El panorama luce sombrío y violento cuando abrimos las páginas de los diarios o vemos los noticieros. Igual ante la avalancha de información que nos llegar a través de las redes sociales. Pareciera difícil ser optimistas. No es el caso de Steven Pinker, quien tiene otra perspectiva más positiva de nuestro futuro.
Steven Pinker, renombrado psicólogo y lingüista canadiense-estadounidense, es reconocido como uno de los intelectuales más destacados. Ha dedicado su vida profesional a explorar los complejos misterios del lenguaje y la mente humana. Como profesor en Harvard sigue contribuyendo con ideas innovadoras en áreas como la psicolingüística y las ciencias cognitivas.
Pinker ha hecho descubrimientos fundamentales. Como demostrar el carácter innato y específico del lenguaje. A través de meticulosos estudios neurológicos, Pinker comprobó que está codificado en regiones cerebrales exclusivas. Desmontando la noción de que es un simple subproducto del pensamiento. Asimismo, concebirlo como una adaptación evolutiva clave ha cambiado nuestra comprensión de este talento humano único.
Otro aporte disruptivo fue analizar procesos mentales superiores desde un enfoque evolutivo. Sostiene que muchos de nuestros sesgos, heurísticas en el pensamiento y conducta se pueden explicar por mecanismos adaptativos formados por la selección natural. No solo por factores culturales. Aunque esta idea ha sido polémica, arroja nueva luz en áreas como la toma de decisiones.
Pinker también destaca como divulgador. Sus libros Cómo funciona la mente y La tabla rasa, han llevado sus ideas sobre el desarrollo cognitivo humano al público general. Su prosa clara y afán pedagógico hicieron de él uno de los intelectuales más leídos del mundo. Desde Harvard, sigue indagando los secretos de lo que nos hace profundamente humanos. En una reciente entrevista para Philosophy Now habló sobre la muerte y los motivos para ser optimistas.
Declive de la violencia
En la entrevista Pinker compartió sus ideas sobre cómo los sesgos cognitivos pueden afectar nuestra percepción de la violencia en la sociedad. Muestra su mirada aguda sobre un tema poco analizado: cómo la mente distorsiona la realidad de la violencia. Explica que a menudo utilizamos recuerdos vívidos y estereotipos para estimar la probabilidad y la frecuencia de los riesgos. Lo que puede llevarnos a sobrestimar la prevalencia de la violencia.
Comienza señalando que «es difícil generalizar sobre toda una sociedad». No obstante, es posible analizar las creencias individuales y los sesgos cognitivos que nos impiden ver el descenso real de la violencia. Uno de ellos es el famoso «sesgo de disponibilidad». Al respecto, Pinker citó a los psicólogos Amos Tversky y Daniel Kahneman, quienes lo definieron como el uso de «imágenes mentales para estimar probabilidades». Como ejemplo, plantea la interrogante, «¿Te comerá un tiburón al meterte al mar? Si recuerdas un ataque del año pasado en esa playa, te alejarás del agua, aunque corras más riesgos en coche», reponde.
Otro sesgo, explica el experto, es creer que «las noticias muestran lo más dramático, generalmente lo peor». Llevándonos a inferir que «el mundo se resume a eso». A pesar de las catástrofes que ocurren en el mundo, a menudo pasamos por alto las partes del mundo que están en paz. En su libro “Los mejores ángeles de nuestra naturaleza”, argumenta que cuando observamos los datos a lo largo del tiempo, nos sorprendemos de cuánto ha disminuido la violencia. «Al ver datos históricos, muchos índices sorprendentemente bajaron. A pesar de lo que sugieren los medios», señala.
No somos “nobles salvajes”
Pinker reconoce que su exposición a los datos sobre el progreso humano le han influido. Dice que hemos hecho progresos significativos en la reducción de la violencia, la tortura, la violencia doméstica, los homicidios y la pena capital. Además, hemos eliminado prácticamente los sacrificios humanos y la esclavitud legal. “Todo esto es progreso, si es que esa palabra tiene algún significado”.
Avances que han reforzado en Pinker la esperanza y la expectativa razonable de que es posible seguir avanzando. “No creo que seamos ´nobles salvajes´». Pese a reconocer la existencia de una naturaleza humana y admitir que tenemos muchos rasgos desagradables y feos debido a la evolución, cree que también tenemos medios para superarlos. “Como demuestra el hecho de que muchos de nuestros malos comportamientos han disminuido en frecuencia a lo largo de la historia”.
“No es romántico ni utópico ni desesperanzador trabajar por un mayor progreso para resolver nuestros problemas, para ampliar los derechos humanos, la dignidad humana, el florecimiento humano. Observando los datos, sé que eso es posible”.
El peso de las metáforas
«Gran parte del lenguaje es metafórico”, apunta Pinker. «Como no tenemos palabras para nuevos conceptos, recurrimos a metáforas que ilustren su esencia de forma clara». Un ejemplo es cuando decimos que un meme que “se hace viral”. «En vez de nombrarlo ‘blicket’, usamos una metáfora. “ Así funcionan los virus. La metáfora es exponencial, de replicación, viral”. Lo comprendemos incluso si no estamos familiarizados con el concepto matemático detrás de él. Con el tiempo, si una metáfora se vuelve lo suficientemente útil. «La gente olvida su origen y pasan a ser palabras normales».
Muchos términos fueron metafóricos en su nacimiento, apunta el profesor de Harvard. «Es sorprendente cuánto de nuestro lenguaje surge así». Pinker también habló sobre el trabajo de George Lakoff y Mark Johnson, quienes han señalado que muchas de nuestras conversaciones cotidianas están llenas de metáforas. Por ejemplo, a menudo describimos los argumentos intelectuales en términos de guerra. «Ataqué su argumento, y él intentó defenderlo, pero yo gané la discusión: Le he derrotado». Y las relaciones en términos de viajes. «Hemos recorrido un largo camino, pero creo que ahora queremos seguir caminos separados, voy a abandonar».
“Se puede decir que, llegados a este punto, ya no son metáforas, son sólo palabras con significados entendidos». Probablemente haya un periodo de transición en el que algunas personas sí, y otras no, apaguen su apreciación de la imagen original. Pero esa es una de las formas en que surgen nuevos elementos de vocabulario. Por eso surgen las metáforas confusas cuando se pierde el contacto con la imagen original y se queda en la palabrería. “Que es lo que suele ocurrir con los escritos aburridos y turgentes”.
Difícil de procesar
El sicólogo y filosófo también aborda cómo los cambios sociales en la percepción de la muerte afectan nuestro bienestar mental y visión de la vida. La muerte- afirma- provoca una tensión en la mente, entre su conceptualización científica y su procesamiento emocional. “Aún le damos importancia a ritos fúnerarios, pero estamos más separados de ella que antes. La gente no tiene el cadáver en el salón de casa tan a menudo, y la muerte es lo físico que se aleja de nosotros”.
Lo que nos enfrentamos a desafíos para procesarla a nivel cognitivo. “Siempre ha sido y sigue siendo algo difícil de procesar para la mente humana”, afirma. Tendemos a tratar a los demás no solo como cuerpos físicos, sino también como mentes inmateriales llenas de creencias y deseos. Esta perspectiva nos dificulta comprender intuitivamente que nuestra conciencia, que es producto de la actividad cerebral, puede dejar de existir. “No podemos evitar pensar que la mente es inmaterial. Tampoco tiene ningún sentido intuitivo que simplemente deje de existir; que la experiencia de una persona, sus emociones, sus percepciones, desaparezcan de repente”.
Según Pinker cuando adoptamos una mentalidad más científica, comprendemos que nuestra conciencia es producto de la actividad cerebral. Como todos los objetos físicos, el cerebro no dura para siempre “y cuando deja de funcionar, cesa la conciencia ligada a él”. Por ello tendemos a inventar o reinventar “la noción de una vida después de la muerte o de la reencarnación, o de las almas incorpóreas”.
Sumémosle el compromiso emocional y personal que mantenemos con los demás, incluso después de su muerte. “Cuando la persona se ha ido, no puedes pretender de repente que no importa”. Sentimos un compromiso emocional que no apagamos. “No los traicionamos, como tampoco lo haríamos con vivos”. Se refleja en como tratamos a los muertos y en los rituales que realizamos en su honor. Como el Día de los Muertos hispanos, donde “se deja comida para atraer el alma de la persona, y se la trata como a alguien a quien se quiere. Aunque ya no esté”.
Autoengaño
Pinker comentó que dos hallazgos han impactado su perspectiva moral. «Aprender de la psicología, incluida la psicología evolutiva, el alcance de nuestro autoengaño, especialmente sobre nuestra propia virtud y competencia. Y el hecho de que nos mentimos a nosotros mismos para mentir mejor a los demás. Significa que ahora me lo pienso dos veces y me controlo».
«No me tomo mis intuiciones al pie de la letra, porque podrían ser una especie de campaña de relaciones públicas de mi subconsciente para hacerme parecer bueno o merecedor de la atención o los favores de otras personas».
Pinker explica que, como psicólogo, tiene la ventaja de poder aplicar lo que estudia en el quehacer diario. «Casi todo lo que estudio lo utilizo en mi vida cotidiana. Desde la percepción – ‘¿Por qué me parece bonita una puesta de sol?’; ‘¿Por qué me parece bonito un rostro? ‘- hasta las relaciones entre los sexos».
Hasta las relaciones entre los sexos. «No creo que empecemos como pizarras en blanco, donde hombres y mujeres son psicológicamente indistinguibles”, reflexiona Pinker sobre las diferencias en la forma en que hombres y mujeres reaccionan a las cosas y cómo esto puede aumentar la comprensión entre ambos. “Creo que tener en cuenta el hecho de que no todos reaccionamos de la misma manera ante las mismas cosas puede aumentar la comprensión entre hombres y mujeres”.
Ni ángeles ni dioses
Desde su experiencia como filósofo y psicólogo cognitivo, Steven Pinker ofrece recomendaciones precisas para enriquecer el debate público. “La polarización es un problema. Proviene del exceso de confianza mutua. De creer que las propias opiniones son correctas sin examinarlas”, afirma. Por lo que, en primer lugar, invita a cultivar la humildad intelectual. “Probablemente estemos equivocados en la mayoría de las cosas. Simplemente porque la mayoría de la gente está equivocada en la mayoría de las cosas. Todos somos humanos: no somos ángeles ni dioses”.
A lo que suma el peso de los sesgos. Todos estamos sujetos a prejuicios, como el «tribalismo» o el prejuicio de «mi bando». “Por el que siempre pensamos que nuestro propio bando es el correcto. Incluso cuando por dentro sentimos que los demás son estúpidos y malvados. Y todos tenemos halos”. De ahí que recomiende tomar conciencia de ese sesgo. “Pensar: bueno, quizá la otra persona tenga algo de razón”. Propone adoptar una postura más reflexiva, viendo nuestras opiniones como “cosas que mantienes provisionalmente” no como verdades absolutas sino como hipótesis abiertas a la réplica y el contraste. “Que deben reforzarse o debilitarse a medida que llegan las pruebas”.
“Deberías estar dispuesto a renunciar a ellas para evitar falacias como atacar a la persona en lugar de a una postura, o ciertos otros hábitos de pensamiento falaces que, por desgracia, se han vuelto más comunes, especialmente en las generaciones más jóvenes”.
Buenos y malos
También recomienda no demonizar a los demás, soslayar reduccionismos que juzgan a los demás como «buenos o malos». Todos tenemos matices. “No creas que el progreso consiste en que las víctimas, los buenos, den la vuelta a la tortilla frente a sus opresores, los malos. Más bien, todo el mundo tiene algo de bueno y de malo. Queremos fomentar los ideales, no castigar a las personas”.
En su lugar, sugirió que deberíamos tratar de ver nuestras experiencias como oportunidades de aprendizaje. ”No todo es un trauma, y cada vez que te encuentres con una opinión que te haga sentir incómodo, no pienses: ´¿Estás perjudicado? ¿Estás herido?´».
Para Pinker solo mirando más allá lograremos conectar de verdad. Exponernos a perspectivas divergentes forja argumentos más consistentes. Lejos de inhibirnos, debemos aprovechar esa energía, para avanzar juntos en el entendimiento. Anima a los jóvenes a estar abiertos a opiniones que no comparten. Ya que puede fortalecer sus propias opiniones y ayudarles a aprender de las experiencias de los demás. Si las opiniones alternativas son correctas, pueden llevarnos a cambiar nuestras opiniones. “¿Y si son erróneas? En última instancia, es lo que queremos averiguar”, puntualiza.