Por Iñigo Aduriz
27/03/2017
Como apunta Rafael Bisquerra en su libro Política y emoción (Pirámide, 2017) «las personas se pueden movilizar desde las emociones». Y ayer, la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, volvió a demostrar que es una maestra de las emociones. Ya lo había logrado en 2013 cuando en un hasta entonces inusual congreso del PSOE de Andalucía, consiguió unir al partido en torno a su figura, con una estrategia clara de apelación a las esencias del socialismo, al pasado y presente más obrero de su formación, a las mujeres y a la herencia de sus predecesores.
Este domingo, los gestos y las emociones volvieron a marcar la puesta de largo de Díaz como aspirante a ser candidata a la Secretaría General del PSOE a nivel estatal. Y evidenciaron que, además de la lucha por liderar a los socialistas, en la mente de la dirigente andaluza está, también, convertirse en candidata a la Moncloa de cara a las próximas elecciones generales previstas inicialmente para finales de 2019.
Antes incluso de que comenzara su discurso, con una clara vocación de traspasar los límites de la lucha interna y con la intención de presentarse como la gran estadista del partido, los gestos marcaron el acto en el que, según sus organizadores, se superaron todas las expectativas. Díaz quiso hacer toda una declaración de intenciones al situar a su vera a dos de los expresidentes del Gobierno que ha tenido España desde la llegada de la democracia y que, en conjunto, han gobernado durante más de dos décadas.
A su izquierda situó a José Luis Rodríguez Zapatero, rescatado del ostracismo al que fue condenado durante varios años hasta que el PSOE decidiera empezar a reivindicar lo positivo de su legado. A la derecha se colocó Felipe González, denostado y amado por igual entre la militancia socialista, pero símbolo del mayor periodo de Gobierno socialista y al que el partido considera creador del Estado del bienestar en España.
En el centro, entre los dos exlíderes, Susana Díaz, que desde hace un lustro amagaba con dar ese paso a Madrid al que ahora se ha visto forzada tras ser parte destacada de los años más convulsos del partido e instigar la revuelta interna contra Pedro Sánchez –a quien ella había apoyado en el anterior Congreso– que culminó con el vergonzante Comité Federal del pasado 1 de octubre en el que la casa socialista –y su decoro– saltó por los aires.
«España nos necesita y el PSOE está dispuesto a hacerse cargo, hoy estamos aquí por el PSOE y por España y vamos a salir a la calle con fuerza, diciendo que somos el PSOE, el de siempre, el de ahora el del futuro y el que no llegaremos a conocer», apuntó Díaz nada más subirse al escenario y flanqueada por los miembros más jóvenes de su partido, en otro gesto con el que trató de aportar renovación a un acto marcado por la presencia de la vieja guardia.
Lejos de intentar situar a los socialistas únicamente en la izquierda, como se están esmerando por hacer sus rivales Pedro Sánchez y Patxi López, Díaz se esforzó en identificar al PSOE con España, con el conjunto del país, siempre reivindicando el periodo más próspero de su partido. «Quiero el voto del que no tenga odio, del que no tenga rencor, para volver a ser lo que fuimos. Juntos. Levantando este país. A ganar por España. Por el PSOE. Por los ciudadanos. A ganar», concluyó.