La crisis de refugiados en Europa ha vuelto a poner a Siria en el mapa de Occidente después de años de ceguera voluntaria. La destrucción humana es tal que ya son más de siete millones de desplazados dentro del país y otros cuatro han huido fuera. Ciudades completamente arrasadas, no hay agua, no hay luz, no hay comida…. no hay esperanza. «El túnel es negro y va a seguir siendo negro, no hay a la vista una victoria ni para unos ni para los otros. Se pueden plantear salidas pero tal y como están ahora las cosas sería ciencia ficción. No hay voluntad internacional para conseguir un mínimo de estabilidad», se lamenta Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Occidente no ha dejado de acumular errores, «desde no apoyar a un régimen democrático pacífico en su momento, pasando por la pasividad demostrada cuando la violencia se generalizó hasta cuando se comprobó que se habían utilizado armas químicas. Pero, en estos momentos, Bashar al Assad se presenta como el mal menor para los países occidentales, cualquier alternativa es más inquietante para sus intereses. Por ello, no van a hacer nada significativo, nada va a cambiar la situación», expone Villaverde quien también pone sobre la mesa que «para hablar con Daes (Estado Islámico) hay que hablar con Assad; y aunque no sea un aliado, tampoco sería un enemigo».
No hay que olvidar que el conflicto comenzó en 2011 con una revuelta que pedía mejoras de vida, derechos y libertades básicos al régimen de Assad, uno de los más duros, represivos y autoritarios de todo Oriente Próximo. Pero poco tiene que ver la situación actual, con los inicios. En estos años el conflicto se ha recrudecido hasta límites entonces insospechados. Ya se cuentan más de 300.000 muertos, la inmensa mayoría a manos del régimen.
Para Haizam Amirah Fernández, investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano, “cuando se habla del conflicto sirio, el error es centrarse en las atrocidades de Daes (EI) y sus salvajadas, sin tener en cuenta el germen. La causa principal de esta crisis tiene su origen en la brutalidad del régimen. Comenzó el 17 de marzo de 2011 al responder a la revuelta y desde entonces, Assad no ha dejado de matar civiles. Esto ha creado el terreno y las condiciones para una militarización de la revuelta y luego, una radicalización de la misma».
Cierto es que nunca hubo un bloque opositor homogéneo, pero ahora existe toda una amalgama de grupos y han emergido mercenarios y yihadistas: el Estado Islámico (EI) y la rama de Al Qaeda en la zona, Al Nusra. Es un todos contra todos. Un escenario sectario en el que tanto unos como otros están matando a la población civil. Todos han violado el Derecho Internacional.
Durante este tiempo, “Europa se ha permitido el lujo de mirar para otro lado, está pagando cuatro años de inacción y cada vez su coste va a ser mayor. Va a ser imposible evitar tomar decisiones difíciles con respecto a Siria”, sostiene el investigador, que también insta a mirar a otras grandes potencias y a países vecinos… “Muchos han permitido el paso a grupos radicales o les han dado apoyo financiero, logístico e incluso religioso (como algunos países fronterizos o del Golfo); mientras que Assad ha contado con el apoyo total y absoluto de Rusia, que ya está sobre el terreno; también el de Irán, y la guerrilla de Hezbolá. Todos en base a los intereses particulares de cada uno. Mientras, los países occidentales por la experiencia negativa en Irak, Afganistán y Libia no han tomado medidas para un cambio en el equilibrio de fuerzas”. Amirah Fernández tiene claro que la negociación pasa por Assad: «La cuestión es cómo y con qué equilibrio de fuerza. Mientras tenga el control de espacio aéreo y la sensación de impunidad que tiene, no se podrá negociar», sentencia.
Y en medio de todo esto, las víctimas, los civiles. La situación se ha vuelto insostenible y cada vez es más difícil que llegue la ayuda humanitaria. “En un principio hubo que aceptar que las ONG que trabajaban para uno de los bloques no podían hacerlo en el otro. Las sospechas y los recelos implicaban, por ejemplo, que Médicos Sin Fronteras sólo pudiera trabajar en las zonas controladas por la oposición, mientras que Cruz Roja era al contrario, en las zonas controladas por el gobierno. Ahora la situación es tan caótica que muchas organizaciones sólo pueden trabajar fuera de Siria”, informa Francisco Rey, codirector de IECAH.