Por Gorka Landaburu
16/01/2016
Tardarán sus señorías en acostumbrarse a la entrada de nuevos protagonistas en el Congreso y Senado. Lejos quedan ya los tiempos en los que el traje era casi un elemento obligatorio. Pero lo que debe escandalizar a los más conservadores es la corrupción y los tráficos de influencias para hacer negocios privados con lo público. Si los diputados visten con camisetas o tienen rastas es un tema menor, muy menor.
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