La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha informado en forma insistente de que hasta ahora no hay estudios que confirmen el riesgo de que el SARS-CoV-2 se propague por el consumo de tabaco. Sin embargo, las personas sí están en una condición de mayor vulnerabilidad porque el acto de fumar conlleva acercar los dedos a los labios, lo que eleva la posibilidad de transmisión. En ambientes comunitarios y sociales se comparten boquillas, cigarrillos o pipas.
Sudáfrica, la nación más afectada por el coronavirus en ese continente con casi 41.000 contagiados y segunda en número de fallecidos con 850 detrás de Egipto (1.126), tomó la decisión de prohibir la venta de cigarrillos y productos de tabaco durante la pandemia para proteger la salud y la vida humana, reducir la tensión en el sistema sanitario y porque probablemente muchos dejen después de fumar.
La ministra de gobierno cooperativo y asuntos tradicionales, Nkosazana Dlamini-Zuma, dijo que la constitución le impone al Estado la obligación de proteger, promover y cumplir con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entre ellos el derecho a la vida y a tener acceso a los servicios de atención médica.
Y esto implica que se tomen medidas para reducir la carga sobre el sistema de salud y garantizar que quienes lo necesiten puedan tener acceso. «Este deber es particularmente agudo en la situación de pandemia en la que nos encontramos», agregó.
Bajar el riesgo social del tabaco
El uso de productos de tabaco, dijo, aumenta el riesgo de transmisión de la COVID-19 y de que la enfermedad se acentúe entre los fumadores. Si el consumo de tabaco causa enfermedades respiratorias y la COVID-19 afecta a todo ese sistema es lógico proceder en consecuencia.
«Los fumadores tienen mayores ingresos en la UCI, mayor necesidad de ventilación y una mayor tasa de mortalidad que los no fumadores. En las comunidades más pobres hay mayor probabilidad de que las personas compartan cigarrillos, pipas de narguile o encendedores y cajas de fósforos. Esto puede aumentar el riesgo de transmisión por la falta de distanciamiento social y el intercambio de saliva infectada«, dijo al tiempo de agregar que en comunidades muy pobres es común la práctica de enrollar, compartir e inhalar el tabaco.
También sostuvo que esa decisión se daba en apoyo de tantos sanitarios que estaban en la primera línea de combate y de que las personas dejen de fumar, porque el primer paso de mejoría viene después de dejar el tabaco.
Tabacaleras elevan su voz
Pero no todos comparten el pensar del gobierno del presidente Cyril Ramaphosa. Desde la Asociación de Tabaco Independiente de Comercio Justo (FITA, por sus siglas en inglés) trabajan para que los tribunales anulen esa decisión.
Según la FITA, hay varios argumentos a considerar:
El primero tiene que ver con que no hay vínculos entre la propagación de la COVID-19 y los cigarrillos. Asimismo señalan que si la prohibición es por un tema de salud, por qué no prohíben también las gaseosas, la comida chatarra o los dulces, preguntaba la Asociación.
«El ministro de Salud, Zwelini Mkhizem, ha sido citado diciendo que las enfermedades subyacentes como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades renales crónicas han sido un patrón para la mayoría de las muertes que se han visto por la COVID-19, pero muchas de estas enfermedades están asociadas con el consumo de los alimentos mencionados anteriormente”.
El tercer argumento de FITA tiene que ver con los fumadores, que fueron excluidos de la decisión gubernamental.
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