Las consecuencias de la covid, más allá de su incidencia sanitaria, se han cebado en la mujer hasta el punto de que se ha retrocedido en derechos e igualdad. La periodista y escritora Susana Martínez Vidal cree que hoy la mujer sufre una pandemia en la sombra que la invisibiliza en los puestos de responsabilidad de la sociedad, donde se toman las decisiones, pese a la enorme contribución que el liderazgo femenino supondría en todos los sectores y de que la diversidad beneficia a todos.
Lo primero es que la mujer tome conciencia de ella misma y de su poder. Susana Martínez Vidal estima que es preciso que las mujeres crean en su poder, en su sensibilidad, en su papel esencial en la humanidad, en su cosmovisión, en su inteligencia, en su fuerza y su belleza. Y, por encima de todo, tienen que defender la igualdad. Se muestra convencida de que el desarrollo sostenible sin igualdad de género ni es desarrollo ni es sostenible. Sobre todo por la habilidad específica de las mujeres en la organización, protección, mantenimiento y rendimiento de los recursos naturales.
Los objetivos de desarrollo sostenible, dice, deben incluir la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. No solo porque constituyen un fin primordial, sino también porque se erigen en columna vertebral en la consecución de los demás objetivos.
La influencia de Frida Kahlo, una pasión
Con más de 25 años de experiencia, Susana Martínez Vidal ha tenido el privilegio de vivir el auge de la moda desde dentro. Conoce en profundidad su evolución. Está convencida de que la moda es una manera de vivir, además de una industria poderosa y un medio de expresión eficaz. Su influencia desborda pasarelas, modelos, shoppings y estilismos. Un lenguaje estético global que transmite mensajes más allá de la imagen y que tiene una influencia clave en nuestro siglo.
En su faceta periodística, dirigió durante 17 años la edición española de la revista Elle, llevando al liderazgo en ventas a la histórica cabecera con más de 650.000 ejemplares. También dirigió la edición española de Elle Decor, y fundó y dirigió la revista Ragazza. El primer editorial de moda que realizó como directora de Elle fue sobre Frida Kahlo, y desde entonces ha seguido con pasión la influencia de Kahlo en la moda, la música y la cultura.
Después de ver la primera exposición de ropa de Frida en La Casa Azul en 2012, Martínez Vidal se inspiró para escribir su primer libro, Frida Kahlo: Fashion as the Art Being, considerado por The New York Times y Vanity Fair una de las mejores publicaciones de gran formato aparecida en los últimos años. Actualmente vive a caballo entre Ciudad de México, Madrid y Nueva York.
La pandemia ha dejado un mundo más injusto y desigual, sobre todo para la mujer. ¿Cómo se visualiza este retroceso en derechos y libertades?
Lamentablemente, como un gran retroceso en lo que respecta a la igualdad de género. La pandemia ha golpeado desproporcionadamente a las mujeres, ya que ha tensionado la convivencia en los hogares aumentando la violencia y, por tanto, el feminicidio hasta el punto de generar otra pandemia en la sombra. A pesar de que, en medio de esta crisis sanitaria, el trabajo doméstico y los cuidados no remunerados han contenido el virus, esta loable labor no se ha visibilizado desde la política, ni siquiera se ha reconocido desde la sociedad. Es constante la devaluación de esta tarea gratuita en una sociedad donde todo se evalúa a partir de lo monetario.
Por otro lado, el 70% de los profesionales sanitarios en el mundo son mujeres, y la mayoría de las mujeres que tienen un trabajo formal se concentra en las actividades que más han sufrido la pandemia como el turismo, el comercio o los servicios. Lo peor es que estas desigualdades, que se han incrementado durante la pandemia, seguirán existiendo también en el periodo poscovid, poniendo en peligro todos los avances conseguidos en equidad de género durante las últimas décadas
Y, por si esto fuera poco, ahora sumamos una guerra. Una tormenta perfecta para que la crisis económica y política provocada por el conflicto de Ucrania relegue a un segundo plano las reivindicaciones de las mujeres.
¿Estima que sin la mujer no será posible la sostenibilidad?
El desarrollo sostenible sin igualdad de género ni es desarrollo ni es sostenible. Aunque no podemos detener el cambio climático, sí podemos reducir sus daños. Apenas nos queda tiempo para actuar. Los países no están haciendo lo suficiente para protegerse de las catástrofes que se avecinan a medida que el planeta se va calentando. El cambio climático daña el ecosistema más rápido de lo que podemos adaptarnos. No es posible sostener un crecimiento ilimitado cuando los recursos planetarios son limitados.
Y, en esa labor, la historia de la humanidad avala la habilidad específica que las mujeres tenemos en la organización, protección, mantenimiento y rendimiento de los recursos naturales. Además, está demostrado que protegemos más el medio ambiente. Aunque el cambio climático es un conflicto global, sus peores consecuencias –desplazamiento, falta de vivienda, pobreza, violencia sexual, enfermedades, etc.– tienen un impacto más demoledor sobre las mujeres y las niñas.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible deben incluir la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, no solo como un objetivo capital, sino como columna vertebral en la consecución de los demás objetivos.
¿Es la violencia de género uno de los principales obstáculos para alcanzar una sociedad justa y democrática?
La violencia de genero denigra a los seres humanos. No olvidemos que hay muchas formas de violencia de género casi tan deplorables como el maltrato físico que ponen en riesgo la salud mental. Me refiero a la autoexclusión de ciertas responsabilidades por parte del hombre o a la obligación, contra la voluntad de la mujer, de tareas determinadas.
O los abusos sexuales, el techo de cristal (o de cemento) en el ámbito laboral y su estafa salarial, la falta de paridad en las instituciones públicas y en los consejos de administración de las grandes empresas, el insulto o los piropos de mal gusto o intimidatorios, los chistes humillantes, y otras expresiones de nuestra cultura como la publicidad sexual que desprestigian la imagen de la mujer.
La violencia es gradual y el paso al maltrato físico, una consecuencia que acaba irrumpiendo en ese caldo de cultivo.
Descargar la solución en las políticas públicas no es suficiente. La manera más eficaz de enmendar estas atrocidades es individual y particular. Hay que educar en los hogares y en los colegios en el respeto como seres iguales, no negar las diferencias, sino abrazarlas, ya que esa diversidad es la que nos enriquece y complementa. De lo que se trata es de rechazar las desigualdades que a lo largo de la historia se han confundido maliciosamente con las diferencias.
La escritora Mary Shelley no quería que las mujeres tuviesen más poder sobre los hombres, sino más poder sobre ellas mismas. ¿Cómo conseguirlo?
Generando más complicidad y apoyo entre nosotras y con nosotras mismas. No somos rivales. Eso ha sido siempre uno de los triunfos para desactivar el feminismo. Tenemos que concienciarnos para sostenernos sin límites e impulsarnos unas a otras. Para ello, hay que creer en nuestro poder, en nuestra sensibilidad, en nuestro papel esencial en la humanidad, en nuestra cosmovisión, en nuestra inteligencia, en nuestra fuerza y nuestra belleza y, sobre todo, defender la igualdad.
Esta disparidad nos acredita como autoras capacitadas para escribir el guion de nuestra vida y disfrutarla como seres libres. El hombre no es el espejo en el que reflejarnos, ni ejemplifica aquello a lo que debemos aspirar para ser consideradas personas. Cada género y cada sexo es singular. Y las dos identidades son igual de legítimas. En esa convivencia tolerante desde la diversidad es donde todos crecemos como seres humanos.
¿Cuáles son las dificultades para consolidar el liderazgo femenino?
La primera dificultad es la invisibilidad de las mujeres en los puestos de toma de decisiones a pesar de la enorme contribución que el liderazgo femenino supondría en todos los sectores y de que la diversidad implica un beneficio para todos. Necesitamos normalizar este rol, y la única manera de hacerlo es ver a más mujeres en puestos de verdadera responsabilidad.
Las mujeres enfrentamos obstáculos que hacen casi imposible alcanzar esta productividad social: la desigualdad salarial, que hemos reducido, pero no eliminado; la doble jornada laboral, que hace que muchas mujeres sigan encargándose mayoritariamente de las tareas domésticas, aunque la brecha continúa reduciéndose, la diferencia aún es de 2 horas y 15 minutos más de trabajo en casa diarias. Los grupos de poder que gobiernan las cúpulas corporativas tienden de manera sistemática a confiar más en candidatos del mismo perfil, es decir en otros hombres. De esta forma, las mujeres tenemos pocas posibilidades de formar parte de redes de influencia que impulsen nuestras carreras.
Otra discriminación es la que aparece en la inteligencia artificial y que se muestra en los algoritmos en el mundo de las finanzas. El algoritmo se alimenta de bases de datos donde hay muchas menos mujeres y reproduce ese sesgo porque el sistema entiende que, si es así, tiene que asignar más riesgo a la mujer. Los expertos determinan que es sencillo quitar este desequilibrio de un algoritmo, el problema es que simplemente no se hace.
“Los objetivos de desarrollo sostenible deben incluir la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres no solo como un objetivo capital, sino como columna vertebral en la consecución de los demás objetivos”
Por no hablar del techo de cristal, esas barreras invisibles que impiden a las mujeres ascender en sus puestos de trabajo; o el techo de cemento, que es la percepción negativa que tenemos sobre nosotras mismas y sobre nuestras posibilidades de crecimiento. Por último, la creencia de que las mujeres lideramos desde la intuición y los hombres desde la razón nos hace un flaco favor y puede reforzar estereotipos que no se ajustan a la realidad.
¿De qué forma se puede facilitar el acceso al ecosistema empresarial?
De entrada, teniendo claro que por definición la paridad es una condición esencial de la democracia, como lo es la separación de poderes o el sufragio universal. Por tanto, no es discutible ni cuestionable y sí indispensable alcanzarla. La mujer edifica la democracia más ejemplar. Y aunque muchos critiquen en el ámbito laboral por parciales las acciones legales positivas, como el sistema de cuotas, son una herramienta eficaz para corregir situaciones desequilibradas y discriminatorias.
La excusa para descalificarla es una premisa justa: solo deben ascender los o las mejores sin distinción de sexo. Algo razonable si partiéramos de una línea de salida equitativa. Pero no es así. Se habla de que podrían quedar 130 años para alcanzar la igualdad de género en la política.
¿Cómo convertir a la mujer en agente del cambio económico?
Invertir en el empoderamiento económico de las mujeres contribuye a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico, pero la falta de conciliación de la vida personal y profesional lo hace inviable en muchos casos.
El modelo laboral de uso del tiempo no se ha adaptado a las necesidades actuales de la vida. Si así fuera, ¿quién realizaría las sustanciales tareas de cuidados, de educación? Estas actividades no reconocidas y no remuneradas son las que facilitan la existencia del resto de las actividades económicas de la sociedad. Para educar, es imprescindible compartir tiempo y dar afecto para que los niños y las niñas crezcan como seres sociales y puedan desarrollarse como personas.
Sin embargo, se sigue considerando productivo el trabajo remunerado e improductivo el que no lo es. Por eso, no funcionan las oportunidades laborales que ofrecen a las mujeres trabajo sin cambiar el molde tradicional masculino de comportamiento. Hay que adaptarlo a las necesidades reales teniendo en cuenta que los cuidados, la educación y el bienestar no son responsabilidades ni obligaciones exclusivas de la mujer. La conciliación la tienen que poder llevar a cabo hombres y mujeres.
“Invertir en el empoderamiento económico de las mujeres contribuye a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el crecimiento económico. Pero la falta de conciliación de la vida personal y profesional lo hace inviable en muchos casos”
En una economía condicionada por la tecnología y la digitalización, el empleo se encuentra en el ámbito STEM, vetado para la mujer. ¿De qué forma se puede salvar esta brecha?
La falta de mujeres líderes con experiencia STEM es clave para relacionarnos de manera más sostenible y equilibrada con la naturaleza y también para inspirar a otras mujeres.
Por otro lado, hay estudios que demuestran que las mujeres prefieren elegir profesiones con una finalidad social, que impliquen trato con personas y supongan beneficios para la humanidad. Lo que significa que no se conoce bien el contenido de estas carreras que son determinantes en la investigación y aportan descubrimientos y avances en la calidad de vida de la sociedad. Sobran tópicos y falta información.
Hay pocas mujeres dirigiendo medios de comunicación, pero menos aún propietarias. ¿Qué consecuencias se derivan del control de la información y la opinión casi exclusivamente por parte de hombres?
La transcendencia es mayor por la relevancia que tienen los medios en la educación y protección de los valores democráticos de la sociedad. Son un agente educativo tan valioso como la familia o el colegio.
Los medios de comunicación configuran la visión que tiene la sociedad del mundo, y en pleno siglo XXI muestran un comportamiento masculino que no refleja la realidad de las mujeres y que determina qué hechos y personajes son noticia, cuánto espacio merecen y qué debe aparecer en portada. El resultado es que en los medios de comunicación solo el 24% de las personas sobre las que leemos, oímos hablar o vemos en los periódicos, la radio o la televisión son mujeres. Y esta cobertura viene en su mayoría del protagonismo que ocupan como víctimas de los malos tratos.
La escasez de directivas o propietarias se debe a la falta de confianza en ellas mismas para ejercer estos desempeños por el arraigo de patrones masculinos y también porque existe una creencia generalizada de que el periodismo es una “vocación” además de una profesión y se le exige una dedicación 24×7.
¿Contribuye el lenguaje inclusivo a la igualdad?
No es cómodo ni fácil ni rápido incorporarlo en nuestro día a día, pero es positivo. Proyecta una imagen equitativa y no estereotipada de las personas, te hace racionalizar el desequilibrio, contribuye a que la sociedad y las organizaciones sean más abiertas, evita la discriminación, amplía la conciencia de género y enriquece el lenguaje. Estas modificaciones complejas, y a veces embarazosas, te hacen ser más consciente del tremendo valor de las palabras y de cómo pueden alterar la imagen adquirida que tienes de algo. Aunque es un debate cuestionado, soy de las que piensan que el lenguaje modifica el pensamiento. La igualdad tampoco llega a la RAE, donde todavía sigue habiendo siete mujeres frente a 37 hombres.
¿Es posible que haya mucha demagogia y poco sentido común en el afán por cosificar a la mujer?
Los medios de comunicación y la publicidad tienen el poder de influir en la opinión a través de imágenes y mensajes que acaban permeando y normalizándose en la sociedad. Si los medios de comunicación apenas son un reflejo hoy de las mujeres, la publicidad revela una imagen femenina todavía mucho más distorsionada. Según el publicista Luis Bassat, la publicidad es un altavoz y cuando se tiene mucha voz es importante no desafinar.
Así que podemos imaginar la gravedad de percibir tantos mensajes ensordecedores cuyos efectos influyen en las relaciones mujer-hombre, en la educación infantil y fomentan la cultura machista. Hay que reclamar a los medios y a las agencias de publicidad conciencia para que ellos mismos se autorregulen. Detrás de la enorme iconografía femenina, la mujer real sigue siendo invisible en su magnitud personal y humana –alma, espíritu, inteligencia, personalidad, capacidad, etc.–.
El shopping es una herramienta poderosa para mejorar las condiciones de la humanidad.
La mujer en la publicidad es un reclamo que sigue protagonizando papeles muy poco estelares: la perfecta ama de casa entregada al hogar, a los hijos, a su marido; la superwoman con superpoderes como profesional, madre, esposa siempre impecable y sexi; las modelos jóvenes mostrando su piel adolescente para vender la crema que logre detener el tiempo.
Y la más aplaudida: la mujer fatal o contorsionista sexual en su amplia gama de posturas sugerentes, mostrando su cuerpo semidesnudo porque lo habitual en publicidad es que el deseo no lo genere el producto, sino la mujer convertida en objeto de deseo. Es esencial fijarnos en el relato que transmite la publicidad y consumir marcas íntegras que nos representen con dignidad y estén comprometidas con los derechos fundamentales, con la igualdad de género, con el medio ambiente, etc. El shopping es una herramienta poderosa para mejorar las condiciones de la humanidad.
Para la igualdad, es fundamental la educación en valores éticos. ¿Cómo evitar que la educación se use como un refuerzo del pensamiento patriarcal?
Nadie en su sano juicio puede defender que la diferencia entre los sexos signifique desigualdad. Biológicamente somos distintos, pero culturalmente somos iguales. La brecha salarial entre hombres y mujeres no se debe a causas biológicas, sino políticas, es decir, culturales. Los relatos –literarios, cinematográficos, televisivos, mediáticos o publicitarios– sobre los hombres se fundamentan en paradigmas de violencia, agresividad, poder y frialdad.
Tenemos que mostrar ese espacio de identidad que también existe y les compromete con la prudencia, la calma, la reflexión, el diálogo, la sensibilidad, la ternura, la delicadeza o la fraternidad. Tenemos que reconocer que los preferimos vulnerables y que a ellos les reconforta nuestra fuerza. El discurso patriarcal pone a prueba constantemente la virilidad. Los peores insultos que puede recibir un hombre es que se parezca a una mujer: nenaza, marica, gallina… Esto también es muy castrante.