Por JESÚS OSSORIO / Fotografía: LINO ESCURÍS
«Malditos españoles”, repiten varios directivos en inglés tras ver los diseños de los móviles BQ. Es el leit motiv de la primera campaña de publicidad de una empresa empeñada en que “la tecnología deje de ser un maná que sólo llega de Asia o Estados Unidos”. Es una de las obsesiones de Rodrigo del Prado (foto), director general adjunto y fundador de la tecnológica cien por cien española que se atreve a competir en el jugoso y disputado mercado de los teléfonos móviles. En la sede central de Las Rozas (Madrid) se diseñan y prueban a fondo los smartphones, tablets e impresoras 3D que la marca crea para el mercado europeo. Del Prado cuenta con todo detalle el proceso, desde que piensan un dispositivo hasta que llega a las tiendas: “Es como un parto, son nueve meses de desarrollo”.
Las cifras certifican el ascenso de BQ, una start-up que se hace mayor y quiere afianzar su hueco en el mercado europeo. Sus cuentas de resultados para 2014 alcanzan los 200 millones de facturación, casi el doble de lo que registraron en el ejercicio anterior. Sólo en España da trabajo a casi 1.000 personas, en 2012 contaban con 150 empleados. “Pero mantenemos el espíritu emprendedor”, defiende Del Prado. Ser cada año más grandes les ha dado más margen para hacer lo que quieren. “Yo ahora tengo la capacidad de poner una cámara de gama alta en un terminal que cuesta 200 euros, somos más grandes pero no tanto como otras empresas con las que competimos y eso nos permite ser más ágiles”, explica Del Prado.
Precios muy competitivos. Es uno de los buques insignia de BQ, una empresa que hace tan sólo unos años vendía memorias USB y accesorios para ordenadores. ¿Cómo han conseguido llegar hasta aquí? Para empezar, han querido despegarse la etiqueta de low cost. No les molesta pero “tiene connotaciones negativas”, advierten. Para ajustar los precios y seguir siendo competitivos con productos de calidad es necesario que la austeridad se convierta en una máxima.
Así ocurre en BQ. La gestión empresarial es “conservadora”: no hay una pirámide salarial en la que un director cobra diez veces más que el rango inferior. “Hay que predicar con el ejemplo, si nuestros compañeros nos hubieran visto jugar al golf en vez de venir a trabajar no se hubieran implicado tanto”, razona el director general. En la filosofía que ha guiado el éxito de la empresa, un mantra: los ingenieros tienen la última palabra. “Nadie sabe más en una empresa de productos, por encima de nosotros nadie manda; la gente que sabe de dinero se queda en los excel”.
La historia
“En la universidad ni se nos pasaba por la cabeza que íbamos a acabar diseñando móviles, ¡casi nadie tenía!”. Rodrigo del Prado recuerda así cómo arrancó BQ, su amistad en la carrera con Iván Sánchez, Adán Muñoz, Alberto Méndez, David Béjar y Ravin Dhalani fue el germen de la empresa. Querían “hacer cosas” y empezaron desde cero: fabricando componentes para ordenadores clónicos. Luego llegaron las memorias USB, los libros electrónicos, las ‘tablets’, las impresoras 3D y los móviles, su principal negocio.
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