Por Cambio16
11/4/2018
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Los indicadores del año 2016 muestran una leve mejoría de la sostenibilidad del sistema energético español. No obstante, la sostenibilidad se debe principalmente a factores no controlables como es la disponibilidad hidráulica. Así se desprende del Informe 2017 del Observatorio de Energía y Sostenibilidad. Un estudio elaborado por la Cátedra BP de Energía y Sostenibilidad de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE. La Cátedra BP es el resultado del acuerdo entre la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE y BP España.
El Informe señala que en 2016 el sistema energético español consumió 6,3 exajulios (EJ) de energía primaria. Igualmente, emitió 306 millones de toneladas (Mt) de CO2. El valor añadido generado (sin descontar los costes externos) fue de 51.300 millones de euros. Esta cifra equivale a un 4,6% del PIB).
Sistema energético español
La Cátedra BP concluye que el año 2016 el sistema energético español ha mostrado una leve mejoría de los indicadores de sostenibilidad energética. La recuperación económica y la bajada de precios de los combustibles ha traído consigo un nuevo aumento de la demanda de energía. Este incremento se calcula en un 0,3% en energía primaria y un 2% en energía final en el sistema energético español.
La buena noticia es que este crecimiento ha venido acompañado de una reducción de la intensidad energética primaria. El descenso equivale a un 2,9%. Se evidencia asimismo un descenso en las emisiones de CO2 (un 2,4%). Sin embargo, esta mejoría se debió fundamentalmente a la reducción en el uso de carbón de más de un 24% en favor de la energía hidráulica. por lo que podemos afirmar que la meteorología ha sido el factor más influyente en esta mejoría. De hecho, la intensidad energética final aumentó un 1,2%. Por lo tanto, es necesario apostar por una mayor contribución de las energías renovables. Y, sobre todo, por el ahorro y la eficiencia energética. Pese a la mejoría del último año, España sigue presentando una intensidad energética muy superior a otros países de nuestro entorno.
A excepción del carbón, todas las energías fósiles aumentaron su contribución al mix energético primario en el año 2016. Mientras que las energías renovables en su conjunto mantuvieron una contribución similar a la del año anterior. Sin duda, la caída continuada de los precios de los combustibles fósiles y los precios bajos del CO2 explican en parte la falta de cambios significativos en el mix energético español.
Transporte
La demanda de productos petrolíferos para el transporte siguió recuperándose. Tanto para el transporte de mercancías como el de pasajeros. En ambos casos, el transporte por carretera continúa representando en torno al 90% del total. Este sector consumió más del 41% de la energía final y contribuyó con un 28% a las emisiones del CO2. Este incremento de la demanda de transporte se cubrió en gran medida gracias a un aumento de casi el 21%. Esto permitió además aumentar las exportaciones de derivados en más de un 5%.
La mejoría observada en 2016 en los indicadores de sostenibilidad se debe principalmente a los cambios coyunturales en el mix de producción eléctrica. En un escenario de largo plazo, parece poco razonable fiar la sostenibilidad del sector energético de las precipitaciones, más aún en el caso español, que se enfrenta a un importante riesgo de bajada de las precipitaciones debido al cambio climático.
En cuanto a los balances económicos, es reseñable que bajaron significativamente los gastos en energía primaria (un 22%). Fundamentalmente debido al descenso de los precios de los combustibles. Descendieron también, aunque en menor medida, los gastos en energía final. Esto supone un aumento del valor añadido del sector. No obstante, este valor añadido se reduce en un 37% si se descuentan los costes externos del sector asociados a la emisión de contaminantes.
Retos del actual modelo energético español
Desde el punto de vista de la sostenibilidad, el sistema energético español continúa presentando importantes desafíos. Sobre todo respecto a la eficiencia energética, la dependencia energética exterior o al impacto medioambiental. Y como ya avanzábamos en años pasados, seguimos sin contar con una política energética estable. Una estrategia que proporcione señales adecuadas a los agentes. Y que además contribuya a avanzar hacia la sostenibilidad del sector.
Aunque las actuaciones políticas en 2017 no han sido particularmente llamativas en este sentido, 2018 puede ser el año en que finalmente se avance decididamente. Esto ocurrirá si se aprueba la Ley de Cambio Climático y Transición Energética y si se tienen en cuenta las recomendaciones de la Comisión de Expertos sobre Escenarios de Transición Energética.
La futura Ley debería incluir aspectos tan relevantes como un compromiso de reducción de emisiones a largo plazo, con objetivos intermedios. También un precio para el CO2 estable y creciente, en el marco de una reforma fiscal verde. Así como medidas adicionales para aquellos sectores en los que la señal de precio no sea tan efectiva. Otros factores son: un diseño apropiado de los mercados energéticos; una estrategia de innovación energética en un contexto global; políticas educativas y de concienciación; medidas de promoción de la economía circular; políticas que aseguren la transición justa y la protección de los sectores vulnerables; y una estrategia de adaptación frente al cambio climático.
Los partidos políticos deben ser capaces de alcanzar el necesario consenso en torno a estos elementos. Y formular una política de Estado en materia de energía y clima que asegure la consecución de un modelo energético sostenible lo antes posible.