José Vergara /Literary Hub
Escaparse de la historia parece imposible para la escritora Svetlana Alexiévich, premio Nobel de Literatura 2015. Desde 1985 y después de hacer una crónica de la Unión Soviética a través de sus «novelas documentales» –su propio género, confundido a menudo con historia oral, Alexiévich había comenzado a trabajar en otros dos libros. Uno sobre el amor y el segundo sobre el envejecimiento y la muerte. Los consideraba una oportunidad para algo diferente, sin ataduras a la historia de lo que llama la “Persona Roja” en la antigua Unión Soviética.
Pero tras la explosiva revolución de 2020 en Bielorrusia y su posterior huida al exilio (la segunda en poco más de dos décadas, y en la que tuvo que abandonar sus manuscritos) y la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia en febrero de 2022, se percató de que su proyecto no ha terminado.
Alexievich está fijando su mirada en el momento presente al documentar la revolución y el opuesto bielorruso en la emigración. Sin embargo, el pasado perdura.
La planta atómica de Chernóbil estuvo en manos de las fuerzas invasoras rusas durante semanas y todos recordamos los peligros y las preocupaciones presentes en su libro La oración de Chernóbil.
Horripilantes relatos de las brutalidades y monstruosidades de la guerra hacen eco de los de su trilogía de guerra: La guerra no tiene rostro de mujer, Últimos testigos y Los muchachos de zinc. Suponía que ya había escrito el fin de la Unión Soviética en El fin del “Homo sovieticus”, pero está repensando la situación. Tanto la suya como la de la región que alguna vez llamó hogar. Estas historias siempre han sido personales para Alexiévich.
Ahora, el gobierno de Vladimir Putin declaró ilegítimo al Estado ucraniano y nazi a su pueblo o algo peor. Afirma que todo es Rusia.
Escuchar a Alexievich, una rusa de padre bielorruso y madre ucraniana, hablar sobre los traumas que afligen a la región que una vez llamó hogar es comprender lo absurdo de la maquinaria de propaganda. Su batalla ahora, como siempre ha sido, es contra la excesiva simplificación.
Recientemente se nos recordó que vivimos en el planeta de Chernóbil con la invasión rusa de Ucrania. Entre todas las otras noticias trágicas, ¿cuál fue su respuesta a la toma rusa de las plantas nucleares de Chernóbil y Zaporiyia?
Mi libro, La oración de Chernobyl, tiene un subtítulo: Crónica del futuro. Lo escribí hace bastante tiempo, pero ya entonces presumía un mundo nuevo. Estaba claro que venía un mundo nuevo, un mundo que no correspondía a nuestro conocimiento y nuestra moral. Por supuesto, habría otras explosiones. Fukushima. Cuando fui allí, pensé en el terrorismo, por supuesto, y en cómo podrían usar las centrales nucleares. Cualquier central nuclear es una enorme bomba nuclear.
La central eléctrica de Zaporiyia podría haber destruido toda Europa, si los residentes no hubiesen contenido el fuego en medio de la noche. No era solo una cuestión de miedo. Fue un miedo magnificado porque nuestras habilidades tecnogénicas para luchar contra lo que creamos con nuestras mentes son insuficientes. Si un incendio llega a la central eléctrica, no podremos hacer nada.
Sí, la toma del control de Chernóbil fue terrible. Sobre todo, porque sigue trabajando el mismo turno del día que la estación de Chernóbil fue capturada por el Ejército ruso. No han silo relevados. Están alimentados y pueden descansar, pero siguen trabajando allí. ¿Cuán cansadas y cuán deprimidas están esas personas? Un factor humano entra en juego.
Era norma y costumbre no bombardear centrales nucleares. No eran parte de la lucha ni campo de batalla, pero está ocurriendo y no estamos protegidos ante tanta locura que vemos ahora. No hay ningún mecanismo que determine que son dementes ni podemos evitar que hagan las cosas que les vienen a la cabeza. Es una condición muy preocupante en la que vivimos. Además de la pandemia de coronavirus y la revolución en Bielorrusia, suceden cosa peores en Ucrania.
“Necesitamos deshacernos de la arrogancia y el primitivismo de los sistemas autoritarios que aún persisten y nos amenazan”
Cuando releí con mis alumnos la Oración de Chernóbil discutimos una posible analogía del 11 de septiembre con la relación de las generaciones más jóvenes con Chernóbil en Bielorrusia y Ucrania. Algo amplio en alcance y significado que ellos no presenciaron, pero que se ha integrado firmemente a la cultura y ha desarrollado su propia mitología. Casi tres décadas después de completar la primera versión de la Oración , ¿qué supone que significa Chernóbil para las generaciones más jóvenes y sus preocupaciones ambientales?
Creo que Chernóbil volverá para cada generación. Después de ese accidente nuclear entramos en un mundo completamente diferente. In mundo que está más allá de la cultura familiar de la guerra, de cuya violencia, límites y posibilidades la gente era consciente. Por muy cruel que fuera, no era lo mismo que Chernóbil.
Muchas de las partículas radiactivas existirán durante miles de años. Hay mucho material activo. En las aldeas en esa zona cerrada y muerta hay muchos incendios y tormentas. Hay gente que se esconde de las autoridades por ahí. Todo es muy peligroso y está más allá de nuestra imaginación.
De una guerra convencional, la gente regresa de la guerra y comienza una nueva vida. Pero a Chernóbil no podemos regresar. Permanecerá cientos de años en esta fase activa. Soy de Bielorrusia, y en Bielorrusia bebemos Chernóbil, comemos Chernóbil, respiramos Chernóbil.
Las partículas de Chernóbil han penetrado en nuestro suelo, nuestra tierra, nuestra agua. Todo está contaminado. Bielorrusia es un enorme laboratorio de Chernóbil, un laboratorio del futuro.
Pero, ¿cómo imaginar lo que es Chernóbil hoy para las generaciones más jóvenes? Eso es difícil de decir, pero creo que deberían alejarse del mundo tecnogénico que está sus mentes. Lo que están viendo y en lo que están interesados. Creo que pueden imaginar lo peligroso y lo intrigante que es, tendrán que vivir en este mundo y la humanidad no puede contenerlo todavía.
Después de cuatro días, las nubes radiactivas de Chernóbil estaban en África. Chernóbil destruyó los conceptos de lejos y cerca. ¿Qué está lejos cuando las nubes estaban sobre África y sobre Suecia?
La ciencia moderna no solo ha sido incapaz de resolver estos problemas, sino que tampoco ha imaginado alguna opción tecnológica para contenerlos. Ahí está Fukushima. No entendemos completamente qué es Fukushima. Estuve allí el año pasado y uno no puede acercarse sino diez kilómetros. Todo es territorio restringido y también información restringida. Si hay gases de escape, partículas peligrosas, cualquier cosa en el océano, en nuestra comida, nadie lo sabe ni a nadie importa. Lo repito: hemos creado tecnologías que no están a la altura de nuestra moral ni de nuestras ideas humanas preconcebidas por las que vamos a la guerra. Todos los problemas palidecen en comparación con la escala cósmica de los arsenales nucleares.
¿Cómo representar lo que sucedió, cómo entender algo tan vasto y duradero e imposible de representar de manera tradicional? Es un desafío artístico y existencial. En la Oración de Chernóbil dice que Chernóbil fue la primera vez que se cuestionó si debía escribir, que la zona del desastre es «más poderosa que cualquier cosa que la literatura pueda decir». A la luz de lo que describió, ¿cómo Chernóbil ha cambiado el arte, la literatura, la cultura en los últimos 35 años?
Desafortunadamente, ni Chernobyl ni Fukushima generaron la explosión en el arte, en la filosofía o en la literatura que debió haber tenido. Probablemente, la humanidad aún no ha hecho el esfuerzo, no ha penetrado realmente en el problema. Y no lo ha hecho porque no puede hacerlo. Aunque nuestras tecnologías no pueden protegernos de estas catástrofes que producimos, sí debemos tratar de comprenderlas.
Por ejemplo, uno de mis protagonistas en la Oración de Chernóbil dijo que toda nuestra cultura es este cofre de manuscritos antiguos. Allí no pude encontrar nada que me ayudara. La gente nunca solía lavar la leña. No podían comer lo que habían comido con tranquilidad durante siglos, nunca antes tuvieron que sacar a los niños de las escuelas. Hay muchos ejemplos de esa vida completamente diferente, pero logramos contarlo solo parcialmente, en un sentido médico y anticomunista. Era el comunismo rompiendo la puerta al partir y dejarnos sin herencia. Nunca lo hemos pensado en términos filosóficos.
¿Cómo deberían o podrían abordarse la memoria de Chernóbil y el mito de Chernóbil en el avance del arte? ¿Cuáles hacerlo en el futuro?
Hollywood ha ensayado el fin del mundo por mucho tiempo y muchas veces. Tratan de construir una realidad a su alrededor, pero cuando llegué a Chernóbil, lo que vi fue mucho más fuerte que cualquier película o conjetura de Hollywood. La realidad es mucho más complicada. Te acercas a un río y sientes ganas de tocar el agua allí, y ves una manada de vacas que se acercan al río, e inmediatamente se alejan. Huelen que ni siquiera deben acercarse.
Las personas que saben de abejas cuentan que las abejas no salieron de sus colmenas durante semanas. La gente, en cambio a las manifestaciones días después y comió piroshki en las calles. Las abejas lo sabían cuán dañina es la radiactividad. Sus organismos son de alguna manera más robustos: tienen un mejor instinto de supervivencia. Es como si tuvieran una memoria ancestral de la que carece la humanidad. Salimos muy poco después, conduciendo por la Zona de Chernóbil. La gente jugaba al fútbol con los niños en la calle. Los humanos no pueden cambiar sus vidas de un minuto a otro. La gente siguió como antes. Lo que sucedió estaba más allá de su comprensión.
Mi desafío en el arte era cómo abordar la nueva realidad. Pensando en mis escritos anteriores, en cierto modo fue más fácil. Existe toda una experiencia literaria de escribir sobre la guerra. El comprensible bien y el entendible mal. Chernóbil es un tipo de mal completamente diferente. Respiras aire y este aire mata. Quieres comer una manzana y la manzana te mata. Y sentarte en la hierba a descansar o a ver lo pájaros, te matará.
Quedamos completamente a merced de este nuevo mundo. No se puede vencer la catástrofe ni existe el lenguaje para describirla. Carecemos del sentido del olfato adecuado. La radiación es inodora. No tienes ningún órgano sensorial para sentir la radiación. La radiación no dice qué es aterrador y qué no. La muerte está alrededor en todas las formas.
Solo tenía la opción de preguntarle a la gente cómo entendían el desastre en el momento. Sucedió hoy: ¿cómo entienden que mueren las personas y se enferman? ¿Qué sienten y cómo piensan, cómo intentan salvar a sus hijos? Tenía que hablar con la gente, ese era el camino. Estábamos traumatizados por los hechos y la gente habló tratando de encontrar una manera de comprenderlo. La filosofía se quedó en silencio. La cultura se quedó en silencio. La gente estaba tratando de sobrevivir. Fue fascinante hablar con ellos.
Me llamó la atención que muchas de las historias tratan sobre lo corpóreo, la forma en que la guerra, Chernóbil, la caída de la Unión Soviética, el hambre, la radiación afectaron los cuerpos de las personas. Sin embargo, el libro lo desnuda todo. Hasta las voces de los entrevistados, sin descripciones ni narraciones distintas de lo que ellos mismos dicen. ¿Qué relación ve entre las voces y los cuerpos transformados de los entrevistados?
En la Oración de Chernóbil hay una historia sobre la esposa de un síndico moribundo y cómo moría horriblemente. Cuando ella quiere acercársele, en el hospital no la dejan. Le dicen: “Olvida que es un ser humano al que amas. Es materia que necesita ser desactivada”. Me llamaron la atención esas palabras y las capturé. Estaban al nivel de Shakespeare y Dostoievski.
Las cosas que decía la gente eran únicas. Estos eran palabras de una nueva vida, de otro mundo que ahora se acerca muy rápido. Tenemos Chernóbil, el coronavirus, la revolución, la guerra. Nos acercamos a una nueva realidad para la que no estamos preparados. Chernóbil, no obstante, está más allá debido a la escala cósmica de la catástrofe. Cósmica en el sentido de que es un shock para nuestra comprensión, nuestra estrecha visión del mundo. Algo completamente nuevo.
¿Por qué es tan importante lo corpóreo para mí? Porque cuando la gente no puede entender lo que está pasando con su mente, debes escuchar el lenguaje de sus cuerpos. Cómo hablan, cómo tratan de traducir sus sentimientos en palabras. El cuerpo también es un texto y traté de combinar dos textos: la cultura, que realmente no me ayudó mucho, y el texto del cuerpo.
Es fascinante conocer las motivaciones y cómo ha escrito sus libros. ¿Cómo une los libros escritos y la comprensión a la que llegas al escribirlos? ¿Cuál es peor error de interpretación de su trabajo?
A menudo escucho de los periodistas decir que simplemente aparecí y grabé lo que escuché. Eso es todo. El libro está listo. Es una tontería pensarlo así, por supuesto. Para crear estos libros debo entretejer una multitud de detalles. Aprovechar la vida de la naturaleza y capturar a la gente en momentos de agitación. A menudo me preguntan por qué la gente habla tan bien en mis libros. Les respondo que capturo momentos de amor, de las mayores convulsiones, de muerte, de guerra, de Chernóbil. En esa circunstancia límite la persona habla maravillosamente. Saca de sí mismo todo lo que es capaz de hacer. Incluso mis protagonistas a veces me han dicho: «Ni siquiera sabía que sabía eso». Para mí es importante llegar a la gente sin el velo de la banalidad.
Cuesta mucho despojarse de la banalidad. Existimos en un mundo de banalidades los periódicos, la mayoría de los libros. Y hay que separarla de la persona para llegar a su propio texto y diga esas cosas que otros no han dicho ni han sabido. Tengo que estar preparada para ver y escuchar algo nuevo. Y para lograrlos tienes que preguntar de una manera nueva.
La gente me dirá: “Solo apareces y escribes la suciedad existencial que es nuestra vida”. No. Hay que sacar todo el exceso de nuestra vida. Todo lo superficial, lo banal y con la persona nos sumergirnos en un autoconocimiento. Un trabajo inmenso y difícil.
La colección de historias debe incluir hombres, mujeres, ancianos, niños con diferentes puntos de vista y diferentes profesiones. La profesión cambia la perspectiva de cada persona. Se acostumbran a ver el mundo de una manera particular. Tienes que juntarlo todo, darle una estructura arquitectónica: la vida real en proceso.
Lo más ingrato es que todos piensen que es ficción documental, que simplemente yo tomara todo de la gente. No. Todo en mis libros es lo que dijo realmente la gente, pero hubo que darle forma, entretejerlo, para que sea una obra de arte.
¿Cómo ha cambiado su comprensión de su identidad como escritor durante estas décadas, particularmente a la luz de la decepción de los años noventa, de lo que ha hablado como una oportunidad fallida para reconocer el sufrimiento de las personas en la Union Sovietica? ¿Cómo pueden las palabras provocar cambios significativos?
Desde hace cuarenta añosvengo escribiendo la historia de la Persona Roja, de la Idea Roja. Desde el comienzo empecé con esa idea. Conocí gente que había visto a Lenin y Stalin. A gente que luchó en Afganistán. A personas que murieron en Chernóbil. Eventualmente, me di cuenta de que había sido muy descuidada al escribir mi libro El fin del “Homo sovieticus”, sobre la caída del imperio y escribir sobre el fin de la Persona Roja. Sucede que fue muy ingenuo de mi parte.
En ese entonces, en los años noventa, pensábamos que el comunismo estaba muerto, que nunca se recrearía de ninguna forma, ni imperial ni nada. Resultó que estaba mal. El comunista no está muerto. La Persona Roja está cambiando de forma, transformándose.
¿Qué debe haberle sucedido a la persona roja para que simplemente destruyera Jarkov, la borrara por completo de la faz de la tierra? Una ciudad que me encantaba visitar y con la que tuve una relación muy personal. ¿Cómo pudo destruirla, borrarla de la faz de la tierra? ¿Cómo pudo intentar demoler este otro mundo? La civilización ucraniana, el mundo ucraniano. ¿Cómo se le puede negar su derecho a existir? ¿Por qué?
Si uno pudiera imaginarse extraterrestres, ni siquiera digo naciones reales, que dijeran: “Bueno, el pueblo ruso no existe; el mundo ruso es un mito”. ¿Qué pasaría con Rusia? ¿Cómo se sentirían los rusos? ¿Qué les pasó? ¿Qué humillación sufrieron para caer tan bajo? Ahora entiendo la fuerza y la dignidad de los ucranianos que mueren, pero se defienden. Defienden su mundo, defienden el derecho de sus hijos a ser ucranianos, y el derecho a hablar su propio idioma.
Ahora voy más allá con esta Persona Roja, y veo cómo se acerca a algo que hasta me da miedo decirlo en voz alta: el fascismo. Estamos lidiando con el fascismo ruso, está surgiendo frente a nuestros ojos.
Una pregunta de dos partes. Primero, ¿cómo diagnostica el atractivo de la grandeza? ¿Qué mantiene vivo tal metarrelato en nuestro tiempo? Segundo, ¿cómo debería cambiar nuestra relación con la cultura rusa, si debería cambiar?
Una pregunta muy interesante. Le temo a la palabra «genial», especialmente ahora. Una vez estuve en la guerra en Serbia y escuché sobre la «Gran Serbia». Sabemos cómo terminó. Y todos sabemos cómo terminó la “Gran Alemania”. Ahora tenemos la “Gran Rusia”. Siempre termina en sangre. No hay otra manera. La perspectiva humana se construye sobre la diversidad. Todos somos diferentes. Incluso la gente de una sola nación, todos somos diferentes. ¡Somos bien diferentes!
Azerbaiyanos, armenios, ucranianos somos diferentes este mundo colorido y brillante. No es casualidad que el Señor nos hiciera diferentes incluso desde el exterior. Puedes decir, una persona se parece a otra, pero son diferentes. Ojos diferentes, pestañas diferentes, oídos diferentes. El deseo de homologar el mundo es una simplificación que está bajando el nivel de la cultura.
En el pasado, era posible entender tales actividades como atávicas, pero hoy, en el siglo XXI, son completamente inaceptables. Simplemente Rusia no ha logrado unirse a nuestro gran mundo compartido. Permaneció en las afueras de la civilización, y lo muestra de la forma más agresiva posible. Mucha gente se siente incómoda con la frase “mundo ruso”. ¿Qué significa un mundo diferente? Un mundo mejor. Que somos diferentes, que tenemos muchas ideas diferentes, diferentes pensamientos y diversas formas e intentos de encontrar el sentido de la vida.
Cuando estaba de vuelta en casa, no podía encender la televisión. Cada hora escuchaba que ahora teníamos nuevos cohetes, un nuevo barco fantástico, algún submarino increíble, un tanque que ni siquiera los estadounidenses tienen. Y siempre lo decían con una emoción particular. Cuando lo escuchaba, pensaba: «Dios mío, ni siquiera es el siglo XIX, que al menos trató de dejar atrás la cultura material y elevar esta gran cultura rusa». Tenemos que superar esta amenaza.
Hoy ni la cultura rusa existe en ese nivel de grandeza. El nivel espiritual general ha caído. Todo el mundo, tal vez, experimente esta caída. Mi hipótesis es que el secreto humano ha sido reemplazado por información, y el secreto de la vida no tiene nada que ver con esta información. El secreto de la vida es más complejo, algo que no se puede entender. Podemos bailar a su alrededor, mirar, preguntarnos, pero no reemplazarlo con gigabytes de esta información. La tecnología ha hecho que nuestro mundo sea más complejo, pero también lo ha simplificado intelectualmente.
Existe la idea de que la propaganda solo tiene éxito si la población comparte las suposiciones básicas. Mikhail Zygar, editor fundador de Dozhd, el último canal de noticias ruso independiente, escribió recientemente que Rusia se parece cada vez más a su presidente. ¿Está de acuerdo en que la población rusa en su conjunto comparte cada vez más la postura ideológica y los objetivos del presidente Putin?
No, no lo creo. Al final, la nevera vencerá al televisor. El problema también es que nosotros, los demócratas de los noventa, no hablamos lo suficiente con la gente. Pensábamos que la caída del comunismo era tan evidente y que nuestra victoria contra el viejo mundo llegaría mañana. Mañana seremos libres. Corrimos por las plazas de la ciudad gritando: «¡Libertad, libertad!» Pero no teníamos idea de qué eso era mucho trabajo, que es un proceso muy largo y que no lo tendremos mañana.
¿Si las personas vivieran en un campo de prisioneros toda su vida y los dejaran salir cerca de las puertas del campo en ese momento serían libres? No. Solo han entrado en un espacio diferente. De hecho, se llevan el campamento a la vida normal y lo reconstruyen en casa. Es lo que Rusia está haciendo ahora. Está construyendo el campamento. Está construyendo una Unión Soviética peor que lo que era antes.
La idea de Putin podría ser el imperio ruso, el imperio zarista. Nos ha mostrado nuestros errores. Había que hablar con la gente. Putin gastó enormes sumas de dinero en los años de abundancia del petróleo en propaganda y en el Ejército. La gente ni se dio cuenta de cómo militarizó el país. Claro, hemos visto que no tuvo tanto éxito la guerra relámpago en Ucrania.
Gastó mucho dinero y no en qué más lo gastó ni en qué más lo usaría. Ni siquiera lo notamos. Vivíamos allí y no vimos cómo nuestra vida fue reemplazada. Fue la razón por la que fuimos a las grandes manifestaciones en los años noventa. Queríamos una vida libre, pero ¿qué conseguimos? Tenemos lo mismo que habíamos dejado atrás. La Persona Roja se cansó muy rápido de lo que creía que era la libertad, de ese complicado proceso. Es difícil, hay que pensar mucho, tomar muchas decisiones. Nunca tuvimos esa experiencia.
Hoy, no sé cómo, pero el 67 por ciento, según los servicios sociológicos estatales y hasta las simples encuestas en la calle más del 50 por ciento de las personas apoya a Putin. Me asombró. Un periodista recorrió la Plaza Roja y encuestó a la gente. Cualquier otra persona responde sin comprometerse demasiado, pero una persona culta, educada por su aspecto, dice: “Sí, es una lástima. Mi hermana vive en Kiyiv y perdió su apartamento allí. Es una pena. Me siento muy mal por ella, pero le creo a nuestro presidente. Teníamos que hacerlo como medida preventiva de lo contrario nos habrían conquistado”. Entonces, todas estas cosas que han sido arrastradas desde el fondo del abismo a la luz del día, todos estos Solovevs y Kiselevs , todo lo que dicen, no es periodismo, es un crimen.
En una Ucrania y una Europa de posguerra, ¿qué espera ver?
Espero que Europa y Estados Unidos, el mundo entero, ayuden a Ucrania. Es muy importante que Ucrania gane. Si Ucrania gana, Bielorrusia también será libre, y creo que el pueblo ruso despertará de su sueño letárgico, especialmente ahora que Europa se ha mantenido unida tan firmemente por primera vez. No puedo recordar otro momento en que todos reconocieron un peligro y actuaron al unísono de esta manera.
Lo repito: estamos presenciando el nacimiento del fascismo y debemos combatirlo. Si Ucrania gana, será el comienzo. Viviremos en un país diferente. Todos ayudaremos a reconstruir Ucrania. Ayudaremos a las nuevas generaciones a recuperarse. Pondremos la educación al frente y al centro, porque esa es la única manera de ponernos al día. Para eso necesitamos, ante todo, filósofos.
Necesitamos ofrecer de alguna manera un nuevo significado. Nuevas opciones. Debemos no llamar a las cosas por sus nombres. Digamos por qué sucedió, por qué una persona que expulsó el comunismo no tuvo la resistencia para matarlo, por qué no pudo dejar atrás el pasado, por qué parecía que avanzaba, pero terminó donde comenzó. El pasado terminó frente a ellos.
Sin duda, veremos el nacimiento de muchas cosas artísticas y creativas. Lo que nació en nuestra revolución. Me asombró la primera marcha. Dios mío, ¿de dónde salió esta gente? Nunca había visto tanta gente hermosa, mujeres hermosas con vestidos blancos con flores y niños caminando. Todos sonriendo. Un mundo que no había podido imaginar. Estaba escondido. No lo vi antes. Creo que la humanidad tiene mucha energía oculta. Solo necesitamos deshacernos de esta arrogancia, de la primitivismo de los sistemas autoritarios, que aún permanecen, persisten y nos amenazan. Simplemente tenemos que superar esta amenaza.
**José Vergara es profesor asistente de ruso en Bryn Mawr College. Sus escritos se pueden encontrar en Los Angeles Review of Books, Asymptote, Words Without Borders, Music & Literature y World Literature Today.
Traducción de Cambio16.com