/ Edición 2.288 de Cambio16
El turismo es uno de los principales motores económicos globales que impulsará la recuperación en el periodo poscovid y en plena crisis de las materias primas, con una inflación galopante, que amenaza con el estancamiento, la estanflación y un nuevo orden internacional condicionado por la guerra de Ucrania.
Como industria motriz en España el turismo representa el 12,6% del PIB y emplea al 11% de los españoles, su principal reto es la sostenibilidad, abordar la transformación competitiva del modelo de negocios en términos de digitalización, calidad y sostenibilidad. El mismo desafío que afronta la humanidad en la transición de una economía lineal a una economía circular.
A los operadores del sector turístico empresarios hoteleros, agencias de viajes, turoperadores, etc y al resto de los agentes económicos se les exige que adapten sus negocios a un modelo de producción que minimice las emisiones de gases de efecto invernadero. Que tengan un impacto ambiental cero que permita regenerar los ecosistemas y la biodiversidad. En fin, medidas que conllevan una gran inversión.
¿Y el dinero dónde está?
Además, se legisla para penalizar a quien no se adapte a estos cambios. Bajo el acertado criterio de quien contamina, paga. Y aquí, precisamente, radica el meollo. ¿Quién paga esta costosa transformación? ¿Dónde está el dinero que financie una transición justa y que no deje a nadie atrás?
Los líderes del sector turístico que abordan esta cuestión en la presente edición de Cambio16 coinciden en que la sostenibilidad es rentable, pero reclaman cooperación público-privada y ayudas para adaptarse al nuevo modelo.
La crisis climática es un problema de injusticia global. La economía, sobre todo la de los países más vulnerables, no tiene la capacidad ni la financiación para mitigar y adaptarse.
En 2009, los países ricos, que producen la mayor parte de las emisiones, se comprometieron a proporcionar 100.000 millones anuales de financiamiento climático para el año 2020, destinados a ayudar a los países en desarrollo a enfrentar los impactos climáticos. Pero esta promesa no se ha cumplido.
Pese a todos sus fracasos relativos, la COP26 insistió en que tanto la financiación privada como la pública son necesarias para acceder a la tecnología para una economía baja en carbono. Este año será crucial para cumplir esta promesa y ofrecer financiación a los que enfrentan las consecuencias de un problema que no causaron.