Suzanne Valadon, pseudónimo de Marie-Clémentine Valadon (1865-1938), fue pintora, dibujante y grabadora. Practicó todos los géneros artísticos, pero destacó en el retrato, con un interés especial por los desnudos femeninos y las odaliscas, que se convirtieron en la cumbre de su producción. Esta exposición, de carácter antológico, recoge creaciones de toda su carrera artística, fundamentalmente pinturas y dibujos que pertenecen a diversas instituciones y particulares, entre los que destaca el Centre Pompidou de París, de donde proviene una parte importante de las obras, pero también del propio Museu Nacional.
En total reúne 109 obras, de las cuales un número importante sólo se pueden ver en Barcelona: óleos sobre tela y cartón, dibujos y grabados, esculturas en yeso y bronce, así como diverso material documental que permite mostrar una visión retrospectiva y contextualizada de la trayectoria de una mujer artista que tuvo un papel muy relevante en el París de las vanguardias.
Esta visión se complementa con obras de artistas coetáneos, franceses y catalanes, como Matisse, Toulouse-Lautrec, Degas, Casas o Rusiñol, que Valadon trató y que dan buena idea de la riqueza del ambiente artístico de la época, al mismo tiempo que se explican las múltiples interacciones que se producen en los ambientes de vanguardia y, sobre todo, de la conquista social del estatuto de artista por parte de una mujer.
Suzanne Valadon, artista autodidacta, llegó a los quince años a Montmartre cuando emergía como un referente de la modernidad artística, y se formó viendo de cerca como trabajaban algunos de los artistas más eminentes de su tiempo, como Toulouse-Lautrec o Renoir, entre muchos otros, para los que ejerció de modelo. La palabra “epopeya” hace referencia al extraordinario tránsito de modelo a artista consagrada, una trayectoria extraordinariamente rara en la historia del arte.
La muestra de Barcelona cuenta con una distribución y una museografía propias, así como con un catálogo que incide especialmente en explicar la vinculación de Valadon con la potente y rica colonia de artistas catalanes de Montmartre a finales del siglo XIX, como Santiago Rusiñol, Ramon Casas o Miquel Utrillo, que fue pareja de Valadon y que asumió la paternidad del hijo de esta, el futuro pintor Maurice Utrillo.
En la actualidad las obras de esta artista están presentes en los museos más importantes del mundo, como el ya citado Centre Pompidou, el Metropolitan Musem de Nueva York o el Fine Arts Museum de Boston, entre otros. La fuerza y la vitalidad de sus creaciones, pero también la capacidad de ser cronista de su propia vida y del célebre París de la Belle Époque, hacen de esta exposición un acontecimiento extraordinario.
UN CASO EXCEPCIONAL DE EMANCIPACIÓN ARTÍSTICA
Una epopeya era, en la antigüedad, un poema largo que explicaba la historia de un personaje, repleta de dificultades, hasta conseguir el éxito. Este es el caso de Marie-Clémentine Valadon, nacida en un entorno familiar de clase baja y que constituyó un caso excepcional de emancipación artística. Se convirtió en una modelo célebre, retratada por los mejores artistas de su tiempo, desde Renoir a Toulouse-Lautrec. Autodidacta, en paralelo aprendió de todos estos creadores hasta convertirse en artista, con el nombre de Suzanne. Su carrera se prolongó entre finales del siglo XIX hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial.
El retrato y el desnudo, especialmente femenino, se convertirán en el centro de gravedad de su obra, y también las creaciones que le otorgarán prestigio. A pesar de que se la ha intentado adscribir a diversos movimientos, la suya es una obra totalmente singular, donde conviven influencias explícitas de otros artistas con unos códigos pictóricos tan personales como identificables, prerrogativa de gran artista. La que sigue es la epopeya de la modelo que se afanó por ser artista, y lo consiguió en un entorno totalmente masculino, y en el contexto más difícil, el cosmopolita Montmartre de los pioneros de la modernidad artística.
EL MONTMARTRE DE VALADON
El ecosistema artístico y personal de Valadon fue el Montmartre de finales del siglo XIX y principios del XX, donde se estableció junto con su madre a los cinco años. Tuvo diferentes empleos y según decía, también estuvo en un circo, trabajo que tuvo que dejar a causa de una caída.
Valadon vería evolucionar el Montmartre de la “zona cero” de la modernidad artística de finales del siglo XIX hasta el de las vanguardias de inicios del siglo XX: toda clase de “ismos” se fueron sucediendo en los pocos metros cuadrados del barrio parisiense, y que Valadon conoció de primera mano.
Fue, con toda probabilidad, la primera artista en representar un desnudo masculino, hito que muestra una personalidad muy definida
Entre los artistas procedentes de todo el mundo, Valadon coincidió con algunos de los referentes del arte catalán como Santiago Rusiñol y Ramon Casas –quienes nos dejaron fabulosas pinturas de Montmartre–, pero sobre todo con Miquel Utrillo, que no solo fue el interlocutor de estos artistas en París, sino también con quien la pintora mantuvo una relación que marcó su biografía.
LA GUERRA DE LOS SIETE AÑOS
Valadon conoció a Miquel Utrillo en 1882, según algunas versiones en Le Chat Noir. Utrillo integraba el grupo de artistas catalanes que vivían en París, sobre todo sus íntimos Santiago Rusiñol y Ramon Casas. La relación sentimental con Valadon resultó ser tempestuosa y, con una larga interrupción, se prolongó hasta 1893.
La relación ha quedado documentada a través de varias obras, pero sobre todo con los retratos que se hicieron mutuamente. Uno de los que le hizo Utrillo es conocido como el retrato de “La guerra de los siete años”, en referencia al tiempo que tardó Utrillo en reconocer legalmente al hijo de Valadon –el futuro pintor Maurice Utrillo–, después de que ella se lo pidiera durante siete años.
SOMBRAS CHINESCAS
Al margen de asistir a los espectáculos y de haber ilustrado la cubierta de algún opúsculo, Valadon se convirtió en la imagen de un elemento publicitario de las sombras chinescas, un cartel realizado por el propio Utrillo, vinculado al Théâtre d’Ombres Parisiennes. Utrillo se convirtió en un gran experto en sombras chinescas en locales como Le Chat Noir o l’Auberge du Clou, en París, pero más tarde las exportaría a Estados Unidos y a Els Quatre Gats de Barcelona, donde sería el alma de estas actividades.
UNA MODELO PARA LA MODERNIDAD
A pesar de que realizó trabajos muy diversos, Valadon empezó a ejercer de modelo cuando tenía quince años. Su rostro y su cuerpo han sido de los más icónicos en la iconografía de la modernidad, hasta el punto de ser inmortalizada por creadores de varias generaciones: Puvis de Chavannes, Renoir, Toulouse-Lautrec, André Utter, Steinlen, pero también catalanes, como por ejemplo Rusiñol y Utrillo, entre otros.
Mientras trabajaba de modelo, Valadon pudo ver el trabajo de estos artistas en su sanctasantórum, con sus rudimentos, recursos y secretos. Degas le añadió el apelativo de “terrible” en referencia a su fuerte personalidad, por otra parte necesaria para hacer el tránsito de modelo a artista en medio de un contexto competitivo y masculino poco favorable para una mujer y, además, de clase baja.
LA FIGURA FEMENINA Y LA CULTURA DE MASAS
Aunque Valadon se convirtió en una de las modelos más solicitadas por los artistas para sus óleos y dibujos, también protagonizó algún cartel publicitario. El cartel se es taba abriendo camino en las paredes de París y de tantas otras ciudades del mundo. Promocionaba toda clase de productos comerciales, y estaba protagonizado en una gran mayoría por mujeres, ya fueran modelos o estereotipos.
Los carteles realizados a menudo por artistas de primer nivel eran también de una elevada calidad artística.En esta selección de carteles del Gabinet de Dibujos, Grabados y Carteles del Museu Nacional –que conserva un número importante de ellos– se aprecia claramente el papel central de la figura femenina en plena eclosión de la cultura de masas.
EL DIBUJO Y DEGAS EN EL ORIGEN DE TODO
Mientras todavía posaba como modelo, casi todos ignoraban que Valadon dibujaba por su cuenta. La influyeron extraordinariamente los siete años que hizo de modelo para Puvis de Chavannes, pero fue Degas quien más se percató de su talento y le recomendó que siguiera por ese camino. Fue él quien la enseñó a grabar en su propio taller e, incluso, llegó a ser coleccionista de sus obras.
La mayoría de dibujos y grabados de los primeros años de Valadon –la pintura al óleo llegó más tarde–, casi todos con escenas de toilettes o de una cierta intimidad, evocan claramente la obra de Degas. La muerte del artista francés, en 1917, representó un duro golpe para Valadon, al fin y al cabo fue uno de los pocos artistas que la apoyaron en sus inicios, cuando Degas era ya una leyenda viva.
LA RECUPERACIÓN DE LA PROPIA IMAGEN
El autorretrato proyecta normalmente un cierto componente de autoafirmación del artista, pero este se redimensiona extraordinariamente en el caso de una mujer que previamente ha sido modelo y, además, en un oficio altamente masculinizado en el contexto de finales del siglo XIX.
Los autorretratos de Valadon se pueden interpretar como una forma de reapropiación de la propia imagen, hasta ahora modelada y monopolizada por artistas hombres. Valadon trabaja el autorretrato a partir del óleo, el pastel y el lápiz, y en algunos casos, incluso, aparecen integrados en composiciones que representan grupos familiares.
Sin ser un género demasiado cultivado por Valadon, paradójicamente tiene un papel central en su vida y obra, de forma que, en su conjunto, muestran su evolución desde la adolescencia a la vejez.
Entre los artistas de todo el mundo, Valadon coincidió con referentes del arte catalán como Santiago Rusiñol, Ramon Casas y, sobre todo, Miquel Utrillo.
EL RETRATO Y LA COMPLICIDAD FEMENINA
Los intereses artísticos de Valadon fueron muy diversos, pero destaca una mirada muy personal sobre la intimidad femenina. El desarrollo de esta temática se proyecta en varias direcciones, desde los primeros dibujos y grabados de las toilettes hasta los grandes desnudos y odaliscas.
En otro ámbito de intimidad se sitúan escenas protagonizadas por mujeres, normalmente domésticas y en espacios recluidos o cerrados y nunca aparecen hombres. Son normalmente mujeres en solitario o bien en pareja, que realizan alguna actividad o hacen tertulia, pero siempre caracterizadas por unas atmósferas de plena complicidad.
Este se convierte en un campo de experimentación de primer orden, a menudo con perspectivas ligeramente elevadas que crean un cierto efectismo. Los cromatismos, siempre vivos y a veces estridentes, nos revelan un universo absolutamente personal, con escenas donde se combina la fuerza de la pincelada con el lirismo inherente a la intimidad.
LA PINACOTECA DE UN MOSAICO VITAL
El retrato es el género por excelencia de Valadon y, a su vez, el que le reportó prestigio y reconocimiento, más allá de que también cultivó el paisaje y la naturaleza muerta. Se distinguen varias tipologías, donde destacan retratos de sus parejas y familiares, a veces en grupo.
En otro ámbito encontramos los retratos de personalidades más o menos célebres del ecosistema artístico, como por ejemplo críticos de arte o coleccionistas. Muchos de ellos son retratos de compromiso o, incluso, de encargo, en realidad retratos burgueses que nos revelan el estatus adquirido por Valadon, no solo en el entorno profesional, sino también en el social.
Aunque en sus retratos se reconocen influencias, la adopción de códigos muy personales hace que siempre se observe el estilo de Valadon, caracterizado por sus perfilados gruesos y los atrayentes cromatismos.
LA LEYENDA DE SUZANNE Y ERIK
A pesar de tratarse de una relación legendaria, en realidad solo habría durado seis meses, entre enero y junio de 1893. Satie inició su relación con Valadon poco después de que ella hubiera terminado con Miquel Utrillo, lo que supuso también un distanciamiento de los dos amigos.
La pareja no funcionó, parece ser que a causa del carácter celoso y excesivo del músico. Como resultado plástico ha permanecido un célebre retrato de Satie por Valadon –que él conservó toda su vida–. En el terreno musical dio lugar a las célebres Vexations de Satie, que compuso durante el proceso de duelo después de romper con Biqui –así llamaba afectuosamente a Valadon–, quien habría sido la única relación conocida del músico.
EL BOHEMIO SATIE
Ramon Casas inmortalizó a Satie delante del Moulin de la Galette –antes de convertirse en un compositor de renombre internacional–, en los tonos grises que caracterizan su mejor producción parisiense.
En el Museu Nacional se encuentran un par de dibujos preparatorios de esta pintura que se conserva en la Northwestern University Library, y que fue propiedad del coleccionista norteamericano Charles Deering.
La composición representa al músico a tamaño real y es, muy probablemente, el mejor de los retratos que se hayan realizado jamás de Satie, tanto por la calidad como por la fuerza simbólica del fondo.
LA CONQUISTA DEL DESNUDO
El desnudo femenino se convierte en una temática estructural de madurez de Valadon, no solo por el número de obras que realizó, sino por el hecho de convertirse en un campo de pruebas de primera magnitud, experimentando así toda clase de perspectivas y posturas.
Se trata de escenas donde se alcanza el nivel más alto de intimidad, que son habituales en la época, pero no tanto desde una autoría femenina y menos de una sexualidad tan explícita. Con toda probabilidad, es en el tratamiento de los desnudos donde la obra de Valadon se impone sobre la de otros artistas contemporáneos suyos, desde una naturalidad que escapa a cualquier estereotipo previo, como ocurría a menudo con el desnudo femenino.
La experimentación alrededor del lenguaje del cuerpo se convierte en un espacio de refugio y de lucha en un entorno artístico masculino, y es donde aparecen algunas de sus mejores creaciones. Paradójicamente, con los desnudos –más que en los retratos– se produce una inversión de la posición, de forma que la antigua modelo se sitúa al otro lado del caballete, dejando a las modelos en la posición que ella había ocupado en el pasado.
ODALISCAS
En la temática de los desnudos, pero con otras connotaciones e, incluso, con más ambición, Valadon realizó una serie de pinturas de mujeres recostadas en sofás o divanes que, según la mayoría de los expertos, marcan probablemente la cumbre de su producción.
Se caracterizan por sus reminiscencias orientalistas con desiguales dosis de sensualidad en función de la obra. Destaca el sentido decorativista, con gran protagonismo de telas exuberantes y motivos florales, que recuerdan creaciones de Matisse o Bonnard. En estas composiciones alterna los cuerpos femeninos desnudos con los vestidos, a veces en la misma obra, en la búsqueda de un efecto de contraste, tal y como ya había hecho en los dibujos y grabados.
NATURALEZAS MUERTAS
Paradójicamente, las naturalezas muertas, que eran un género tradicionalmente reservado a las mujeres, en el caso de Valadon no las cultivó hasta su madurez, cuando su carrera ya estaba totalmente consolidada.
Las naturalezas muertas aparecen, sobre todo, durante la Primera Guerra Mundial y proliferan en la década de los años veinte. De todas formas, la presencia de naturalezas muertas ya había sido muy habitual como fondo o complemento de sus retratos, así como en muchos de sus desnudos. Con un lenguaje pictórico que evoca las creaciones de Van Gogh y Matisse, estas pinturas de vibrantes cromatismos transmiten grandes dosis de sensualidad.
UNA EPOPEYA TRIUNFANTE
Valadon acabó triunfando en su arduo tránsito de modelo a artista. Este no es un caso de recuperación póstuma, sino que llegó a ver la gloria en vida, lo que es poco habitual en artistas nacidas durante el siglo XIX. Sus singulares retratos y los imponentes desnudos femeninos adquirieron tal prestigio que el Estado francés le adquirió una primera obra en 1924.
Aunque después de su muerte su figura permaneció casi olvidada –e, incluso, era únicamente recordada como la madre del pintor Maurice Utrillo–, años después se empezó a recuperar y revalorizar, hasta la actualidad. Valadon murió en 1938, a los setenta y dos años, y artistas como Picasso o Braque asistieron a su entierro en la iglesia de Saint Pierre. Sus restos descansan en el cementerio de Saint-Ouen, en Montmartre, en el barrio donde empezó y acabó una de las más grandes epopeyas de la historia del arte, protagonizada por una mujer.