Frida Kahlo no solo fue una artista icónica, sino también una fashionista de vanguardia. Su sentido del estilo continúa inspirando el mundo de la moda, los medios y el arte. La escritora y periodista Susana Martínez Vidal, autora de Frida Kahlo: Fashion as the Art Being, analiza la influencia de la artista mexicana en la cultura popular, el arte, la moda y el movimiento feminista.
En la presentación de su libro Frida Kahlo: Fashion as the Art Being (Assouline, 2016), la periodista especializada en moda Susana Martínez Vidal detalla que la moda es un efecto óptico que Frida empleó con astuta inteligencia e intención artística.
El impacto de la fusión de moda de Frida sigue generando una atracción contagiosa en todo el mundo. Las revistas de moda internacionales publican editoriales que muestran claramente su influencia; los diseñadores de moda y las modelos siguen canalizando su espíritu indomable; los cineastas, compositores y artistas crean nuevas obras que reflejan su singular estética.
La moda como arte de ser es un vibrante homenaje al audaz carácter, el estilo y el arte de Frida Kahlo, un fascinante viaje que refleja las formas calidoscópicas en que la historia y la personalidad únicas de Frida han sido interpretadas y adaptadas como pocas en nuestro tiempo.
Feminidad y feminismo, una alianza por la igualdad de
Susana Martínez Vidal es una periodista de moda y estilo de vida con más de 25 años de experiencia. Fue directora de Elle España y Elle Decor España, así como fundadora y directora de la revista Ragazza. Frida Kahlo inspiró el primer editorial de moda que realizó como directora de Elle España, y desde entonces ha seguido con pasión la influencia de Kahlo en la moda, la música y la cultura.
Después de ver la primera exposición de ropa de Frida en La Casa Azul en 2012, se inspiró para escribir su primer libro, Frida Kahlo: Fashion as the Art Being, considerado por The New York Times y Vanity Fair una de las mejores publicaciones de gran formato aparecida en los últimos años, que va por su tercera edición.
En este libro, Martínez Vidal desarrolla cómo Frida Kahlo se ha convertido en un referente del empoderamiento femenino, por qué resulta tan inspiradora para artistas (desde Madonna a Jean Paul Gaultier pasando por Beyoncé, Amy Winehouse o la banda Coldplay), y de qué manera demostró que feminidad y feminismo no solo son compatibles, sino que esa alianza es absolutamente necesaria para alcanzar la igualdad. También es autora de Efecto Frida (Espasa Libros, 2018), que ha publicado su sexta edición. Actualmente, desarrolla su actividad profesional entre Ciudad de México, Madrid y Nueva York.
Frida, según Jean Paul Gaultier, encontró una verdadera voz artística a pesar de su sufrimiento y se mantuvo fiel a sí misma –e impecablemente vestida– incluso cuando sufría terribles dolores. La propia Frida dijo: “La belleza y la fealdad son una ilusión. Todo el mundo acaba viendo nuestro interior”.
Usted es autora de uno de los mejores ensayos sobre Frida Kahlo, “Efecto Frida” (Espasa 2018) ¿Cuáles son las principales lecciones de vida que nos dejó la excepcional artista mexicana?
Yo desgrano la biografía de Frida en ocho lecciones de vida, a partir de este pensamiento de Aldoux Huxley: “La experiencia no es lo que te sucede, si no lo que haces con lo que te sucede”. A pesar de su discapacidad, Frida decidió no vivir como una mujer limitada y cruzó sus propios límites. Soportó las múltiples dificultades que la vida arrojó a su paso y fue dueña de su vida, arquitecta de su destino. Aprendió a bailar con su tragedia. Frida Kahlo es uno de los mejores ejemplos de resiliencia conocidos en la historia del arte. Con su comportamiento expresó que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Su enorme fortaleza la mantuvo erguida hasta el final.
Se bebió la vida a sorbos y, a pesar de las veces que estuvo a punto de ahogarse, siempre pensó que la vida no se mide por las veces que respiras, sino por las veces que pierdes el aliento. Mantuvo que la muerte no existe porque para ella “solo muere aquel que no vivió…” y siempre estará vivo “…quien produce en los que le continúan sensaciones nuevas, anhelos y deseos”.
Acreditó que tu historia es tu marca. Pintó imágenes de su yo in extremis, sus autorretratos se vendieron como un sofisticado regalo de sí misma y de su laberinto vital: medio indígena/europea, esposa/adúltera, mártir/atea, feminista/femenina, homo/hetero, inválida/liberada, alcohólica/lúcida… madre frustrada, activista política y artista accidental. Siempre hay una Frida que te toca el corazón. Con su obra se entregaba al comprador en un eficaz y admirable ejercicio de marketing. Por eso, escribió: “Soy mi propia musa, soy el sujeto que mejor conozco.” Y declaró: “Ámate a ti misma. Sé tu propia musa”.
De la misma manera que Warhol manipuló imágenes muchas décadas antes de que el Photoshop fuera inventado, podría decirse que Frida, con sus autorretratos, fue la original Queen of the Selfie.
Casi cien años antes de la actual obsesión global del planeta, ella detectó y compulsivamente se aprovechó de esta necesidad humana de compartir la imagen de uno mismo para sentirse menos solo. Debido a su columna rota, Frida pasaba mucho tiempo inmóvil en la cama y retratar su rostro reflejado en el espejo colocado en el dosel de su cama, le ayudó a superar su soledad. Mostró que la moda es terapéutica. En momentos de debilidad, confió en el poder de la moda para elevar su autoestima. Cuanto más fuerte eran sus dolencias, más sofisticada y elaborada era su imagen. Y en sus últimos momentos, postrada en la cama rota de dolor, se vestía cada día como para ir a una fiesta.
Convencida de que la inteligencia es mucho más abrumadora que la belleza, demostró que los defectos pueden ser bellos. Frida encarnó el concepto de guapa fea y se convirtió en una inspiración de belleza a través de la aceptación honesta y fiel de su apariencia física. Destacó sus defectos para reivindicar la belleza de lo imperfecto. Transformó su cuerpo dañado y su vello facial en su imagen de marca. Sus cejas, a pesar de ser oscuras y pobladas, las dramatizaba con un lápiz negro.
Intuyó la fuerza del personal branding mucho antes de que se inventara. En su turbulenta relación con el aclamado pintor Diego Rivera constató cómo la lealtad no es fidelidad. Y pese a las numerosas y recíprocas infidelidades, y a vivir un divorcio, y de nuevo casarse con el muralista, Frida Kahlo nunca se sintió engañada. Lo que no evitó que sufriera un dolor profundo a su lado.
La figura de Frida Kahlo evidencia que la fragilidad no es debilidad y que la esencia más femenina convive con la fortaleza. ¿El feminismo y la feminidad caminan de la mano?
Esta es la lección más importante de todas las que nos dejó: El feminismo y la feminidad son compatibles y además se necesitan, complementan y potencian mutuamente. Son las dos caras de la misma moneda. Feminidad significa todo aquello que es propio de las mujeres. Y feminismo es creer en la igualdad de género. ¿Y qué mujer hoy no está de acuerdo con ganar el mismo salario que los hombres por el mismo trabajo, u ocupar puestos de liderazgo en cargos de responsabilidad en las esferas públicas, empresariales y culturales, o en compartir las tareas domésticas de manera justa, o en poner fin a la pandemia de los malos tratos?
Me viene a la cabeza las pancartas del 8M: “Si te cansa que hablemos de machismo, imagina lo que es sufrirlo cada día”. La mayor parte de quienes rechazan el feminismo lo hacen por ignorancia. Otros lo equiparan a otro ismo, machismo –sería entonces hembrismo– visualizando un estereotipo de mujer agresiva, radical, que rechaza a los hombres, en lugar de entender que el verdadero y único significado de la palabra hoy es simplemente igualdad de género.
El feminismo ha sido un término muy vergonzante cuya acepción empieza a ser comprendida. Es cierto que en determinadas etapas de su historia elevó el tono para hacerse notar y se pudo percibir como un guante de boxeo para abofetear a los hombres. Pero también lo es que hay una intención de encapsular artificialmente sus peores versiones para impedir que su mensaje evolucione.
Este cambio de paradigma de los nuevos valores feministas quedó resumido de manera brillante hace unos pocos años en la frase que dio título a una charla TED por Chimananda Ngozi Adichie y que se hizo viral: Todos (Ojo, no todas) deberíamos ser feministas, punto de inflexión que resucitó, oxigenó y adaptó el término al siglo XXI. El feminismo no es una represalia contra el varón, ni una manera de vengarnos. La fuerza del feminismo no está solo en la unión de las mujeres, sino en sumar esta fuerza con los hombres.
Y este es un camino que emprendió Frida Kahlo hace muchas décadas y que hoy más que nunca conviene recuperar. La valiente e indomable Kahlo también lo fue para mostrar sin complejos que su vulnerabilidad nunca supuso debilidad. Frida, la eterna perdedora de algo de la existencia –de la salud, de la maternidad, del amor, de la decencia– hoy emerge inspirando la nueva identidad femenina. Este arrojo y sensibilidad, este feminismo y feminidad se entrelazan irremediablemente de la misma forma como lo hacen sus trenzas, como símbolo de un indivisible y más que nunca contemporáneo mensaje de igualdad.
También profundizó a través de la figura de Frida Kahlo en el ámbito de la moda, definiéndola como “la mujer que entendió la moda como el arte de ser, no como el esfuerzo de aparentar”. ¿Existe un concepto de moda que sublima la figura de la mujer y otro que la denigra?
Puede haber una moda absurda, inoportuna, incómoda, discriminatoria, poco favorecedora, excesivamente cara o mal confeccionada, pero quien te denigra no es la moda, si no tú misma aceptándola sin condiciones. Las tendencias son propuestas que solo se ponen de moda cuando tú las aceptas. No hay que tomárselas tan en serio.
Frida Kahlo no tuvo ningún pudor en dejar de lado lo aspiracional y se inspiró en ella misma. Fue una outsider que revolucionó la moda porque no deseaba coleccionar vestidos, sino experiencias. Hizo pedazos el tópico de asociar la ropa a una clase social. Dio una nueva dimensión a la vestimenta convirtiéndola en reflejo de su propio crecimiento individual. Por eso, entendió la moda como el arte de ser, no como el esfuerzo de aparentar.
¿Es cierto que la provocación es el lenguaje de la moda?
La moda no solo define, también potencia y empodera. Determina la imagen y moldea la personalidad. Activa un doble efecto. Por un lado, emite mensajes al mundo y, por otro, modifica lo más íntimo: el estado de ánimo. Es la primera en responder al cambio social y también a la conducta más personal. Sin ninguna duda, es el verdadero espejo del alma y también de la sociedad, algo así como un sismógrafo de la humanidad. Por eso, se podría decir que la moda tiene dos caras, o que la moda es bipolar.
Como dijo Anna Wintour: “Una buena fotografía de moda cuenta tanto de su tiempo como el titular de la primera página de un periódico”. Si la vida es teatro, la moda es su vestuario. Y la provocación, su relato impredecible e inesperado. Es la varita mágica que hace visible lo invisible. El envoltorio que atrapa las miradas que, presas de lo aparente, se asoman al fondo buscando más emoción. Por su capacidad de emitir estímulos de alto voltaje, es una herramienta poderosa de difusión. La moda también encarna el espíritu que se rebela eternamente contra los convencionalismos y presume de exigir un código iniciático para dejar atrás a los que pretenden alcanzarla. Vive en la paradoja constante de ponerse de moda cuando llega a muchos, pero se desactiva si son demasiados.
Frida fue una maestra en la comprensión de este principio y provocó a través del contraste. Lo masculino con lo femenino, lo lujoso con lo popular, lo caro con lo barato, lo europeo con lo mexicano. La tradición y la moda bajo su personalidad interactuaban continuamente. Compuso sus estilismos a partir de su propia idea original: combinar la cultura estética, la perspectiva histórica y la realidad social.
Sus declaraciones de moda fueron declaraciones de vida. Se arreglaba según el modo en el que se sentía. Dibujó un feto en su corsé ante la impotencia de ser madre. Se consagró a los trajes regionales para recuperar las tradiciones. Como signo de rebeldía se cortó el pelo ante la infidelidad de su marido. Se dejó crecer el bigote y la uniceja como grito feminista contra el machismo de la sociedad.
Frida supo utilizar el gran potencial de la moda como mensaje. Y la reina Letizia hace pocas semanas también lo hizo. En un acto oficial, ante numerosos medios de comunicación, pudimos verla vestida con una sorochka vyshyvanka, prenda de folclore ucraniano que simboliza tradición y patriotismo como muestra de apoyo a este masacrado país.
Por definición, la moda es cambio. ¿Cómo se puede transformar la moda en un aliado del consumo sostenible?
La moda no ha perdido su magia, pero sí su ética. Necesita un nuevo orden conceptual y moral. La velocidad vertiginosa de la comercialización y el fácil acceso y deshecho de la producción la ha desnaturalizado. Para entender cabalmente esta locura tenemos que saber que, aunque la moda es cambio por definición, su industria es la más estática e inamovible en la carrera hacia la sostenibilidad del planeta y una de las que más contamina.
La industria de la moda produce el 20% de las aguas residuales mundiales y un 10% de las emisiones globales de carbono, más que todos los vuelos internacionales y el transporte marítimo. El teñido de textiles es el segundo contaminador de agua del mundo. Se necesitan aproximadamente 7.570 litros de agua para hacer un pantalón tipo vaquero. Si nada cambia, para 2050 la industria de la moda consumirá una cuarta parte del presupuesto mundial de carbono.
En las últimas tres décadas, la cultura low cost ha irrumpido en la moda generando un seísmo estructural que ha arrastrado a todo el sector, incluidas las firmas de lujo, a una frenética carrera hacia el consumo inmediato. Hasta los grandes creadores son hoy corredores de fondo, capaces de encerrarse con su equipo en un estudio y trabajar día y noche para satisfacer el apetito voraz de un mercado que exige colecciones de pasarela cada dos meses, en vez de dos veces al año. El sector ha crecido globalmente y ha provocado un cataclismo medioambiental sin precedentes. Hace poco más de diez años, la moda se focalizaba mayoritariamente en lujo y low cost. Ahora la alternativa es fast o slow fashion.
El fast fashion basa su modelo de negocio en el consumo rápido y sus ingresos dependen de la venta de más productos. El mayor problema reside en la cantidad de ropa que acaba en los vertederos sin haber sido usada. Producir, consumir y tirar es insostenible. Pero conseguir que este proceso se detenga es pedirle a la moda que se suicide. Este galimatías ha puesto en cuestión la forma en que se compra y consume moda y ha aumentado la convicción sobre qué tiene valor y cuáles deben ser las prioridades.
En este ejercicio de conciencia ha nacido el slow fashion, la moda que se quema lentamente y perdura en el tiempo. Está influenciada por el estilo de vida del consumidor y no obedece los dictados de la industria. Atrás quedaron las dos temporadas (primavera-verano y otoño-invierno). Cada vez más consumidores consideran que un lustro es suficiente para amortizar una prenda sin que haya que deshacerse de ella a los pocos meses. Es la forma de comprar menos, pero mejor. La ropa se debe reciclar como se reciclan muchas tendencias de moda. Sigamos el ejemplo de no pocas pasarelas que mantienen propuestas durante años.
Lo bueno no tiene por qué ser forzosamente nuevo. Hay que rescatar lo bueno y darle otra vida para que parezca nuevo. Los vestidos midi no han movido ni un centímetro el largo de su falda desde hace años; ahí siguen las mangas especiales (abullonadas, extralargas o las que dejan los hombros al descubierto) o los pendientes grandes, o los bolsos bandolera, las zapatillas de deporte, las gabardinas tipo Sherlock, las rayas marineras, las saharianas o los estampados de flores o el fascinante color pink. Son tendencias atemporales que se han convertido en estilo de vida.
A corto plazo, es una ilusión pensar que el consumidor va a dejar de comprar a gran escala, pero sí podemos desarrollar unos métodos de producción más sostenibles como teñir sin agua, usar los desechos como materia prima, buscar soluciones para la acumulación de residuos textiles, limpiar los sistemas de suministros y abastecernos de textiles a partir de sistemas de fibra regenerativa. El objetivo es dar oportunidad a la economía circular y desvincular el crecimiento económico del uso de los recursos naturales y la contaminación.
A título personal, hay que tener un armario consciente y reutilizarlo –como Frida–, ya que la prenda más sostenible es la que cuelga de la percha. Ser creativo e imaginar nuevas formas de utilizarla. Tenemos más opciones para vestir y, sin embargo, vestimos más uniformados que nunca cuando la esencia de la moda es convertirte en alguien único, no en uno más. Por eso, el estilo personal cotiza al alza y lo que se busca –insisto como Frida– son señas de identidad.
En esa línea, promover los mercadillos de venta entre amigos, prestar o intercambiar ropa, acudir a las tiendas vintage, a las de segunda mano e incluso a las de alquiler. Por supuesto, no desprenderse de algo todavía servible y donarlo. Priorizar los materiales reciclados y reutilizados y aficionarse a los programas de reciclaje de los minoristas.
En la tienda insignia de H&M en Estocolmo, por ejemplo, los clientes pueden pagar una cantidad simbólica para que la ropa no deseada se transforme en prendas nuevas mediante un proceso que descompone las fibras viejas y las combina con otras nuevas. El proceso, que consta de ocho pasos, está diseñado para conseguir un objetivo, no un beneficio: “Queremos involucrar a nuestros clientes y hacerles comprender que sus propias prendas tienen valor”.
La sostenibilidad es un concepto integral que trata sobre las condiciones de trabajo de la gente, y abarca todo el sistema productivo de la prenda y de la propia empresa. No es un camino fácil ni rápido. Es casi imposible serlo al 100 por 100 hoy en día. No se cambia de un modelo tremendamente despilfarrador a uno eficiente y sostenible moviendo la nariz. Se trata de ser reflexivos y conscientes sobre lo que compramos. Saber que para reducir la huella ambiental hay que mantener la ropa en uso más tiempo.
La fórmula de un mundo sostenible tiene una única receta: consumir de otra manera. En palabras del secretario general de la ONU, António Guterres, “el tren de la sostenibilidad ha dejado la estación, suban a bordo o quédense atrás: los que no apuesten por la economía verde vivirán en un futuro gris”.
Las imágenes que ilustran la entrevista han sido extraídas del libro Frida Kahlo: Fashion as the Art Being y cedidas por Assouline. En la parte superior, Banco de México. Diego Rivera & Frida Kahlo Museums Trust, México //Artists Rights Society (ARS), New York, image © Christie’s Images/ Corbis. La imagen que aparece en la parte inferior de esta página es obra de Iris Brosch/Éditions Jalou, L’Officiel 1998. Encarna a Frida Kahlo la modelo española Laura Ponte.