traducirán en 2 millones de toneladas adicionales de maíz para los países participantes, lo que significa que entre 14 millones y 21 millones de personas tendrán más para comer y vender», señala Silvestre Oikeh, director del proyecto WEMA.
La IA no podía faltar
Las tecnologías digitales se han convertido en los últimos años en África en una herramienta para luchar contra la inseguridad alimentaria . Agricultores africanos están consiguiendo aumentar considerablemente sus cosechas gracias a nuevas herramientas de inteligencia artificial. Con una aplicación para teléfonos inteligentes, pueden fotografiar un cultivo en mal estado y determinar qué plagas, enfermedades u otros problemas amenazan su cosecha.
Desarrollada por PlantVillage (en inglés) en la Universidad Estatal de Pensilvania, la aplicación utiliza IA para comparar fotos de los cultivos de los agricultores con una base de datos de más de 100.000 plantas y enfermedades. PlantVillage es un laboratorio de innovación para amenazas actuales y emergentes a los cultivos de la iniciativa “Alimentar el Futuro” de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
La aplicación ayuda a los agricultores a cultivar cosechas sanas y a tomar mejores decisiones sobre pesticidas y fertilizantes, lo que beneficia sus resultados así como el medioambiente. Una encuesta realizada entre unos 100 agricultores que utilizan la aplicación reveló un aumento del rendimiento de hasta el 30%.
Bajo la lupa
En África también se están utilizando aplicaciones móviles para informar sobre los precios del mercado o las cosechas, imágenes satelitales para vigilar los pastos y la morfometría geométrica para detectar la desnutrición aguda severa en los niños, entre otras tecnologías. Especialistas aseguran que se busca hacer que el internet de las cosas facilite información útil a los pequeños productores y campesinos. Es incorporar tecnología para avanzar hacia una agricultura inteligente frente al cambio climático.
Las imágenes satelitales cruzadas con la información obtenida en el terreno permiten a pastores de Senegal, Mali, Níger y Mauritania conocer la realidad de los suelos y la disponibilidad de vegetales. Información clave para los pastores porque, en función de la disponibilidad de pastos, las poblaciones pastoras se desplazan. También evita conflictos entre comunidades de pastores y de agricultores. Estos datos permiten anticiparse y predecir cómo puede evolucionar el ganado y saber qué grado de resistencia pueden tener las poblaciones.
La morfometría geométrica es utilizada desde hace años en medicina forense o en cuestiones de seguridad. A través de una aplicación en un teléfono móvil Android, denominada SAM Photo, se diagnostica la desnutrición aguda severa en niños sin necesidad de usar tallímetros ni balanza. La aplicación se desarrolló en Senegal, se ha extendido su uso a Guatemala y a mediados de año empezarán a aplicarla en India.
Digitalizar para producir
La FAO también enfila esfuerzos hacía tecnologías digitales para mejorar la producción y el acceso al mercado de los agricultores africanos. El director general de la FAO, Qu Dongyu, asegura que el “camino hacia la nueva forma de vida y la nueva economía agrícola” que busca transformar los sistemas agroalimentarios, eliminar el hambre y reducir la pobreza.
La organización tiene en marcha desde hace unos años el proyecto “Iniciativa 1.000 Aldeas Digitales” en Senegal. “Se acercan las lluvias, recuerda comprar tus semillas, preferiblemente semillas certificadas o tus mejores semillas de la cosecha pasada”, le dice en lengua local la aplicación móvil de la FAO a un agricultor en Senegal. Llamada SAIDA (Servicios Agrícolas e Inclusión Digital en África) envía a unos 300.000 agricultores senegaleses información sobre producción, meteorología, mejores prácticas agrícolas, evolución de los precios del mercado y transformación y conservación de los alimentos para evitar pérdidas, entre otros.
Además, tiene en funcionamiento una plataforma de comercio en línea (Senlouma), desarrollada durante la pandemia de COVID-19 para afrontar las restricciones de desplazamiento de personas. Esta permite a un centenar de asociaciones de agricultores vender sus productos en Internet y publicitarlos en redes sociales. Romper el círculo vicioso del hambre, la violencia y el clima en África requiere una combinación de soluciones tecnológicas, paz duradera y esfuerzos globales para garantizar que nadie pase hambre en este continente en pleno siglo XXI.