Por: Paz Mata
El debut de Spike Lee –She’s gotta Have it (1986)–, una comedia de bajo presupuesto, fue un bombazo tanto de taquilla como de crítica, convirtiéndose en uno de los éxitos comerciales del año. El cineasta, que vive en el lado oeste de Manhattan, tiene su oficina de producción (40 acres y una mula) en Brooklyn y es profesor en la Universidad de Nueva York, su alma mater, lleva 30 años hablando del peliagudo tema del racismo, contado con un estilo directo y desvergonzado y denunciando el terror racial que viven los afroamericanos en su país.
Empezando por el brillante e incendiario Haz lo que debas (1989), película con la que proclamaba que hablar de racismo en el cine podía ser entretenido y al mismo tiempo un desafío para el espectador, y continuando con documentales como 4 Little Girls, sobre la explosión de una bomba en una iglesia de Birmingham (Alabama), acto terrorista llevado a cabo por miembros del Ku Klux Klan y otros movimientos de blancos supremacistas.
En el biopic Malcom X denunciaba cómo el padre de Malcom fue asesinado por supremacistas, aunque la versión oficial de la policía es que murió en un accidente de tráfico. Su interés por el terrorismo generado por el racismo, que él denomina “terrorismo, rojo, blanco y azul,” haciendo referencia a los tres colores de la bandera estadounidense, se remonta a sus años en la escuela de cine, de la que estuvo a punto de ser expulsado después de hacer un corto (The Answer) sobre un cineasta afroamericano contratado por un estudio de Hollywood para hacer un remake del célebre y polémico film de David W. Griffith, El nacimiento de una nación (1915), una de las películas más racistas de la historia del cine.
Retratando al Ku Klux Klan
“En el tercer año en NYU nos hablaron de Griffith y de todos sus logros, por eso le llamaban el padre del cine, y El nacimiento de una nación era un ejemplo de ello, pero lo que no nos contaron es que esta película fue utilizada por el KKK como herramienta de reclutamiento. Por eso la facultad se lo tomó como un insulto a Griffith y me quisieron expulsar, pero alguien lo impidió porque ya me habían contratado como asistente del profesor para el año siguiente. Eso sí, me hicieron trabajar muy duro”, recuerda Lee, en nuestro encuentro en el pasado Festival de Cannes, donde presentó su último trabajo, BlacKkKlansman.
El film cuenta la historia real de Ron Stallworth (interpretado por John David Washington, hijo del oscarizado Denzel Washington) el primer oficial de policía afroamericano contratado, en 1970, por el departamento de policía de Colorado Springs (Colorado), que se infiltra en la sede local del Ku Klux Klan. BlacKkKlansman no solo explora la creación del KKK, sino los orquestados intentos por parte de agentes (blancos y de color) de la policía por derrotar al Klan y cómo las imágenes racistas, en general, y la propaganda, de David W. Griffith, en particular, han llevado a la violencia que vienen sufriendo los afroamericanos durante más de un siglo.
En una de las escenas de la película, Ron y su superior, el sargento Trapp (Ken Garito) debaten sobre el futuro del Klan y la posibilidad de que alguien como David Duke, el director nacional de la organización (Topher Grace), que ya tiene el ojo puesto en las próximas elecciones presidenciales, llegue a la Casa Blanca. Ron, ante la absurda premisa, se ríe y comenta: “Ese tío es peligroso, pero es ridículo pensar que puede llegar a ser presidente del país”. Una ridícula premisa que se ha hecho realidad en la América de Trump.
Esta película no podía llegar más a tiempo Mr. Lee…
“Es perfecta para los tiempos demenciales en los que vivimos. Las familias son separadas en la frontera, los niños enjaulados… Estamos volviendo atrás, al período en que mis ancestros llegaron a este país encadenados para ser vendidos como esclavos.
¿La película no moraliza, pero sin duda impacta. Cuál fue su visión cuando recibió la oferta de dirigirla?
Cuando Jordan Peele (director de Déjame salir y coproductor de esta) me llamó para que la dirigiera no me lo pensé dos veces. Trabajé con mi socio Kevin Williams en el guión y desde el principio supimos que no podíamos dar solo una lección de historia, sino que tenía que ser algo contemporáneo y en ese momento los sucesos en Charlottesville ocupaban las noticias. Ver esas imágenes era como ver imágenes de las batallas en la Guerra Civil, por eso decidimos incluir algunas de esas escenas al final de la película, teníamos que conectar a David Duke con el “Agente Naranja” de nuestros tiempos. Mejor dicho, ellos se han conectado entre sí y metido en esta narrativa, nosotros no tenemos nada que ver (ríe)
El Agente Naranja, como usted lo llama es Donald Trump. ¿Sabe si el presidente ha visto la película?
Desde el principio del cine, en la Casa Blanca siempre se han proyectado películas. De hecho, El nacimiento de una nación de Griffith se filmó en parte en la Casa Blanca, cuando era presidente Woodrow Wilson. Y su famoso comentario, después de ver la película, fue: “Han escrito la historia con brillantez, lo único que lamento es que sea tremendamente cierta”. Pero no, Donald Trump no la ha visto todavía, que yo sepa.
¿Qué opinión le merece el grupo “Blacks for Trump”?
“Negroes for Trump” (ríe). Esa es mi respuesta.
¿Cree que el resurgimiento que está teniendo el cine que habla de la gente de color puede cambiar las cosas en la sociedad o al menos crear conciencia?
Durante muchos años Hollywood se negó a hacer películas sobre la causa de la población de color porque decían que no tienen éxito en el mercado internacional. Luego dijeron que encontrar a un actor de color que tuviera tirón era difícil, cada vez iban poniendo más pegas. Pero llegó Black Panther y reventó las taquillas del mercado internacional y los estudios ya no saben qué excusa encontrar.
El año pasado produjo Déjame salir, que fue una revolución a todos los niveles. ¿Cree que este tipo de cine ha llegado para quedarse?
Esto son modas cíclicas, la gente se llena la boca con el jodido resurgimiento del cine negro (ríe) y luego pasan nueve jodidos años de sequía para los actores y cineastas de color. Yo tengo claro que la única forma de cambiar las cosas es que la gente de color es la que ocupe los puestos de responsabilidad, los consejos de dirección de un estudio, los que den luz verde a un proyecto. Esos son los que votan si se hace una película o no. La mayoría de los que ocupan ahora esos puestos no tienen ni idea sobre los temas de los que se hablan en estas películas.
Hasta que eso ocurra ese resurgimiento del que habla seguirá siendo cíclico. No estoy hablando del cine independiente, evidentemente. Al final el cine es un negocio como otro cualquiera, lo que importa son los beneficios. Según las estadísticas, en el 2025 los blancos en Estados Unidos serán minoría, o sea que desde el punto de vista de negocio ya habría que empezar por invertir en películas que vayan dirigidas al público mayoritario. Se ponga el Agente Naranja como se ponga, construya los muros que quiera y separe a tantas familias como le venga en gana, progresar significa moverse hacia delante y eso no hay quien lo pare (ríe).
¿Además de ocupar esos puestos de poder, qué más habría que hacer para evitar el retroceso que estamos viendo?
Para empezar, votar en las próximas elecciones. Si lo que ha ocurrido en los dos años que llevamos de gobierno Trump no nos ha despertado e incitado a votar no sé qué otra cosa nos puede despertar de ese letargo y complacencia en el que caímos durante los ocho años de Obama. El factor más importante de ese desastre que ocurrió hace dos años es que, aparte de la incursión del gobierno ruso en las elecciones, había un sector de la población reaccionaria a tener un presidente negro en la Casa Blanca, durante ocho años. El Agente Naranja utilizó eso como estrategia de marketing y mira dónde estamos ahora.
En el estreno de la película llevaba usted un anillo en el que se leía, “Amor-Odio”. Le he visto llevando un zapato negro y otro blanco. ¿Qué trata de comunicar a la gente con estas dicotomías?
No hay ningún mensaje subliminal en ello. Soy así de original (ríe). Lo del anillo no lo he ideado yo. Se lo he copiado a Robert Mitchum que lo llevaba en la película La noche del cazador, que dirigió Charles Laughton. De hecho no era un anillo era un tatuaje que se había hecho en los dedos de ambas manos. Hoy en día no hay términos medios, o se está por el amor o por el odio. Esto (señala su dedo) es un homenaje a La noche del cazador, que vi por primera vez cuando era estudiante de cine en la NYU. Me pareció apropiado llevarlo para el estreno de Blackkklansman.
Dejando política y negocios a parte, hablemos de hacer lo que debemos, como dice el título de su película Haz lo que debas. Blackkklansman no deja un mensaje optimista. ¿Cree que es posible transformar el odio en algo más positivo y productivo en nuestra sociedad?
Es una pregunta difícil de responder. Difícil de llevar a cabo sobre todo cuando la gente une el odio con el dinero, porque esa es la forma en que mucha gente hace dinero, creando odio y división en la sociedad, cosa que está haciendo nuestro gobierno. ¿Cómo es posible que se nombre a un ex lobbyst de la industria del carbón como director de la Agencia de Protección del Medio Ambiente? Eso es codicia y esta gente es codiciosa, serían capaces de poner a sus madres a trabajar en una esquina para que ganaran dinero (ríe).
“Se ponga el Agente Naranja como se ponga, construya los muros que quiera y separe a tantas familias como le venga en gana, progresar significa moverse hacia delante y eso no hay quien lo pare”
¿Sabe que se ha creado un movimiento para retirar la estrella que lleva el nombre de Trump en el Paseo de la Fama de Hollywood?
No sabía que Trump tuviera una estrella en el bulevar de Hollywood. Pero si es así me parece una estupidez centrarse en esas cosas. Eso no es más que una distracción de las cosas que son verdaderamente importantes, como enfocarse en conseguir que se le someta a un juicio político o evitar que Putin siga dirigiendo este país.
¿Tiene miedo a las represalias del Ku Klux Klan cuando vean la película?
No, a mí ya me han amenazado de muerte y no precisamente en Alabama sino en Brooklyn, cuando rodaba Jungle Fever. Salí en la portada del Daily News: “La policía guardaespaldas de Spike Lee” (ríe).
¿Cómo lleva esas amenazas?
Bueno, tuve que echar mano de ciertas personas (ríe).Tengo amigos que aparecieron por el rodaje… Y se acabaron las amenazas (ríe).
El fenómeno Ku Klux Klan no solo existe en este país. El resurgimiento de las extremas derechas es ya un fenómeno global…
Así es. Mi película no habla solo de América, el que lo crea así no lo ha entendido. El resurgimiento de la derecha y la extrema derecha es global, ya lo estamos viendo. Los cabeza de turco ahora son los inmigrantes. Lo hemos visto aquí, el Agente Naranja llama a todos los inmigrantes, que llegan de Centroamérica violadores y mala gente. En la Alemania nazi eran los judíos. Estamos viendo cómo en Dinamarca están separando a los niños inmigrantes, de color, de sus padres. De esta manera les adoctrinan para que aprendan los valores de la cultura danesa desde pequeños. Esta práctica se está extendiendo por todo el mundo occidental.
¿Entonces no se trata de racismo sino de miedo al que es diferente?
Todo está unido: el racismo, el clasismo, el miedo a diferentes culturas. Pero le digo una cosa: esta tierra que estamos pisando y que dicen que fue descubierta por los que vinieron de Europa, ya estaba habitada por sus indígenas, pero a esos se les demonizó, se les convirtió en subhumanos, en salvajes, que es como les llaman a los nativos de este continente. Eso es el colonialismo, llegar a una tierra, conquistarla y someter a sus habitantes bajo tu mandato. Eso lo han hecho los que dicen ser “temerosos de Dios”. El racismo se adquiere, es parte de la educación y del entorno en que se vive.
Cine y música
Spike Lee (Atlanta, Georgia, 1957) creció el seno de una familia de artistas. Con su padre, músico y compositor de jazz, y su madre, profesora de arte y literatura afroamericana, llevó una vida itinerante, de Atlanta a Nueva York pasando por Chicago.
Tras graduarse en el Morehouse College de Atlanta, lo primero que hizo fue comprarse una cámara Súper 8 con la que filmó su primera película The Last Hustle in Brooklyn (1977), sobre la vida de los afroamericanos y portorriqueños en las calles de Nueva York. Con ella plantó la semilla de la que luego sería el primer éxito de su carrera, She’s gotta have it.
Un éxito que le puso en contacto con algunos de lo grandes músicos negros del país, como Miles Davis, Branford Marsalis, Steel Pulse o Grandmaster Flash, con los que trabajó dirigiendo videos musicales. Desde entonces música y cine son, para él, inseparables.
¿Lleva casi 40 años dedicado al cine. ¿Sigue igual de motivado que cuando empezó?
Igual o más. Todas las películas que he hecho, desde mis años en la universidad, han sido historias que quería contar en ese momento. Lo que me motivaba entonces es lo mismo que me motiva ahora, eso no ha cambiado, como tampoco ha cambiado mi energía y entusiasmo por hacer lo que más me gusta. Eso es lo que les digo siempre a mis estudiantes de la NYU, que eres un privilegiado si puedes dedicarte a lo que más te gusta porque la mayoría de las personas se van a la tumba odiando el trabajo que han hecho toda su vida.
Entre sus motivaciones está la música, sus películas destacan siempre por unas excelentes canciones y bandas sonoras…
Nunca usaría una canción que no me gustase.
Demasiado tarde para volver atrás, de Cornelius Brothers y Sister Rose. ¿Por qué la ha usado en BlacKkKlansman?
Esta canción funciona porque, a falta de tiempo, con esta pude contar cómo los protagonistas se enamoran. En aquella época los chicos solían sacar a las chicas a bailar. Pensé que la forma más directa para Ron Stallworth de mostrar su amor por Patrice Dumas era sacarla a bailar después de que la policía se ensañó con ella. Llevarla a la pista de baile le serviría para olvidar sus problemas, para cantar, bailar y enamorarse. Esta canción era como el atajo para llegar a ello. Por eso use también Ball of Confusion, de los Temptations; Lucky Man, de Emerson, Lake and Palmer; Brandy, de Looking Glass y Oh, Happy Day, de Edwin Hawkins Singers.
¿Se acuerda del primer disco que compró?
Era de los Beatles, probablemente el single de I want to Hold Your Hand (ríe).
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