Por Ana Franco
07/05/2017
En Suiza prima la abundancia. De relojes de alta gama, por ejemplo, van sobrados. De dinero de toda procedencia, incluso la dudosa, también. De chocolate y queso. Y de nieve, que es un país alpino. Quizás por eso, porque convoca a montañeros y esquiadores de todo el globo y a un turismo con los bolsillos desahogados, Suiza es además pródiga en spas, en clínicas de bienestar y demás parafernalia wellness. Alberga algunos de los mejores establecimientos del mundo para relajarse, al pie de hermosas montañas o en campo abierto, ya empleen el agua corriente, las aguas termales naturales, las últimas terapias médico-estéticas o las cremas con más propiedades. Una semana en alguno de ellos y volverá levitando.
A la hora de elegir un refugio reparador para un cuerpo ajado o cansado, hay que tirar de mapa y estudiar las distintas opciones, que son muchas. El territorio helvético acumula una historia bastante rica en la materia, y casi se ha asegurado su futuro, pues la prestigiosa escuela suiza Les Roches International School of Hotel Management, donde se forman los mejores gerentes de hotel del mañana, lanzó en 2014 el programa Administración de Spas y Servicios de Bienestar, una especialidad dentro de la licenciatura en Administración de Empresas y Administración de Hoteles Internacionales.
Empezamos el recorrido al suroeste del estado, con las ciudades balneario de Montreux, a orillas del Lago Lemán, e Yverdon-les-Bains. Las bondades de esta última como centro termal ya las conocían los antiguos romanos. Sus aguas sulfurosas, que brotan de un manantial a 29 grados, son muy apreciadas por quienes sufren del estómago, e indicadas en dolencias reumáticas, dermatológicas y procesos respiratorios crónicos.
En Montreux se encuentra un templo de peregrinación internacional, Clinique La Prairie, para los amantes del antienvejecimiento, de lo detox, lo sano, la revitalización, la medicina preventiva y la belleza. Se levantó en 1931 y su centro médico, su residencia y su spa reciben a aquellos que pueden permitirse desembolsar, por ejemplo, unos 17.000 euros por el programa Better Sleep contra el insomnio, en régimen de pensión completa durante seis noches, incluyendo traslados en limusina al Aeropuerto de Ginebra.
Las terapias antiedad también se aplican en hoteles de lujo, al estilo suizo: en La Réserve Genève Hotel & Spa de Ginebra, en el Park Weggis (en el cantón de Lucerna), en The Dolder Grand (Zúrich) y en el Grand Resort Bad Ragaz (cantón de San Galo), entre otros. Si aquí nos choca, allí llevan decenios ofreciendo el pack de salud más alojamiento hotelero.
No lejos de Montreux se halla la localidad de Gstaad, cuya céntrica posición le convierte en un buen punto de partida para viajar por el país. Da nombre a una de las estaciones invernales más transitadas por la alta sociedad europea y sus hoteles de lujo compiten por ofrecer el spa más chic. Está el de Le Grand Vellevue, el del Park Gstaad, el Six Senses del hotel Alpina Gstaad y el del Ermitage.
Y uno de los más veteranos, el del Gstaad Palace, un establecimiento de 1913 que mira a la ciudad desde lo alto de una colina y donde el gobierno suizo ocultó una gran parte de las reservas de oro del país durante la II Guerra Mundial. Su Palace Spa, que abrió en 2007, recibe al huésped con una chimenea circular bajo un techo de madera y rodeada de unos amplios sofás con mantas de piel y cojines de terciopelo en los que nos gustaría acurrucarnos y pasar el invierno.
Si no está alojado en el hotel, puede acceder al spa, que permanece abierto todos los días de 8.30 a 21 h., previa reserva y pago de 70 francos suizos (65 euros), lo habitual en estos casos; si solicita un tratamiento que cueste un mínimo de 150 euros, la entrada le saldrá gratis.
Y de una estación de esquí célebre a otra, ésta cerca de Italia, al este de Suiza: St. Moritz. Sede de dos Juegos Olímpicos de Invierno (los de 1928 y 1948), es también un destino veraniego por sus aguas medicinales, ricas en hierro. Las aguas se toman en centros deportivos como Ovaverva y Zernez, en el MTZ Medical Therapy Centre y en el balneario Bellavita Pool & Spa.
Pero los espacios más lujosos se localizan tras las paredes de los hoteles de cinco estrellas, como el Kulm, el Carlton, el Kronenhof, el Suvretta House y el Badrutt’s Palace, con su majestuosa piscina rodeada de cristaleras por las que se cuelan las montañas. El más completo es el spa del Kempinski Grand Hotel des Bains. Lo tiene casi todo para ser feliz: saunas, piscina cubierta, gimnasio, terraza, zona exclusiva para mujeres y baños Kneipp (como un pediluvio con suelos de distintos materiales y agua fría para activar la circulación).
Sin embargo, el más grande de Suiza no reposa en St. Mortiz, sino al norte, en Zúrich, en el interior del distinguido hotel The Dolder Grand, ya mencionado. Es también uno de los spas más grandes de Europa, con 4.000 metros cuadrados. Lleva la firma del estudio de arquitectura de Sir Norman Foster, y eso no lo pueden decir muchos spas. Hay tanto por descubrir en él que no sabríamos ni por dónde empezar a relajarnos, y quizás esta circunstancia nos estresaría y tendríamos que abandonarnos un mes en el establecimiento.
En su haber suma una zona de aguas con piscina de 25 metros de largo, (más) piscinas de aromas, biblioteca, tienda, peluquería, cafetería, suites y un jacuzzi al aire libre. Y, no nos engañemos, un spa suizo sin jacuzzi al aire libre es menos spa. La sensación de sumergirse a 34 grados mientras los copos de nieve se funden en tu pelo es tan delirante como agradable.
¿Es un buen spa la razón suficiente para elegir un hotel en vez de otro?, ¿para optar por un destino y no por otro? Definitivamente, lo es. Los suizos lo saben, y por ello han plagado su mapa con tentadoras propuestas para que lo tengamos verdaderamente difícil a la hora de decidirnos.