David Sánchez-Teruel, Universidad de Granada y Maria Auxiliadora Robles-Bello, Universidad de Jaén
La conducta suicida continúa siendo un problema de salud pública mundial, que roza niveles de pandemia. Los últimos datos de muertes por esta causa en población general de España indican que se mantiene como la primera de muerte externa (3.941 fallecidos, un 7,4 % más que en 2019). Además, es un 8 % (314) mayor en adolescentes y jóvenes (entre 15 y 29 años).
Adicionalmente, el Colegio Oficial de Psicólogos de la Comunidad de Madrid ha observado que los intentos de suicidio en este grupo de edad aumentaron un 250% en 2020, en comparación con años anteriores. Precisamente, las lesiones autoinfligidas o los intentos de suicidio son las conductas de riesgo previas que mejor predicen el riesgo futuro de muerte por suicidio.
Se ha demostrado que hay factores que protegen a medio y largo plazo, promoviendo resiliencia ante situaciones adversas. De la misma manera, la ausencia de estos factores pueden promover una mayor probabilidad de nuevos intentos de suicidio más graves. Estos factores resilientes, es decir, de fortaleza ante el trauma, deben ser valorados junto con los factores de riesgo.
Medir resiliencia frente al riesgo
El análisis de estos factores protectores ante tentativas de suicidio en adolescentes y jóvenes sigue siendo escaso, porque se suele centrar la atención exclusivamente en los factores de riesgo: ideación (pensar en el suicidio), lesiones autoinfligidas o tentativas suicidas previas.
En esta línea, muy pocos estudios han intentado predecir un posible reintento de suicidio más grave en adolescentes que han realizado lesiones autoinfligidas previas o un intento de suicidio anterior.
Este proceso de cribado debe ser rápido y discreto para potenciar un mayor nivel de sinceridad en un colectivo que presenta alta vulnerabilidad suicida y que no desea rememorar conductas de riesgo previas.
También resultaría muy útil analizar el nivel de resiliencia ante estas conductas de riesgo suicida en adolescentes fuera del ámbito médico o clínico, para ofrecer herramientas de ayuda a maestros y profesores en escuelas e institutos.
Centrar el interés en lo positivo
Es muy esperanzador comprobar que algunos estudios ya se están enfocando en los factores de protección, ya que estos protegen del impacto psicosocial de los factores previos de riesgo.
Aunque estos factores de protección parecen estar relacionados entre sí, la investigación previa sugiere que cada uno de ellos influye de manera independiente en la capacidad resiliente ante las lesiones y tentativas de suicidio.
Por ejemplo, el optimismo trata de centrar la atención en la posibilidad de resultados positivos y desempeña un papel muy importante en el comportamiento dirigido a un propósito.
En cuanto a la esperanza, es prioritaria para afrontar una situación estructural, que no puede modificarse. De ahí que el optimismo disminuya estados como la ansiedad y la esperanza modifique estados como la depresión, lo que parece proteger contra las lesiones y tentativas suicidas en adolescentes.
Cribado de factores protectores
Nuestro equipo ha diseñado una prueba (SRSA-18) para valorar la resiliencia en adolescentes entre 13 y 18 años de edad que previamente se hayan autoinfligido lesiones o hayan tenido una tentativa de suicidio. El SRSA-18 ha podido demostrar su buen funcionamiento y alta fiabilidad en este grupo de edad.
Esta escala consiste en 18 preguntas que no hacen referencia a los clásicos factores de riesgo del suicidio, sino que valoran exclusivamente factores de protección a través de tres grandes subdimensiones:
- Protección interna: optimismo, autoconcepto y sentido del humor.
- Dentro de la anterior, la estabilidad emocional: esperanza, autocontrol y control de impulsos.
- Protección externa: las habilidades sociales, la solicitud de ayuda y el apoyo social de tipo emocional.
La aplicación del SRSA-18 ofrece una puntuación final que determinan el nivel de resiliencia de cada paciente. Si es alto (por encima de 16 puntos), la realización de lesiones autoinfligidas o reintentos de suicidio futuros se minimiza, aunque pudieran seguir existiendo factores previos de riesgo.
Terapias específicas
La potenciación de estos factores protectores debe ser clave durante el proceso de intervención psicológica para evitar futuros reintentos más graves o el suicidio. Pero es fundamental que este proceso sea llevado a cabo por profesionales de la Psicología junto a los padres de estos adolescentes.
Algunas terapias psicológicas de tercera generación como la Terapia Dialéctico Conductual también ofrecen resultados esperanzadores ante las lesiones y tentativas suicidas previas en adolescentes y jóvenes.
Las políticas sanitarias públicas para la prevención del suicidio en España deben tomar medidas efectivas como el incremento de psicólogos en atención primaria (psicólogos generales sanitarios) y atención sanitaria especializada (psicólogos interinos residentes) para poder luchar realmente contra esta lacra social, que no se soluciona exclusivamente, como se ha comprobado ya, con tratamientos psicofarmacológicos.
David Sánchez-Teruel, profesor Titular del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico , Universidad de Granada y Maria Auxiliadora Robles-Bello, profesora titular del área de psicología evolutiva y de la educación del departamento de Psicología, Universidad de Jaén
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.