Por Cambio16
29/3/2018
Hasta hace pocos meses, el Barcelona World Race cumplía sus diez años como emblema de la vela oceánica internacional y de la ciudad de Barcelona. Su importancia trasciende la mera competición deportiva. No sólo convirtió a la ciudad condal en una de las capitales de la vela oceánica. Asimismo, el Barcelona World Race trajo consigo una regata de ganancias al tejido económico y social de la ciudad. Por consiguiente, asistir a noticias como la suspensión de su edición 2019 por «el clima de indefinición institucional y falta de estabilidad política (…) que ha complicado su comercialización», según puntualizaron en su comunicado, no deja de ser lamentable.
Durante estos 10 años, la Barcelona World Race ha congregado a 50 navegantes participantes. Más de 100 empresas patrocinadoras. A universidades, escuelas, instituciones. Y, lo más importante, millones de aficionados. Podemos calcular el coste de la pérdida. Un estudio de ESADE indica el impacto económico de la edición pasada de la regata fue de 129 millones de euros. Incluidos más de 36.000 turistas aficionados a la vela que visitaron la ciudad. Asimismo una audiencia próxima a los 300 millones de espectadores.
Pero los beneficios van más allá. La Fundació Navegació Oceánica Barcelona (FNOB) y su programa educativo ha capacitado a más de 45.000 alumnos y más de 1.200 profesores de más de 400 escuelas. No en vano cuenta con el Premio UNESCO (2011) por su valor científico. También la certificación ISO 20121 por la apuesta por el desarrollo del respeto medioambiental y la responsabilidad social. Obviamente, este proyecto educativo y de investigación oceánica también depende del patrocinio.
El Barcelona World Race, una nueva víctima
La suspensión del Barcelona World Race ha hecho saltar todas las alarmas. Y con razón. Aún están frescas la derrota de Barcelona como sede de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), las advertencias de los organizadores del Mobile World Congress y la huida de empresas y bancos de Cataluña. Todas por la misma razón. La «indefinición institucional» -traducida obviamente en «procés«-. Esa que genera desconfianza e incertidumbre al mundo entero. Y a los catalanes sobre todo.
Las horas siguientes al anuncio abrieron la puerta al debate político. Pero poco hay que debatir ante la claridad de lo que consideramos es el punto neural del comunicado de la FNOB, que vale reproducir para no dejar puerta a dudas.
«El clima de indefinición institucional y falta de estabilidad política que vive nuestro país en este último año ha dificultado aún más esta comercialización. Los patrocinadores potenciales han manifestado su desconfianza al no poder estar seguros de contar con el apoyo institucional que necesariamente debe garantizar un evento deportivo de estas dimensiones, que requiere una fuerte inversión en patrocinio privado, y que es, en definitiva, la única fuente de financiación de la regata. La situación no permite, por tanto, ofrecer garantías para que el patrocinio que está en fase de negociación o en pre-acuerdo se llegue a concretar sin incidencias».
No hay más que agregar. Salvo que el coste acumulado para Barcelona de su govern y de la Alcaldesa de Barcelona -y su pública defensa del secesionismo- sigue en aumento cada día que pasa sin que los políticos separatistas acaten la Constitución y respeten la convivencia y la democracia. Como dicen los viejos marineros. «De donde relampaguea, allí ventea».