El contraste entre 2019 y 2020 no podría ser mayor. El año pasado cerró con imágenes de protestas y manifestaciones masivas en Hong Kong, Chile, Colombia, Venezuela e Irak. Hoy, esas mismas calles están vacías. La presencia de las fuerzas armadas y los efectivos oficiales era rechazada y ahora es bien recibida. La necesidad de frenar la pandemia y el uso de la tecnología le están dando una poderosa herramienta al autoritarismo en todo el mundo.
La tormenta perfecta
El coronavirus parece hecho a la medida para los gobiernos y políticos autoritarios que han proliferado en los últimos años. Al principio, muchos de ellos desestimaron su gravedad. Hoy, claman a los cuatro vientos sus esfuerzos para detener la pandemia. Y para ello hacen uso de sus mejores recursos: restricción de libertades, presencia de los militares en las calles, cierre de fronteras y cierre de acuerdos de cooperación con regímenes aliados.
La presencia de efectivos militares haciendo tareas civiles genera inquietudes, especialmente en países donde han tenido o tienen control e influencia sobre el poder político.
Human Rights Watch y la ONU ya advirtieron del peligro que el autoritarismo en diversos países pueda restringir los derechos humanos de las poblaciones. En Filipinas, Sudáfrica, Kenia, Venezuela, entre otros, ya reportan abusos de las fuerzas militares y policiales durante operaciones de control ciudadano. En China, se ha enunciado la desaparición de médicos y empresarios, que denunciaron manejos inadecuados de la crisis por parte del gobierno.
A la desinformación sobre #covid19 se la combate con información fidedigna. La presidenta interina de Bolivia, @JeanineAnez, en cambio se ha arrogado el poder de sancionar con una década de cárcel a quien publique algo que el gobierno considera erróneo. https://t.co/MTmcYQtB91 pic.twitter.com/xu7inJpjZS
— Tamara Taraciuk Broner (@TamaraTaraciuk) April 8, 2020
Democracias en riesgo
Pero el uso inadecuado de las medidas para frenar la pandemia puede poner en peligro incluso a países con democracias más sólidas. Hay Estados en los que ya se ha puesto a las fuerzas armadas a controlar operaciones de sanidad, la producción de medicinas y la seguridad ciudadana. Esto puede conducir a que situaciones coyunturales se vuelvan estructurales, mucho más cuando se desconoce el momento en que se podrá volver a la «normalidad».
El Departamento de Justicia envió al Congreso un proyecto de ley que incluye limitar el derecho de asilo y permitir que se detenga a personas sin juicio por tiempo ilimitado. Su antecedente es la «Ley Patriota» que se aprobó después del 11 de septiembre de 2001, que todavía mantiene a 40 detenidos en la base estadounidense de Guantánamo.
El Parlamento húngaro acaba de aprobar una ley que permite al primer ministro húngaro Viktor Orban gobernar mediante decretos, sin supervisión parlamentaria y por tiempo indefinido.
Los gobiernos deben respetar los derechos al emplear la vigilancia contra el COVID-19 https://t.co/1WpPSqf7Wk
— Human Rights Watch (@hrw_espanol) April 6, 2020
Biotecnología peligrosa
Ahora, está a la vista de la esquina un peligro mucho mayor. La respuesta al coronavirus se está aprovechando de la revolución tecnológica y de las telecomunicaciones. Es esencial conocer, con la mayor precisión posible, la ubicación de un probable brote. A falta de vacunas y tratamientos habrá que aislar a los enfermos cuanto antes. En este sentido, mientras más información se tenga sobre los ciudadanos (su ubicación, movimientos, rutinas, historial médico), mejor.
Pero esto pone a las grandes corporaciones y a los gobiernos en la situación de «controlar cada vez más y ser cada vez menos controlados». Podrían usar el Big Data para controlar a sus ciudadanos. Esto es particularmente más peligroso, cuanto más autoritario sea un gobierno.
Sin embargo, el riesgo es grande también para las democracias más consolidadas. En los Estados Unidos, luego de los ataques del 11 de septiembre, el gobierno Federal estableció una serie de restricciones para evitar la propagación de imágenes que pudieran resultar perturbadoras. La medida fue bien recibida, pero sentó un precedente de los controles que se pudieran dar en nuevas situaciones de crisis como la actual.
En España, hay partidos de gobierno que alientan a denunciar tuits sospechosos y redes sociales con la excusa de evitar presuntas noticias falsas. En este caso, el uso de la tecnología, con la excusa de frenar la pandemia, puede ser un arma muy peligrosa en manos del autoritarismo.
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